Revista Cultura y Ocio

La Batalla de Schellenberg

Por Joaquintoledo

La Batalla de SchellenbergDurante la Guerra de Sucesión Española, conflicto acaecido entre 1701 a 1714, se estableció una alianza entre los alemanes de Baviera y los franceses la cual había conseguido cerrar con broche de oro la 1era Fase del conflicto en 1703. Después de ello, los efectivos de la coalición consiguieron retirarse a descansar durante el crudo invierno. Esto fue un tranquilo para sus enemigos la coalición liderada por Inglaterra y que compartían Austria, algunos estados italianos, Países Bajos y parte de Alemania. Ya respirando más tranquilos, hicieron lo mismo: retirarse al descanso. Tal vez, de haber sido otra época del año las tropas borbónicas habrían colocado tranquilamente un sitio en Viena, y es probable que se hubiese generado un gran revés en el conflicto para los imperiales y toda la coalición. Ahora bien, cuando hablamos del frente oriental, nos estamos refiriendo a la frontera que Francia comparte con las actuales Bélgica y Alemania. En la primera zona, los borbónicos confiarían la dirección de sus fuerzas a Villeroi. Mientras tanto, en los territorios germanos, que una vez bajo total control francés deberían facilitar el camino hacia Viena, Villars fue sustituido como comandante en jefe de las fuerzas borbónicas en el frente oriental. A éste último, a pesar de los recientes triunfos, se le imputó falta de iniciativa. De todos modos, pudo continuar ejerciendo el mando como subordinado en el frente y más tarde llegó a ser mariscal y su carrera alcanzó la cúspide hacia el final del conflicto. Su reemplazo fue el conde Fernando de Marsin alguien que, irónicamente, era de tomar muchos menos riesgos que su antecesor. El citado conde compartiría el mando también con otro destacado: el Elector Maximiliano Emanuel II de Baviera-quién dirigía a los bávaros alemanes-. Entre otros de los militares destacados a favor de Francia podemos citar a Camille d'Hostun, duque de Tallard.

En París y Madrid se creía que el inicio de 1704, marcaría el fin del conflicto tras la caída de Viena y el quiebre final de la coalición. En efecto, después de las victorias del año anterior, se creía que los Aliados estaban ya postrados. Lo cierto es que al conflicto le restaba casi una década más. E inclusive los enfrentamientos se tornarían mucho más violentos que antes. En el bando aliado, tenemos como principal protagonista y director de las fuerzas de la coalición a John Churchill, 1er duque de Marlborough. Si bien en el capítulo anterior no se le hizo gran mención, esto radica sólo en el hecho de que a partir de la 2da fase del conflicto, es donde su presencia alcanzaría mayor notoriedad. Nacido el 26 de mayo de 1650 en Devonshire, Inglaterra, fue un hombre que tuvo contacto con el ámbito castrense y político casi desde que tenía uso de razón. Su padre había estado al servicio de Carlos II y la familia vivió algún tiempo en Irlanda, donde trabaron muchos contactos con la nobleza. Su progenitor despertó en el muchacho su deseo de ser militar y lo condujo a unirse a las filas del Ejército Inglés. En 1667 ya era alférez. Su primera experiencia de guerra fue en Tánger, un frente norteafricano que era posesión de Inglaterra, donde luchó contra los moros. Después participó en la Guerra Franco-holandesa al servicio de Jacobo Estuardo. Participó con hidalguía y valor valiéndole el reconocimiento de esta casa, así como la de los mismos Borbones. Llegó a ser coronel y ganó varios combates. Durante la Revolución Gloriosa, si bien en un inicio apoyo al bando católico y al rey, terminó pasándose a Guillermo III, pues era un anglicano convencido. Gracias a su también destacada participación, se le otorgó el título de Conde de Marlborough. Cuando Inglaterra ingresó a la llamada Guerra de los Nueve Años (1688-1697) se colocó en contra de Francia, y Churchill sirvió en varios frentes. Empero, sufrió un revés, ya que en 1692 fue destituido de todos sus puestos y cargos como civil y militar. Fue enviado a la torre de Londres, pues se le acusaba de seguir teniendo contactos con el rey Jacobo. Esto no era del todo incierto, pero al menos se trataba de una amistad que se mantuvo a pesar de las diferencias ideológicas y religiosas, y eso era todo...Por fortuna para Churchill, después de cinco semanas de estar preso, se le libertó otra vez, al mismo tiempo que le eran restituidos todos sus puestos y títulos. A pesar de que sus detractores seguían por todas partes, y a menudo se le acusaba de favorecer a los enemigos católicos, su experiencia en el combate no pudo ser ignorada, y luego de que Inglaterra ingresase formalmente a la Guerra de Sucesión Española, el 4 de mayo de 1702, tras declarar el estado de beligerancia a París, fue entonces nombrando como jefe máximo de las fuerzas aliadas de Inglaterra, Países Bajos y Alemania en tierra, concretamente en el frente oriental. Si bien encontró también cierta hostilidad, pronto consiguió capturar algunos puertos y pueblos de los llamados Países Bajos españoles-la mayor parte de Bélgica hoy en día-. Sus primeros meses en el frente, de todos modos, no fueron muy buenos que digamos. En especial, se le imputó parte de la culpa a causa de la estrepitosa derrota que los holandeses sufrieron en junio de 1703 en la Batalla de Ekeren. Esto generó un desaliento generalizado en todo el frente y el año siguiente, 1704, parecía empezar, desde luego, con el pie izquierdo para los Aliados.

