Muy buenos días desde La Barra Beatles. Hoy seguramente vamos a desatar una polémica, o a revivir una antigua, pero nadie permanecerá tranquilo e indiferente. A partir de 1976, o por ahí, se armó una especie de Club de Fans de Genesis con asiento en el Bar Los Pinos, sito en la avenida Corrientes, entre Rodríguez Peña y Montevideo. Hace muchos años pasó a mejor vida, o no, nunca lo sabremos. Allá se daban cita distintas clases de hipones y hiponas de diferentes pelajes y barrios, pero con una consigna: hablar todo el tiempo y de modo enfermizo de Genesis.
Por Jorge Garacotche
No hacía mucho que la banda de rock progresivo inglesa era publicada en Argentina. Por ese tiempo acá se conocían discos de esos grupos un año después de editados en el exterior, incluso si tenían éxito empezaba una desordenada edición de discos viejos y uno no sabía de cuándo era cada uno. Tiempos de la Dictadura Cívico Militar que también intentaba hacer desaparecer al arte.
Al principio hablé de una vieja polémica y la verdad que este tema, “Te seguiré, me seguirás”, al ser editado armó un kilombo bárbaro. Ya en el disco anterior hubo un tema que dividió aguas y empezó a incomodar a varios, el susodicho era “Tu manera muy especial”, del álbum “Wind and wuthering”. Haciendo apología de una frase talibán de Pappo, la gente decía algo así como que, con esa canción, Genesis “ablandó la milanesa”. Eran tiempos de cerrazón, de no dejar pasar ni una, de prejuicios bien clavados en la madera de los cerrados y no había negociación. Se discutía, se peleaba, se menospreciaba y puteaba, total era gratis, no estaba dentro del salvaje plan Martínez de Hoz.Por esos años, la gente del Prog pensaba que la evolución no existía, tenía la certeza de que nada debía cambiar, que toda variación debía ser firmemente castigada. Para colmo se les venía encima la década del 80, que iba a degollar a más de uno y sin preguntar. “Tu manera muy especial”, para mí un tema extraordinario, fue duramente cuestionado por el Departamento de Amargos, pero no rodaron cabezas, se lo comentaba en voz baja y en algunas reuniones.
Habíamos leído una noticia fatal: el guitarrista Steve Hackett abandonó la banda, un golpe durísimo para fans. Radio pasillo acusaba que Genesis se venía “vendiendo”, y no por una libra, sino que se cruzaba a lo comercial de la mano de Phil Collins. Hackett era un abanderado fiel de la vanguardia, su alejamiento sembraba dudas y temores, algunos insinuaban que podían borrarse definitivamente del club.
Las revistas hablaban de la edición del nuevo trabajo: “Y entonces quedaron tres”. No se sabía si era solo una realidad o una ironía. Yo compré el disco de inmediato y me voló la peluca, tiene un clima melancólico, onírico, que asombra. El anteúltimo tema, “La dama miente”, abría un camino hacia el pop, y de la mejor manera, pero generó serias críticas. Ahora, el tema que cerraba el disco, justamente “Te seguiré, me seguirás”, que a mi me encantó -melodía, rítmica, el berimbau que anda por ahí, el asombroso solo de teclado-, produjo un ataque de odio en muchos fans que aceleraron su salida del club.
Vamos a los altercados. Por ejemplo, muchos años después conocí a un amigo que prefiero no nombrar, hoy profesor universitario, que cometió una salvajada total (si lo nombro lo van a buscar y lo fusilan en la plaza pública). Ni bien compró el álbum, al escuchar la canción cuestionada primero se indignó, luego se levantó con furia descabellada, fue hasta el equipo, sacó el disco y lo rompió por la mitad en medio de un rito pagano improvisado ahí nomás. Lo peor es que conocí a varios que lo hicieron o, al menos, lo pensaron. Así era el mundo prog por ese tiempo, con sus amores elegantes y esos odios inflexibles e irracionales.
El tema comienza con dos guitarras armando un hermoso riff cuasi latino de Mike Rutherford. Una de las violas usa un “Flanger”, un amado efecto por esos días. El hi-hat es golpeteado con suavidad, sobreviene un fill delicado en tacho y tones, y aparecen las cuerdas con esos acordes inventados por Banks.
“Soft pop music”, me dijo una tarde en su living de Belgrano un soberbio ingeniero amigo, y de modo despectivo, yo desde lo barrial le sugerí: “andate a cagar…”
Collins se descubría como un cantante descomunal que venía de bailar con la más fea: nada menos que reemplazar a Peter Gabriel, te la encargo. La melodía tiene una dulzura que, como no podía ser de otra manera, se metió por todos lados, sean boliches, radios, programas de la tele, arrasó con todo y abrió un camino que no existía para Genesis, ni para el progresivo. Bienvenido sea.
