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La bandera de los EE.UU. y el destino de un país: ¿corporatocracia desde sus orígenes?

Por Rafael García Del Valle @erraticario

La bandera de los EE.UU. y el destino de un país: ¿corporatocracia desde sus orígenes?Cuando se firmó, el 4 de julio de 1776, la declaración de independencia de los Estados Unidos de América, aún no existía una bandera oficial para conmemorar el histórico acto. La denominada primera bandera nacional, o Grand Union Flag, fue la que usó la marina de las trece colonias rebeldes durante la Guerra de Independencia para distinguirse de los barcos británicos, los cuales a su vez se reconocían por el pabellón rojo del Imperio.

Su primera aparición tuvo lugar en diciembre de 1775 a bordo del buque “Alfred” y serviría de insignia hasta 1777, cuando se aprobó el acta por la que se definía la nueva bandera compuesta por trece barras alternando rojas y blancas, y en un cuadro azul en el cantón trece estrellas blancas formando una constelación. El “trece” representaba a los estados fundadores.

Lo peculiar de la primera bandera es que ésta mantenía el cantón con la Union Jack de la época. Se dice que ello fue así porque se trataba de la misma bandera roja de los navíos británicos, a la que se habían trazado una serie de barras para identificar a la armada del nuevo Congreso Continental que representaba a las Trece Colonias.

british empire

Con todo ello, no parece haber consenso histórico sobre el verdadero origen de la Grand Union Flag. Hay quienes la consideran una plasmación del escudo de armas de George Washington, mientras que el cuadro con la Union Jack era una manera de demostrar que las intenciones rebeldes eran independizarse pero, a su vez, mostrar su disposición a seguir manteniendo buenas relaciones con la metrópoli.

Otros creen que nunca hubo un consenso sobre la misma y que los colores de las barras variaban antes de 1777. Y otros, que es de lo que aquí morbosamente trataremos, la ven como una versión, elaborada a conciencia, de la insignia de la Compañía Británica de las Indias Orientales, o BEIC (British East Indian Company).

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Lo llamativo de todo esto es la poca claridad al respecto de un acontecimiento tan aparentemente solemne. Sabiendo que los denominados padres fundadores eran veteranos miembros de la masonería y que el proyecto de la nueva nación respondía a sus más elevados objetivos, y puesto que la simbología es lo más sagrado para cualquier iniciado en las artes masónicas, resulta desconcertante pensar que uno de los símbolos nacionales surgió así, a merced de las circunstancias o por capricho de usar el escudo de uno de sus miembros.

Hasta el punto, en cualquiera de los casos, de aceptar un símbolo idéntico a la insignia que mejor representaba, posiblemente, la opresión del Imperio Británico contra la que se luchaba: la Compañía Británica de las Indias Orientales.

¿O acaso la BEIC era todo lo contrario? El símbolo de una compañía deseosa de independizarse de un poder nacional que impedía su libre desarrollo…

Veamos…

Una compañía con ejército propio

soldados beic

La compleja historia de la BEIC se escapa a este artículo. Digamos brevemente que fue creada a finales de 1600 como una sociedad de poderosos  hombres de negocios para facilitar el comercio maritimo con las colonias de Asia. De paso, gracias a una carta real, se le otorgó el privilegio de garantizar los intereses de la Corona británica en aquellos territorios.

Gracias a la Compañía, Inglaterra comenzó a forjar uno de los imperios más potentes de la historia. Y, debido a su carácter de monopolio, la Compañía adquirió rápidamente poderes colosales, llegando a controlar de facto, en sus mejores momentos, la mayoría de los territorios de dicho Imperio.

La Compañía se hacía con nuevos territorios “comprándoselos” al sultán o gobernante de turno. En las ocasiones en que las negociaciones fallaban, la BEIC adqurió permiso del Imperio para declarar la guerra a cualquiera que se interpusiera en su camino, por lo que disponía de autoridad para reclutar su propio ejército de mercenarios y utilizar al ejército colonial británico, el Raj:

En 1670, el rey Carlos II le concedió el derecho de capitanear ejércitos y formar alianzas, declarar la guerra o establecer la paz y ejercer la jurisdicción tanto civil como criminal en las zonas en las que operaba. La Compañía tenía como principales militares a los «Casacas rojas». Al sufrir constantes ataques por parte de los nativos y de otros competidores comerciales, desarrolló un importante despliegue militar. En 1689, la Compañía era casi un «estado» dentro de la India continental, que administraba de forma independiente las zonas de Bombay, Madrás y Bengala y que poseía una fuerza militar tremendamente intimidatoria. (Fuente: wikipedia)

En 1674, el mismo rey prohibió cualquier emblema que no fuera el pabellón rojo en los navíos mercantes. Sin embargo, la BEIC siguió usando su propia bandera. Esto la llevó a puntuales enfrentamientos con el almirantazgo británico, pues la Compañía estaba autorizada para, a modo de recompensa por los servicios prestados, hacerse con el mando de los barcos franceses que la armada británica capturaba. No obstante, el uso de la insignia privada identificaba tales navíos, precisamente, como posesiones privadas…

El poder de la compañía fue tal que, irremediablemente, acabó controlando el parlamento británico. Sin embargo, tanto poder se le puso en contra a finales del siglo XVII. Muchos de sus asociados vieron la oportunidad de desligarse y realizar negocios privados al margen de la BEIC, más suculentos a título particular. De esta forma, en 1694 se aprobaron las primeras leyes para permitir que otras compañías pudieran intervenir en la India.

