Revista Historia
¿Ildefons Cerdà se inspiró en la cábala cuando revolucionó el urbanismo barcelonés con la construcción del Ensanche?
Ofrecemos la traducción del artículo “Cerdà, la càbala i l’Eixample” de Sílvia Marimon, publicado en el diario “ARA” de Barcelona, al tratarse de un tema de interés para muchos de los lectores y lectoras de El Masón Aprendiz.
Cerdà, la cábala y el Ensanche
¿Ildefons Cerdà se inspiró en la cábala cuando revolucionó el urbanismo barcelonés con la construcción del Ensanche? Puede parecer osado, pero esta es la tesis que defienden, con mapas y dibujos, el historiador y catedrático de la Universidad de Barcelona Francesc Xavier Hernàndez Cardona y la artista Mar H. Pongiluppi en “La Barcelona de Cerdà. La càbala i la construcció de l’Eixample” de Angle Editorial.
Hernàndez y Pongiluppi están convencidos que, cuando Cerdà proyectó el Ensanche, entre el 1854 y el 1855, se inspiró, incluso a la hora de decidir la medida de las manzanas de casas, en la mística judía. “Es una hipótesis, no lo podemos demostrar porque no hay documentación escrita, porque nadie hacía propaganda de seguir la cábala o de ser masón”, dice Hernàndez Cardona.
“La cábala -explica el hebraísta Manuel Forcano- es la mística del judaísmo que pretende descubrir los mensajes ocultos del texto bíblico”. Según la cábala, Dios creó el mundo a partir de diez emanaciones, como la energía, la fuerza y la sabiduría. El árbol de la vida sería el mapa de estas diez esferas (o sefirots) y es, según los autores, lo que se esconde detrás de las cuadrículas del Ensanche.
Las manzanas(*) y el salmo 133
Según la tesis del historiador y la artista, Cerdà articuló el árbol de la vida a partir de tres columnas (misericordia, severidad y, en el centro, equilibrio). El ingeniero trazó la columna de la misericordia a partir de la travesía romana; la columna de la severidad la definían las construcciones de la línea de la costa y la calle central, y la columna del equilibrio quedaba en medio y definía lo que sería el gran eje de la nueva ciudad. Así pues, la Universidad, por ejemplo, está ubicada en el Sefirot Daat (la emanación del conocimiento) y la Sagrada Familia se encuentra justo en el centro del camino del árbol de la vida que va de Tiferet (la belleza) a Jesed (la misericordia).
En las manzanas edificadas de casas, Cerdà les dio 113 metros de lado, 5 metros a las aceras y 10 metros a las calles. Todo ello suma 1333 o 133,3. “Posiblemente Cerdà escogió el 133 en reconocimiento al salmo 133 de Cántico gradual de David. Este salmo, que tiene tres versículos, 133,3, es utilizado en la iniciación de los aprendices masones. El salmo se considera un cántico de los peregrinos que salieron de Babilonia y crearon una nueva vida urbana, en una nueva Jerusalén”, dice Hernàndez.
El historiador siempre se ha sentido fascinado por el urbanismo del Ensanche: “Hace diez años empecé a investigar. Creía que Cerdà había aprovechado el catastro romano, pero no me acababa de encajar. Después también descarté la estrella de cinco puntas masónica -Washington es una de las ciudades que dibuja esta figura esotérica-”, dice Hernàndez.
La cábala arraigó en Cataluña a finales del siglo XII. Esta mística del judaísmo nació en Narbona y hubo una escuela importante en Girona y otra en Barcelona: “La de Girona era más propagandística, en Barcelona, en cambio, todo se hacía con mucho más secretismo, no se escribía nada porque no querían que quedara rastro de nada”, dice Forcano. “Cerdà podía tener conocimientos sobre la Cábala pero no ser cabalista. Para ser cabalista tenías que haber nacido en una familia judía, haber empezado a estudiar la Biblia a los tres años, tener más de 40 años y tener hijos, porque ser padre es señal de sabiduría. Además, uno mismo no podía decidir estudiar la Cábala, tenía que venir un cabalista y ofrecértelo”, detalla Forcano.
Sea como fuere, Hernàndez y Pongiluppi apuntan que cuando Cerdà ideó el Ensanche lo hizo con los sefirot como puntos neurálgicos de la ciudad. “Un siglo y medio después de su construcción, el Ensanche de Barcelona encajaba, sin muchos problemas, a pesar de varias transformaciones urbanas, sumas de infraestructuras y el impacto de la circulación de los automóviles con motores de explosión, unos artefactos que Cerdà no habría podido ni imaginar”, añade el historiador.
“El libro, pero, es sobre todo un homenaje a Cerdà, a quien no se ha reconocido bastante”, dice Hernàndez. “Cerdà dibujó una ciudad igualitaria y destrozó la idea de barrios de primera y de segunda, y de resultas de esto los grandes propietarios y los especuladores manifestaron por Cerdà un odio explícito que se perpetuó durante decenios”, destaca Hernàndez en el prólogo del libro.
Fuente: Diario “ARA”
(*) Manzana o cuadra: Ílla de cases (isla de casas) en catalán.