Una vez más hemos visto a Rafa Nadal en una lucha encarnizada sobre una pista de tenis; una vez más hemos podido comprobar su sufrimiento y su dolor librando una batalla sin tregua contra su sufrimiento demostrando su hambre, sus ganas y su fuerza. Muchas veces nos hemos preguntado por qué Rafa lleva varios años jugando y ganando, cayendo y levantándose una y otra vez, superando todos los contratiempos que sus continuos problemas físicos le crean. Y no somos capaces de imaginarnos el tremendo dolor que este grandísimo deportista es capaz de soportar sólo por seguir manteniendo la ilusión por ser el mejor, esa misma ilusión que le hizo irrumpir en aquella copa Davis en que se dio a conocer a todo el mundo.
Nadal lleva desde hace años inmerso en un desafío más exigente que el más fuerte de sus rivales y que le lleva hasta el límite más y más cada vez. Nos referimos a esa dura batalla que tiene lugar en su interior entre su fuerza mental y sus limitaciones físicas. Ha sido esta dura batalla la que le ha llevado a alcanzar dos veces el número uno y la que le ha impedido mantenerlo con regularidad aunque, seguro que es precisamente por esta exigencia a la que le somete sus maltrechas rodillas, sus manos, su espalda, o lo que sea, por la que su mentalidad está forjada en acero y es capaz de levantar partidos que cualquier otro perdería. Eso es lo realmente admirable de Rafa Nadal, su capacidad para sufrir.
En la final del Open de Australia Nadal iba como una exhalación hacia un nuevo título de Grand Slam, ganó a todos los que se le pusieron por delante, incluso a Roger Federer su otrora verdugo, que ya no supone más que un escollo en el camino. Todo parecía más sencillo tras la eliminación de su máximo oponente al número 1, el serbio Djokovic, pero el destino le reservaba una sorpresa. Rafa comenzó mal. Un tirón en su espalda durante el calentamiento le avisó de que esta vez no iba a ser tan fácil. En un partido lastrado por sus problemas, acabó perdiendo contra un rival que ha hecho un torneo excelente, pero en realidad perdió contra sí mismo porque su cuerpo le volvió a jugar una mala pasada y le obligó a saltar a la pista mermado. De nuevo su lucha interna se hizo patente en sus gestos de lamento y de abatimiento. Sin embargo, debemos quedarnos con su frase del final: nos vemos dentro de 12 meses. Su cuerpo le ha vuelto a desafiar y él ya ha aceptado una nueva batalla.
Dicen que todo ser humano tiene una difícil batalla en su interior y que del resultado de esa lucha depende nuestro paso por la vida. Rafa Nadal nos enseña cada día cuál es la suya. Gracias campeón.