Ana Cristina Bracho
¿Es la Barbie el nuevo símbolo feminista? Pausa. Puede que usted tenga ganas de decir que sí. Pues ese es el resultado de una increíble campaña de marketing. Hace seis meses lo hubiese negado rotundamente. En su cuerpo, extremadamente delgado, de composición improbable, de piernas larguísimas y ojos azules, se ancló muchas veces un discurso que denunciaba los estereotipos y cómo lastimaban a las niñas. Esto de nuevo no tiene nada. El mercado sabe llenar y vaciar sus productos. Sabe tomar personas, digamos, a la Frida comunista y hacerla una mercancía.
Hace apenas unos meses, el mundo se vio plagado de otra idea igual de improbable. Shakira y sus desventuras eran un himno a la fuerza de la mujer. No era tan sólo un asunto doméstico y una crisis sentimental, explotada, de nuevo, para el mercado.
Sí, eso pasa, una y otra vez. Con uno y otro tema, valdría la pena pensar por qué se suceden los juegos que parecen destinados a confundirnos sobre qué es el feminismo o vaciarlo de contenido. Por eso, vale la pena insistir que el feminismo no es la lucha por un mundo sin hombres, ni la epopeya por el fin de la familia tradicional, la alabanza de una vida sin hijos, ni ninguna de esas perversiones.
El feminismo va de pensar realidades concretas. Preguntarnos, quizás, por qué la jornada empieza más temprano para una madre trabajadora y qué estructura podría aliviar esto. Se trata, como lo hizo en su tiempo, Concepción Arenal, de darnos cuenta que las mujeres no eran menos inteligentes sino peor educadas. Como no somos más débiles, más sentimentales, ni siquiera más limpias ni ordenadas.
Algo pasa o hace el feminismo, con esa capacidad de invitarnos a mirar todo. A entender, incluso que no todas las pretensiones de las mujeres pueden homogeneizarse. No todas buscan lo mismo, no todas quieren lo mismo. Hoy, que vemos la diversidad de pensamientos, que hay ideas socialistas, socialdemócratas, liberales y otras en el crisol. Lo que parece fundamental es darnos cuenta que la lucha está bajo ataques en todos los flancos. Incluso, hay quienes advierten que no es el feminismo lo que se aspira erradicar sino todo lo que quieren y son las mujeres.
Mientras el viento esté soplando así, bien vale hacerse de fuertes nudos para mantener el rumbo y el ojo despierto ante cualquier cosa que no es otra cosa que el mercado tomando temas que pueden impulsar las ventas.