Más que las películas de Disney, más que la Coca Cola, el arquetipo cultural estadounidense es la muñeca Barbie que las niñas desean tener, y hasta esperan recibir de regalo los 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer.
Coincidiendo casi con la efemérides, Irán ha presentado a Sara, su versión de Barbie, y a su pareja, Dara, que es el Kent iraní.
Barbie, que nació en 1959, fue la primera muñeca adulta de la historia, con voluminoso busto que escandalizó al mundo. Sexy y liberada, era un remedo de Marilyn Monroe, y para la propaganda soviética y antiamericana de entonces representaba el capitalismo decadente entregado a las bajas pasiones; pero envidiado.
Cayó la URRS y Barbie permaneció. Ahora, el Ministerio de Educación iraní creó a Sara y le dio menos busto y una falda roja que lleva sobre unos pantalones amplios. Cubre la cabeza con un gran pañuelo blanco que deja ver un rostro algo más infantil que el de la Barbie original. Su novio, Dara, recuerda a un cosaco ruso, y parece tan panoli como Kent.
Las niñas de todo el mundo ya tenían muñecas antes que naciera Barbie, cierto. Pero creó un arquetipo, y Sara, la recatada y más asexuada islámica, imita lo que simboliza la libertina yanqui: el género de vida norteamericano, el del envidiado imperio del mal.
Las niñas iraníes tendrán a Sara, pero querrán poseer a su original, a la verdadera Barbie.