La Batalla de Schellenberg

Pero allí estaba John Churchill dispuesto a redimir su imagen y por sobre todo a invertir los últimos angustiosos resultados. El primer paso, era asegurar la capital Viena, la cual volvería a quedar vulnerable frente a los ejércitos borbónicos una vez finalice el invierno de 1703-04. Para ello, el 19 de mayo, con fuerzas reorganizadas, el inglés partió desde Bedburg, cerca a Colonia, dando inicio a una nueva campaña y a la 2da fase del conflicto en este frente. Previamente, el duque de Marlborough trató de engañar a sus enemigos Villeroi y Tallard, haciéndoles creer que el ataque se llevaría a cabo a través de Alsacia o Mosela, en lugar del Electorado de Baviera. Empero, ni los franceses ni sus aliados alemanes, cayeron en la trampa durante mucho tiempo, y se prepararon para el inminente ataque de la coalición, pues los comandantes borbónicos sabían que Churchill estaba tratando de frustrarles su tentativa de llegar a Viena. La actitud del inglés, obedecía también a una posibilidad de ofrecerles a los bávaros incorporarse a la Alianza. Como fiel colaborador en el combate, el conde Malborough, iría acompañado por Luis Guillermo de Baden, a quién ya hemos hecho referencia en el capítulo anterior y que dirigía en particular las fuerzas imperiales austríacas.

Los ejércitos aliados, en una marcha que llegó a entenderse más de 400 km, trabaron un primer contacto con algunos enemigos en Launsheim, si bien no hubo enfrentamiento significativo. Para entonces era ya casi finales de junio y el ejército de la coalición tocaba los 80 mil efectivos, de los cuales unos 20 mil estaban a plena disposición de Malborough. Además, a eso hay que sumarle otros 20 mil más en camino. La osada aventura de Churchill marchaba muy bien hacia mediados de 1704, pues el Ejército franco-bávaro se hallaba alrededor de Ulm, y no era tan numeroso como el que ofrecían los aliados. Por otra parte, el Electorado de Baviera tenía a sus efectivos dispersos en una gran cantidad de guarniciones. Era obvio que el avance del Conde de Malborough se hacía peligroso y por ello, las tropas borbónicas recibieron el aviso de que serían auxiliados a fines de julio por refuerzos frescos desde territorio francés. Mientras tanto, sólo podrían contar con 40 mil efectivos combinados contando los del electorado así como los que ofrecerían el Conde de Marsin. Estas fuerzas no estaban listas para hacer frente al enemigo en campo abierto, y por lo tanto se dirigieron a un campo base muy fuerte ubicado entre Dillingen y Lauingen, en la orilla norte del Danubio. Esto puso a los Aliados en una situación difícil, pues se vieron obligados a no enfrentar al enemigo, pasando de largo y dirigiéndose más bien hacia Donauwörth, una localidad que de ser tomada ofrecería una base lo suficientemente importante como para mantener una comunicación fluida con los estados alemanes fieles a la Alianza. Asimismo se podría convertir en una base de abastecimientos, para cuando los ejércitos aliados crucen el Danubio rumbo a territorio austríaco propiamente dicho. Para fortuna de Churchill, sus enemigos Fernando de Marsin, Villeroi y Tallard no se percataron de sus intenciones en un principio.

