Una de las primeras batallas que Zoido tuvo que afrontar nada más aterrizar en la alcaldía de Sevilla fue el relevo de los gerentes que estaban al frente de las empresas municipales.
Lo hizo gradualmente, primero confirmando en su cargo al de la televisión municipal Giralda TV, Pablo Castilla, por haber advertido al equipo de gobierno anterior de la delicada situación de la compañía y de la inviabilidad del modelo puesto en marcha. Ambas cuestiones consideradas por el nuevo equipo de gobierno como avales más que suficientes para aprobar su gestión y darle visos de continuidad.
Ante las críticas de la oposición que argüían que como gerente su responsabilidad en la mala marcha de la empresa era incuestionable, Zoido salía en su defensa argumentando que se había limitado a cumplir las órdenes recibidas del responsable político anterior, aunque cuestionándolas.
Es el único caso de permanencia en el cargo, aunque la empresa en cuestión esté casi a punto de desaparecer bajo la losa de una deuda estimada en cerca de 10 millones de euros en su corta vida.
La polémica en lo relativo a la gestión del equipo anterior en esta empresa está servida, puesto que el nuevo equipo municipal ha apuntado la posibilidad de acudir a los tribunales para exigir presuntas responsabilidades.
Después fueron relevados los demás, salvo el de Tussam, Carlos Arizaga, que fue el último de ellos y cuya destitución resultó de lo más extraña y además no supone ningún ahorro para la empresa, todo lo contrario.
El caso de Tussam no es comparable en absoluto con el de la televisión municipal. No se produjo su enfrentamiento con la dirección política anterior, todo lo contrario, de la mayoría de las decisiones que tomó la dirección política anterior fue su más fiel ejecutor. Tampoco el resultado de la gestión es como para enmarcarlo. Si los diez millones de euros son motivo de seria preocupación, qué decir de los casi 130 de la empresa municipal de transportes urbanos. Y en cuanto al clima laboral implantado en la compañía, nadie mejor que Zoido para saber a la perfección el grado de deterioro.
Sin embargo, Arizaga continúa ahí, incombustible, cobrando de las depauperadas arcas de la empresa con un cargo sin definición y con visos de continuidad. Que se sepa, Zoido aún no ha dado ningún argumento, como en el caso del gerente de Giralda TV, sobre el que sustentar tan extraña permanencia. Ni por qué su resistencia inicial, con previo aviso en las redes sociales incluido, a cesarlo y romper su vinculación actual con el Ayuntamiento.
Pero la cuestión de fondo en todo este asunto es que si a un gerente de una empresa municipal del Ayuntamiento de Sevilla, con el empaque y la relevancia que tienen todas, le basta con refugiarse en que cumplen órdenes del político de turno para salvar su gestión, ¿para qué necesitamos unos cargos tan estupendamente remunerados con la que está cayendo? ¿No sería entonces más práctico y, sobre todo barato, que se ejecutaran directamente las órdenes del político de marras sin necesidad de intermediarios?