Revista Cultura y Ocio

La batalla de Salamanca

Por Joaquintoledo

batalla-de-salamancaEscrito porJoaquín Toledo, especialista en historia del mundo, historia antigua y  con amplia experiencia en investigaciones sobre conflictos bélicos.

Cuando Napoleón invadió España, esta última se vio obligada a  un humillante tratado:  ayudar a Napoleón en su guerra contra Gran Bretaña. Sin embargo, cuando en 1808, el caudillo intentara colocar a su hermano José Bonaparte en detrimento de Fernando VII, los españoles decidirían rebelarse ante tal ofensa. Definitivamente,  Napoleón había excedido todos sus límites de ambición. Desde hacía tiempo atrás la población ya había mostrado cierto recelo a causa de “solventar” a las tropas extranjeras en España, hubo episodios de inestabilidad política como el motín de Aranjuez. Para 1808 Francia ocupaba España y Portugal, pero gracias a la fuerza expedicionaria inglesa, Portugal fue liberado en 1809  y los franceses se retiraron de allí. El ejército inglés intentó marchar hacia Madrid pero luego de la batalla de Talavera, ambos bandos quedaron tan desgastados que se retiraron a sus respectivas posiciones. Para liberar España, faltaría más tiempo.
Napoleón no se quedó en sus laureles y envío a André Massena al mando de un ejército considerable, el cual debía recuperar Portugal. En dicho país estaba Wellington comandando a la fuerza expedicionaria inglesa, además de muchos voluntarios de Portugal, que conformaban la milicia portuguesa. Pero el inglés fue más astuto y retirándose hacia la línea de Torres Vedras decidió esperar allí para luego, cuando los franceses se retiren, perseguirlos y aniquilarlos pues no eran bienvenidos en Portugal, así que confío en que quedarían desabastecidos. Así fue, en la batalla en Fuentes de Oñoro, los franceses fueron acabados. Napoleón se alarmó, pues esto le permitió a Wellington avanzar hacia Badajoz y Ciudad Rodrigo.  Ambas ciudades cayeron luego de ardua resistencia, en la primera ciudad, a propósito, sus hombres cometieron todo tipo de crueldades.
Para ese entonces las cosas no podían ir peor para Napoleón, pues se alistaba para invadir Rusia  y necesitaba tropas de todos los frentes. Eso hizo que Wellington se entusiasmara con una nueva ofensiva para 1812. El ejército español contribuiría distrayendo a los franceses, mientras que los ingleses avanzarían para entablar batalla contra el mariscal Marmont y derrotarle para avanzar por el valle del Duero y asaltar Madrid.  Este mientras tanto, esperaba recibir refuerzos al mando de Bonet quien venía desde Asturias con 10 mil soldados para apoyarle en Salamanca, ciudad que había sido destruida en parte para construir fortificaciones. El 17 de junio de 1812 llega Wellington a dicha ciudad y comienza rápidamente a instalar sus baterías para rendir las posiciones franceses que en ese momento ocupaban cuatro edificios, pero todos con gruesos muros de piedra.

Marmont dejó la ciudad para tentar a Wellington a seguirlo, mas no funcionó así, pero al acercarse nuevamente los ingleses salieron a hacerle frente. Mientras tanto, los cañones anglosajones castigaban a las fortificaciones, los ejércitos llevaban mirándose varias horas pero nadie hizo nada. Poco después se produjeron unos enfrentamientos mínimos entre unidades de infantería pero nada trascendental. Para el 21 de junio hubo un calentamiento, un previo, a la batalla de casi un mes después. Ambos ejércitos se encontraron frente a frente, con parte de los ingleses en una pequeña colina y con 8 mil soldados de ventaja.

Mientras tanto, los fuertes de Salamanca habían caído luego de una semana de asedio prácticamente. Wellington se preparó para derrotar a su enemigo decisivamente, pero Marmont no le hizo frente a sabiendas de la ventaja de este. Los franceses huían al norte para refugiarse detrás del río Duero, por Valladolid, para esperar a las fuerzas provenientes de Asturias. Tuvieron algo de suerte y acamparon entre Toro y Tordesillas.  Recién el 7 de julio Bonnet llegó con los respectivos refuerzos y decidió tomar la iniciativa luego de hacer que las tropas descansen y se elabore un plan inteligente.