A partir de aquí, el siglo XVIII sería una lucha constante de leyes entre el gran coloso, que contaba con el favor de la Corona gracias a su buen hacer con las comisiones, y el parlamento británico.

Las cosas se complicaron con la Guerra de los Siete Años y el acoso del ejército francés en las colonias. En 1757, el parlamento aprobó el llamado Concepto Pratt-York, por el que se establecía una diferencia entre territorios conquistados con la ayuda del ejército británico y aquellos otros adquiridos por medios privados de la BEIC. Esto permitió que el Imperio adquiriera la soberanía y control de los primeros.

Solución: América

tea party

Tras la guerra, el estancamiento económico y el declive comercial hicieron estragos. En 1773, la Compañía Británica de las Indias Orientales estaba al borde de la quiebra, incapaz de administrar los vastos territorios que durante siglo y medio la habían hecho fuerte en todo el mundo.

Es entonces cuando se aprobó el Acta del Té, por la que se permitía a la BEIC exportar té a las colonias de América sin pagar los impuestos que se exigían al resto de compañías. Esto convertía el negocio en un monopolio, pues nadie podría competir contra tales ventajas.

Y es aquí que llegamos al famoso motín del té en el puerto de Boston:

Los colonos, en especial los contrabandistas acaudalados, se ofendieron por el trato de favor a una gran compañía que había actuado como lobby y ejercido gran influencia en el Parlamento. Resultado de esto, se produjeron protestas en Filadelfia y Nueva York, pero fueron las manifestaciones que tuvieron lugar en Boston las que dejaron huella en la historia. Aún recuperándose del incidente de las «cartas de Hutchinson», los pobladores de Boston sospechaban que el nuevo impuesto del té era simplemente otro intento del parlamento británico para apabullar la autonomía colonial. Samuel Adams, prósperos contrabandistas y otros que habían sacado provecho del contrabando del té, exigieron a representantes y consignatarios de la Compañía Británica de las Indias Orientales que abandonasen sus puestos. Los consignatarios que dudaban eran atemorizados con ataques a sus depósitos e incluso a sus casas.

El primero de muchos barcos cargados de té de la Compañía Británica de las Indias Orientales era el HMS Dartmouth, llegando a fines de noviembre de 1773. En ese momento, se encontraron en un callejón sin salida entre las autoridades portuarias y los Hijos de la Libertad. Samuel Adams avivó a la creciente multitud exigiendo una serie de asambleas de protesta. Miles asistieron a estas asambleas provenientes de la ciudad y de las áreas periféricas, cada reunión más grande que la anterior. Las multitudes clamaban desacatar no solo al Parlamento Británico, la Compañía de las Indias Orientales y al HMS Dartmouth, sino también al Gobernador Thomas Hutchinson, quien luchaba por que el té fuese desembarcado. La noche del 16 de diciembre, la asamblea de protesta en la Old South Meeting House de Boston fue la más grande vista hasta entonces. Se estima que asistieron alrededor de 8000 personas.

[...]

La noche del mismo día, se puso en marcha el movimiento. Antes de que debiera desembarcarse el té, los Hijos de la Libertad (según fuentes, entre 60 y 150 personas) se disfrazaron como indios mohawk, dejaron la gran asamblea de protesta y se dirigieron al muelle de Griffin, donde estaban el Dartmouth y los recién llegados Beaver y Eleanour. Rápida y eficientemente, armados con hachas y cuchillos, amedrentaron a los marineros y subieron cajas de té de la bodega a la cubierta (prueba razonable de que algunos de los «indios» eran, en efecto, estibadores). Abrieron las cajas y arrojaron el té por la borda. El trabajo que duró hasta entrada la noche, duró menos de tres horas, fue minucioso y eficiente. Al amanecer, 45 toneladas de té de un valor estimado de £10 000 fueron vertidas a las aguas del puerto de Boston. Nada más fue dañado o robado, a excepción de un candado roto accidentalmente y reemplazado anónimamente poco después. El té flotó en las orillas alrededor de Boston durante semanas.

(Fuente: wikipedia)

El motín del té es considerado el primer gran suceso clave en el camino hacia la posterior Guerra de la Independencia. En cuanto al hecho en sí, algunos importantes representantes de las Trece colonias no vieron con buenos ojos el motín y exigieron resarcir a la BEIC. Benjamín Franklyn fue uno de ellos.