Bueno, no les puedo explicar la guerra dialéctica que se desató en el bar Los Pinos, menos mal que Hegel y Marx eran parroquianos de otros cafés.
Ahí, una vez más, le tengo que dar la derecha a las mujeres. Fueron ellas quienes trajeron una lista nuevita hablando de dulzura, romanticismo, exquisitez, renombrando lo etéreo, aquellas cosas que lanza el mundo femenino pero que el infierno masculino rechaza con vehemencia de cuadrado, de retrógrado sin remedio.
Un pianista conocido, estudiante de un conservatorio y habitué de Los Pinos, nos dijo con cierto enojo: “es un tema muy simple en términos de estructura, tonalidad, letra, la armonía recorre acordes conocidos…” Gritaban eufóricos los avinagrados, reafirmando las frases y solidarios con el acusador, otros lo miramos con pena, pero fue Marita quien le explicó: “o sea que si el tema viene complicado te hacés el que entendés, pero si va por el lado de la simpleza te enojás porque no sabés de qué se trata…”
La cantidad de gente que fui conociendo que se arrimó a Genesis por este tema es innumerable, la legión de oyentes que ganó el prog porque escuchaban “Te seguiré, me seguirás” y no tenían mejor idea que investigar hacia atrás para ver qué era esta banda y qué significaba el progresivo. Qué maravilloso conseguir eso, hacer un llamado espiritual que contagie la curiosidad desde la belleza, llevar la exquisitez de lo popular hacia los oídos de los “finolis”, esos científicos sin ciencia que se aburren en lo gris.
El álbum “Y entonces quedaron tres” alcanzó el puesto número 3 en el Reino Unido, el 6 en Italia, el 2 en Francia y el 2 en Alemania, una enorme campaña. En Estados Unidos llegó al puesto 14, convirtiéndose en el primer disco de oro de Genesis en dicho país, algo impensado unos años antes. Posteriormente logró el disco de platino, los números iban abriendo otros caminos.
Al tratarse de un repertorio más directo y accesible, los seguidores, seguidoras y ventas del grupo aumentaron de forma considerable, principalmente por el éxito de la canción «Follow You, Follow Me», la que se convirtió en el primer éxito importante de Genesis en los Estados Unidos. Todo esto lo leímos en una conocida revista de ese tiempo. Mientras tanto, en Buenos Aires se hablaba de Genesis más que nunca.
Seguramente mucha gente de aquella época hoy sonreirá al leer esto y recordar sus tiempos de duro, de cerrado intransigente y que intentó incendiar la década del 80 cada vez que pudo. Hoy creo que la gente joven es más abierta en estas lides, escucha un poco de todo y elije en un amplio menú. Todo es entendible. También es cierto que los que fuimos pibes en los setentas tuvimos alrededor de nuestras orejas cosas realmente maravillosas, de eso no hay duda. Canciones, bandas, instrumentistas, que pusieron la vara demasiado alta. Hoy los pibes se asombran con eso del virtuosismo general. Para nosotros era común, pero ojo, a no creer que todo era una genialidad. Cuando escucho algunas cosas “grasas” de esos años compruebo que el espanto no tiene época. Que nadie sea ingenuo creyendo que todo era Genesis, Yes, Pink Floyd, Spinetta, Pastorius y Charly García, nada que ver.
A veces, en canales berretas pasan películas de aquellos años y la música que se oye es lamentable, y pensar que escuchábamos eso, lo teníamos alrededor, en las radios, bares y boliches. Quizás la gran diferencia está en los productores, en los sellos, los medios. En esos tiempos había espacio para otra música, más allá de lo que dijeran las ventas; hoy quien no vende es expulsado a la calle como si fuera el peor de los delincuentes. Ahora todos gritan, son eufóricos, grandes danzarines y vedettes, saltan pareciendo más formados en un gimnasio que en un conservatorio.
Hace rato que firmaron el decreto que obliga a la alegría permanente, a mover todo el cuerpo, pero sin invitar al cerebro, a ese ni lo llaman. Es más, si llegan a aparecer los patovicas lo van a sacar a empujones, a patearlo en el piso mientras le gritan que es un fracasado. Por eso a veces creo que cuando suenan canciones como “Te seguiré, me seguirás”, en medio de mucho de lo que se ve y se escucha, una multitud de viejos vinagres quisiera colgar una bandera que exclame: “Volvé, Genesis, te perdonamos”.
Jorge Garacotche - Músico, compositor, integrante del grupo Canturbe y Presidente de AMIBA (Asociación Músicas/os Independientes Buenos Aires).