El 16 consiguió cruzar el río Duero, se percató que los ingleses lo seguían pero nunca quiso hacerles frente, hasta que la situación fuese conveniente para él. Intentó flanquearlos pero los aliados ingleses y portugueses también lo evitaron. Así pasaron los siguientes tres días intentando flanquearse, quizá en una ridícula pérdida de tiempo. Para el 20 ambos se dirigían hacia el sur, a la vista y paciencia uno de otro ejército, llegando a estar a escasos 500 metros, pero se respetaron y continuaron la marcha. En Cantalpino se separaron, Wellington hacia Salamanca, Marmont hacia Huerta para aislarla de Portugal. Wellington, para el 21 decidió cruzar el río Tormes en Santa Marta y dirigirse hacia el sur de dicha ciudad. En el norte los franceses cruzaban el río para intentar flanquear al ejército aliado y recuperar Salamanca.

Una nueva derrota para Napoleón

En la noche llovió mucho  y la descarga eléctrica en el cielo fue intensa. Los ingleses vieron esto como un símbolo a su favor y creyeron firmemente en que ganarían la batalla. El amanecer del 22 de julio de 1812, Wellington se informó que del otro lado del Tormes solo había una división francesa, Marmont se había alejado hacia el oeste. Entonces el inglés decidió atacar y repartió su ejército en un frente de modo que consiga evitar ser flanqueado por el norte o por el sur, además,  su posición era más ventajosa. La colina de Arapil Grande fue tomada por los ingleses luego de librar un corto enfrentamiento contra las tropas de Napoleón, una posición indispensable para así poder establecer artillería. Sin embargo,  no pudieron hacerse con la colina de Arapil Chico, muy bien defendida.
La lucha de hecho ya se había trabado al oeste en el pueblo de los Arapiles entre la infantería, los franceses utilizaron artillería y se trabó un duro combate entre ambas fuerzas. Los franceses estaban totalmente desorganizados desde un inicio  y les costó mucho marchar hacia el oeste, en realidad, pensaron que los ingleses se retirarían, pero la polvareda no les permitió bien analizar los movimientos enemigos. Wellington estaba atento a esto y llegada las dos de la tarde cabalgó hacia Aldeatejada, allí ordenó dirigirse hacia el sur para así poder dirigirse a las lomas, desde una determinada altura barrer a los franceses con la artillería.

Ordenó a sus dos generales, Leith y Packenham que aquel que desembarazase primero de las tropas vaya en ayuda del otro. Se dirigió a una pequeña colina para ver la batalla.  Packenham derrotó a Thomieres, mientras la caballería de ambos bandos ya chocaba y se hacía estragos. A esta altura, la batalla era cualquier cosa menos organizada, sólo del bando aliado se conservaba algo de estabilidad.  Leith hizo lo suyo con sus enemigos, por loque los franceses retrocedieron, las unidad desbaratada por Packenham llegó a dicho lugar y las dos divisiones francesas fueron borradas del mapa. Marmont, en el fragor de la batalla fue herido y lo sucedió en el cargo Claussel. Trató de organizar la defensa pero Cole avanzó sobre Bonnet en Arapil Grande, por fortuna para los franceses, aquí triunfaron ellos  y los aliados se batieron en retirada. Claussel debía aprovechar esta oportunidad para ganar la batalla definitivamente, y lanzó las tres divisiones que le quedaban, pero Wellington atacó con otras dos, las de Hope y Clinton que había reservado especialmente.

Mientras tanto Packenham y Leith trababan en el flanco una sanguinaria batalla contra la caballería pesada de Le Marchant, que estos perdieron, la división de Ferey les cubrió la retirada. Era ya de noche y las divisiones que Claussel envió  fueron  también desbaratadas y dispersas, dejando el campo con  un mar de muertos.  Los franceses cruzaron el Tormes totalmente desmoralizados, mientras que Wellington entraba a Salamanca apoteósicamente. Había ya derrotado al tercer ejército francés desde su llegada. Luego avanzaría sobre el valle del Duero y tomaría Madrid. Su campaña no fue decisiva pues luego hubo de retirarse hasta las líneas portuguesas de nuevo debido a los refuerzos que llegaban desde Francia, empero las 13 mil bajas que ocasionó a los franceses en una sola batalla, contra 5 mil de los suyos, les demostró a todos que Napoleón no era invencible ni siquiera en tierra.


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