Según el historiador Charles Fawcett, Franklyn había apoyado la exención de impuestos a la compañía por considerar que ésta era clave en el mercado de las colonias. La BEIC almacenaba un cargamento valorado en millones de libras y, si se le permitía introducirlo en las colonias, acabaría no sólo el contrabando, sino también con el comercio de las empresas holandesas que se habían hecho fuertes en el continente.

Además, a los ojos de Franklyn la Compañía no representaba al Imperio Británico, sino todo lo contrario. Su historial de rebeldía y enfrentamientos con los poderes gubernamentales la convertían en un ejemplo de independencia y desobediencia pero, al mismo tiempo, estrecha relación con los poderes políticos que la permitían seguir controlando amplios territorios coloniales.

Algo que se ajustaba muy bien como ejemplo para los objetivos de las Trece Colonias. Como se ha mencionado más arriba, George Washington habría previsto un escenario de independencia pero no una ruptura completa con la Corona británica, sabedor de la necesidad de contar con buenas relaciones para el futuro del nuevo país.

Así que, lejos de ser un enemigo, la Compañía Británica era un aliado perfecto para el despliegue económico de los futuros Estados Unidos. Al mismo tiempo, los dirigentes de la BEIC debían estar deseando, por aquella época, adentrarse en nuevos mercados donde la legislación del Imperio no pudiera causarle más problemas…

Business is business…

 fumadores de opio

Fue también en 1773 que la compañía inició uno de sus negocios más rentables: el tráfico de opio a escala masiva. Esta actividad acabaría desencadenando las Guerras del Opio del siglo XIX,  debido a que China, al comprobar los estragos que la droga estaba causando entre la población, se negó a continuar con las importaciones. El conflicto bélico convenció al país asiático para retomar la senda “aconsejada” por la BEIC.

Daniel Litvin, un empresario aficionado a la historia, publió en 2003 el libro Empires of profit, donde expone la idea de que el capitalismo es un sistema que conlleva la necesidad de querer gobernar el mundo como objetivo supremo, pues su ingrediente básico, la codicia, no cesa con la acumulación del dinero. Al contrario, obliga a ir más allá y alimenta un deseo más ambicioso: el poder político. Y cuanto más, mejor.

De acuerdo a Litvin, la Compañía Británica de las Indias Orientales es el modelo que las grandes corporaciones posteriores buscaron imitar. Una estructura muy sólida en la que se entrelazan el beneficio por encima de todo, la influencia política, el expolio de territorios considerados mera fuente de recursos, la corrupción de gobiernos locales y el engaño a países enteros en virtud del negocio.

Cuando [el barón] Clive “de la India”, que había convertido la Compañía de las Indias Orientales en una potencia conquistadora, se vio a sí mismo acusado de corrupción por un subcomité del parlamento, no pudo contener su desesperación. ¿Acaso el comité no se daba cuenta de donde había estado él? Allí, en la India, rodeado de pilas de oro y montañas de rubíes. Si había sucumbido a coger unas briznas del botín, no podía ver dónde estaba el problema: “Yo mismo me asombro de mi propia moderación”.

John Stuart Mill consideraba que la Compañía Británica de las Indias Orientales era una de las creaciones más “benéficas” que la humanidad había conocido, lo cual es un temprano recordatorio de cómo incluso las mejores mentes, ante la presencia de la riqueza rampante, se abandona a las más extravagantes opiniones.

(Fuente)

Tales eran los planteamientos de la época. Las comparaciones con el mundo del siglo XXI quedan a cargo de cada cual. Eso… y la opinión sobre el significado de la bandera que representa a la nación matriz del actual sistema occidental. Surgida hace más de dos siglos así, como quien no quiere la cosa, por capricho o pura casualidad…

Por cierto, para los más curiosos, existe una nueva “East India Company” resucitada hace unos pocos años por algunos nostálgicos. Presume de ser heredera de la compañía que cambió el mundo y su reto es continuar los pasos de aquellos “pioneros”:

Our heritage is in the spirit of those pioneers.  The East India Company’s employees did not set out to change the world.  They were people who set sail to establish trade routes, to discover and bring back new goods, and in doing so broke down the barriers of the world.

They were explorers, traders, innovators. They took risks, they broke new ground and they sometimes got it wrong.

They were pioneering; creating many of the means and rules of commerce we use today.

They were individuals, living by the rules of their times – determined, entrepreneurial and human – who were driven by their passion and enthusiasm; the same qualities that drive our team today.

La dejaremos sin traducir para conservar su esencia y no perder matices.

Por cierto, el subrayado es cosa de ellos, conste.”…and they sometimes got it wrong“… Reflejo, sin duda, de una sensibilidad exquisita…

[Este artículo fue publicado por primera vez el 4 de julio de 2012]


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