El inglés cruzó el río Neckar y en el pueblo de Heilbronn tuvo un encuentro con el príncipe Eugenio, quién venía de realizar una destacada labor en Italia. La reunión, auspiciada por el Conde Wratislaw, se produjo en la ciudad de Mindelheim el 10 de junio. Tres días más tarde llegaba a la zona Margrave de Baden y sus tropas imperiales. En total, el ejército de los tres comandantes aliados, sumaba los 110 mil hombres. El plan era que Eugenio marche a las Líneas de Stollhofen con una fuerza de 28 mil hombres, para vigilar los movimientos de Tallard y Villeroi. Al mismo tiempo, Marlborough y Baden continuarían hacia el Danubio con 80 mil efectivos, tratando de evitar que el enemigo reciba refuerzos y se una de nuevo. Sin embargo, el solo no podía seguir siendo escondido con un dedo y para entonces ya era obvio que se planeaba varios enfrentamientos pero que el objetivo era Baviera y después Viena.

La Batalla de Schellenberg

Los mariscales franceses-Villeroi y Tallard- se reunieron en Alsacia para preparar rápidamente un plan de ataque que salvase Baviera, pero las rígidas normas francesas exigían que cualquier variación de las directrices iniciales debiera ser aprobada por Versalles. La aprobación de Luis XIV llegó recién el 27 de junio. El plan consistía en unir las fuerzas del Duque de Tallard con las del conde de Marsin y al del Elector. Villeroi entretanto debía atacar a los aliados en las Líneas de Stollhofen y debía proteger Alsacia. El 22 de junio, Churchill recibió algunos refuerzos en Launsheim y continuó su avance si bien dejó algunos remanentes a cargo de Baden. Los generales borbónicos se percataron de su inferioridad y decidieron establecerse en Dillingen en el Danubio, punto que, de ser atacado, sólo podría ser tomado con un buen e ingente armamento para asedios. Ahora bien, desde esta ubicación, fue enviado el Conde con 12.000 hombres para proteger la ciudad de Donauworth y la colina de Schellenberg. Obviamente, era una localidad que de ser fortificada podría convertirse en un bastión de resistencia considerable. Lastimosamente, los borbónicos no tomaron las medidas adecuadas a tiempo para reforzar estas posiciones. Entonces cuando la dirección del avance de las fuerzas aliadas se hizo evidente, Maximiliano, sugirió que tanto Donauworth como Schellenberg fuesen convertidas en bastiones inexpugnables cuanto antes.

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El conde D´Arco llegó allí junto con sus 12 mil efectivos, además de algunos refuerzos, incluidos algunos soldados de la guardia personal del mismo Maximiliano así como del Príncipe elector de Baviera. El punto fuerte de esta fuerza es que la mayoría de oficiales tenía veteranos. Los Aliados mientras tanto seguían su marcha ininterrumpida y hacia el 1 de julio, ya se hallaban en Amerdingen, a escasos km de Donauwörth. Churchill recibió un mensaje del príncipe Eugenio en la cual se le indicaba que casi 35 mil efectivos de las tropas borbónicas iban a apoyar a los 12 mil del conde d´Arco, lo cual terminaría por compensar la desventaja numérica del enemigo. Malborough entonces decide dar el golpe sin más dilaciones. Al día siguiente-2 de julio-las tropas aliadas retoman la marcha mientras, algo desesperados, los ingenieros borbónicos trabajaban sin descanso para fortalecer las defensas en estrecha colaboración con los soldados; empero, se admitió que al final se quedaron cortos de tiempo, pues el enemigo se avistó más rápido de lo que se imaginaba. Churchill ordenó que el ataque principal se realizara contra el fuerte, es decir, contra Schellenberg. D´Arco creyó que el enemigo esperaría hasta el 3 de julio, pero según las fuentes, anecdóticamente tuvo que interrumpir su almuerzo para marchar a disponer de las defensas, debido a que los Aliados estaban dispuestos a desperdiciar en el ataque cualquier cosa, menos tiempo.

