El Jefe del Estado Mayor alemán, Erich von Falkenhayn planeó un ataque para debilitar (aún más) al ejército francés mediante una guerra de desgaste, y eligió la fortaleza de Verdún –noreste de Francia- por diversos motivos. Uno de ellos era que su diseño tan fortificado impedía un repliegue satisfactorio de las tropas defensoras ante una eventual retirada. El otro motivo era que dado el simbolismo patriótico que tenía para los franceses lo defenderían hasta el último aliento de vida, y dada la superioridad armamentística y de efectivos que poseían los alemanes, desangrarían al ejército francés y creían que así, darían un golpe casi definitivo sobre sus enemigos.
Monumento a los caídos y tumbas en Verdún
Fotografía: Oliver Kepka
El 21 de febrero al amanecer se inició la larga contienda que durante tantos meses y en un espacio de 32 km bañando de sangre la zona del pueblo fortificado. Intensos bombardeos, ataques de infantería, obuses, ataques con armas ligeras, artillería…Más de medio millón de bajas entre los dos bandos se contabilizaron al finalizar la batalla, entre muertos y heridos. Si bien los franceses causaron más bajas que los alemanes, la superioridad no fue tanta por parte de los germanos que esperaban una victoria mucho más rápida y amplia.
En la actualidad, más de cien años después, un monumento recuerda la batalla que hubo en el lugar y los miles de soldados de ambos bandos que fueron enterrados, sin identificar.