Revista Cultura y Ocio

la batalla de salga

Por Julio Alejandre @JAC_alejandre

Este 25 de julio, día del apóstol Santiago, se cumplen 440 años del "desastre de Salga", un olvidado -y fracasado- desembarco español en la isla de Terceira, en el archipiélago de las Azores.

En pleno conflicto por la sucesión al trono portugués, Felipe II envió una armada al mando del almirante Pedro de Valdés para proteger las Flotas de Indias de la rapacidad de los corsarios que mareaban aquellas aguas, consolidar su dominio sobre las islas que le eran leales e intentar un acercamiento con las "rebeldes". Pero el almirante Valdés, ávido de gloria y fama, intentó conquistar por su cuenta la isla de Terceira, que estaba controlada por los seguidores de Antonio de Avis (el otro pretendiente al trono luso), y la madrugada del 25 de julio desembarcó tres compañías de infantería en la bahía de Salga, al sureste de la isla, cerca de la actual localidad de San Sebastián. Las tropas hispanoportuguesas (había también portugueses en el bando de Felipe II) vencieron la resistencia inicial de un baluarte costero y se hicieron con una cabeza de playa en la que desplegarse, pero la población de la isla reaccionó con presteza. Las campanas de las iglesias dieron la voz de alerta y las milicias locales y voluntarios de los pueblos y caseríos aledaños acudieron a Salga para combatir a los invasores. Durante la mañana la contienda estuvo igualada, pues las tropas de Valdés, aunque menores en número, estaban mejor disciplinadas y formaban un cerrado cuadro de piqueros y arcabuceros que resistía con firmeza los embates de los defensores. Así las cosas, a un sacerdote que acompañaba a la milicia de Terceira se le ocurrió la idea de reunir un gran hato de vacas y lanzarlo contra los felipistas. La estratagema desordenó el cuadro y dejó a los soldados a merced de una nutrida e irritada hueste que los barrió del campo. Los vencedores se ensañaron con los vencidos e hicieron una carnicería que los diezmó. Una carabela de la armada recogió a los escasos sobrevivientes que consiguieron alcanzar la playa de Salga.

Según las crónicas, en el campo de batalla quedaron más de trescientos soldados con todos sus capitanes. Uno de ellos era el hijo de Pedro de Valdés y otro un sobrino de Álvaro de Bazán, quien, dos años después, precisamente otro 25 de julio, acabaría haciéndose con la isla.


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