El reto que las fuerzas Aliadas de Churchill tenían por delante no era nada sencillo, pues debían hacer frente a una ciudad amurallada. Como vemos este primer objetivo pasó a ser secundario, pues se prefirió tomar la mentada colina de Schellenberg, al noroeste de la urbe, pues como los preparativos se estaban realizando en último momento, las defensas parecían ser más frágiles. Además, el duque de Marlborough, tenía la convicción que si se tomaba la elevación se podría bombardear la ciudad y habría más posibilidades de reducirla antes que atacando esta primero. Finalmente se produjo el esperado asalto el 2 de julio, dando inicio así al la llamada, sencillamente, Batalla de Schellenberg. A pesar de la improvisación, las fuerzas borbónicas resistieron heroicamente hasta dos asaltos ocasionando graves bajas a los Aliados. Lastimosamente, en el segundo golpe, estos últimos perdieron al conde de Limburg-Styrum. Si bien los bávaros dieron un gran contragolpe, no pudieron derrotar definitivamente al enemigo rechazado. En efecto, Churchill entonces decidió cambiar de estrategia y recibió información acerca de un punto flojo en la defensa: entre las murallas de Donauwörth y el fuerte de la colina, con lo cual podría aislar ambos puntos. Las fuerzas imperiales de Margrave de Baden Baden, recibieron la orden de atacar la ciudad, e ingresaron en ella tras encontrar una mediana resistencia. En efecto, la mayoría de fuerzas del Conde d´Arco se hallaban en el fuerte de la colina y ahora estaban prácticamente aisladas. Después de haber ingresado en la urbe, Luis Guillermo de Baden no la ocupó, y se conformó con barrer las defensas, para luego marchar a otra embestida contra Schellenberg. Esta vez, los franco-bávaros, viéndose superados en número, no pudieron resistir, y finalmente se retiraron, siendo perseguidos en la huida. Muchos borbónicos murieron intentando cruzar el Danubio a nado, pues el puente más cercano había sido destruido. La batalla le había costado a Churchill unos 5 mil efectivos, entre muertos y heridos, muchos de ellos oficiales, llevándose la Batalla de Schellenberg la distinción de haber sido para ellos la tumba más grande para sus hombres en todo el conflicto en tan sólo un par de horas en un mismo día. Pero para las tropas borbónicas, las cifras sí eran verdaderamente escandalosas: 5 mil muertos-algunas fuentes señalan fueron 9 mil-entre ellos muchos ahogados, además de un cierto porcentaje de heridos, y alrededor de 3 mil prisioneros. Es decir casi la totalidad de los poco más de 12 mil efectivos con los que contaban al inicio. Pero para los Aliados no había celebraciones, puesto que las tropas franco-bávaras recibirían muy pronto sus respectivos refuerzos. Esto hizo que Malborough se decida a tomar precauciones y en los días siguientes se conformó con tomar el pueblo de Rain y ocupar Neuburg. De momento, debido a logística de recursos y armamentística, en especial por los indispensables cañones, tampoco se veía posibilitado a avanzar sobre Augsburgo o Múnich. El resto del mes de julio, Marlborough no tuvo clemencia alguna y ordenó a sus tropas devastar toda la región bávara, con el fin de que el Elector cambie de bando. Leopoldo mismo trató de convencer a éste último ofreciéndole facilidades, amnistía y un respaldo económico. Sus hijos y parte de su familia fue hecha prisionera para aumentar la presión sobre él y su tierra-Baviera-fue repartida entre Austria y el Elector del Palatinado. Sin embargo-a pesar de que no volvió a verse con sus parientes sino hasta 1715-Maximiliano se mantuvo leal a Luis XIV y los Borbones, por lo cual se deduce que la destrucción sólo fue en vano y quedó como un capítulo oscuro y trágico perpetrado por los aliados, sobre todo ingleses. Además esto incrementó el odio de gran parte de la población, lo cual a los aliados les valió el descrédito de algunos sectores civiles de alemanes. Probablemente uno de los combates más fundamentales de toda la Guerra de Sucesión Española.

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