Sin medidas de seguridad nos adentramos en el universo Pumuky. Los exploradores perdidos llegaron a la sala X para presentarnos la reedición de su segundo álbum, 10 años después de su lanzamiento. Esta noche los canarios han venido solos. Tras ellos, cientos de kilómetros en carretera.
En un último intento por parecer invisibles, Jaír y Noé suben al escenario, toman aire y el miedo escénico se desvanece. La música parte desde todas las direcciones. Parece que sonaran desde dentro, en una especie de romance interior del que nacen historias melancólicas y lejanas. La banda española independiente suena como si lo hicieran para amigos. El despliegue de luces multicolor incita a cerrar los ojos y acogerse a lo que está por llegar.
Se diría que la luz haya vestido también las viejas canciones. El público se emociona y se abre en canal.
En la noche, rescaldada ahora de familiares melodías, el viaje sigue. Empiezo a no tener muy claro si es un viaje al pasado o al futuro. Apenas una ligera luz viste a los hermanos Ramírez deshilando melodías absorbentes. Sobresaliendo de entre las sombras la voz pausada de Jaír, casi como una caricia eléctrica, y los acordes aterciopelados de Noé . No sé por qué, su música me transporta a una noche de tormenta.
A la salida hace frío, no llueve, pero estamos sin abrigo y con los sentidos al descubierto.