Por: Reynaldo Sarraute
Una grave crisis social se instala en nuestro país. En las barriadas más carenciadas, el hambre se extiende como una densa mancha de aceite. La pobreza, de la mano de un agudo deterioro del poder adquisitivo, invade el paisaje de trabajadores y sectores medios. Y el horizonte zigzaguea cuesta abajo para las PYMES, mostrando un porvenir de liquidación o quebranto que se va generalizando.
La actividad económica no para de caer. De enero a noviembre de 2016, cada mes arrojó un resultado peor que el anterior. Y nada parece indicar que se haya tocado piso. Al contrario, más de un pronóstico advierte que vamos hacia un colapso económico nacional.
En un mundo en crisis, el gobierno de Cambiemos insiste en aplicar políticas recesivas que achican el mercado interno, ahogan el consumo, debilitan el entramado industrial y vuelven nuestra economía más vulnerable ante la presión vendedora de los países centrales.
En el humor social se instala la incertidumbre, aparece la angustia. En los trabajadores y los sectores medios cunde la desazón. ”Nos sacaron calidad de vida”, "nos estamos yendo a pique”, “este gobierno es un desastre”, son algunas de las frases que se escuchan cada vez con más frecuencia. Y también crece la bronca.
Desde que asumió, el gobierno de Cambiemos sólo busca ganar tiempo. A la par, mete las manos en la lata, atropelladamente. Y dispara como nunca el déficit y la deuda pública para transferir riqueza hacia la oligarquía y el capital financiero, que apuran una creciente fuga de capitales al exterior (*). Mientras, repite y repite frases de utilería mediática: “que al salir del cepo cambiario vendrá una lluvia de inversiones”, “que en el segundo semestre”, “que en el 2017”, “que si ganamos las elecciones parlamentarias”… Y dale con patear para adelante y para afuera. Ni levanta la mirada. Ni le pone oído a la sociedad. Menos aún considera cambiar el rumbo actual. Todo lo contrario, hacia el pueblo, el único mensaje real es el de “sálvese quién pueda y cómo pueda”.
Por eso, a poco más de un año del debate presidencial, resulta claro que uno fue sincero, y el otro un vulgar embustero. Daniel Scioli no incentivó ninguna campaña de miedo, sólo trató de advertir a las familias argentinas cuáles serían las consecuencias de las políticas públicas que aplicaría Cambiemos si ganaba la elección. Mauricio Macri, en cambio, mintió descaradamente: estafó a cientos de miles de votantes que depositaron en él sus esperanzas.
Con la bronca ciudadana, y la falta de soluciones a la recesión, en el oficialismo asoman síntomas de crisis política. Renuncian abruptamente ministros y ejecutivos clave. Cambiemos pierde elecciones en el Parlamento y se agrieta en internas que pueden fraccionarlo (y no sólo ante el caso de la presa política de la oligarquía jujeña, Milagro Sala).
Aún cuando ganó en Nación, en la Provincia de Buenos Aires, en otras provincias y en muchos municipios de todo el país, el oficialismo no logra construir un bloque social y político hegemónico. Al contrario, cada vez son más los que lo perciben como un gobierno para muy pocos (“gobierno de ricos para ricos”).
Y los trabajadores y el conjunto de los sectores populares, obligados a pasar a la defensiva tras la derrota electoral de 2015, aún no acumulamos la fuerza suficiente como para torcer radicalmente el curso de los acontecimientos.
El gobierno necesita apoyo social para continuar con el ajuste oligarca. Y los trabajadores y el conjunto del pueblo necesitamos apoyo social para revertir democráticamente esta grave situación.
Así las cosas, el devenir del país y un mundo en el que campean factores de guerra mundial ponen a la orden del día la batalla del ´17.
Batalla que se libra desde hace meses en la calle, en multitudinarias manifestaciones en defensa de los derechos y las reivindicaciones de todos y cada uno de los sectores sociales atropellados por el gobierno.
Es la batalla que se da por alimentos; por la emergencia social; por tierra, techo y trabajo. Por paritarias que le ganen a la inflación; contra los tarifazos. Por un sano estímulo a la industria nacional. Por una mejor logística (ferroviaria, naval) que haga más competitivas las economías regionales. En defensa de la salud, la educación, la ciencia y la tecnología…
Batalla que se libra también en el Parlamento nacional, en los Parlamentos provinciales, en los Concejos Deliberantes. Que se libra con la unidad de intendentes y de gobernadores en defensa de presupuestos federales y equitativos.
Batalla que damos, además, con cada denuncia pública que pone al desnudo los intereses ocultos tras las políticas de Cambiemos.
La batalla del ´17 es una batalla crucial que no podemos perder. Y esto nos impone una tarea central insoslayable: necesitamos construir una muy sólida unidad. Unidad de las organizaciones populares. Unidad del sindicalismo. Unidad del movimiento peronista (base imprescindible para la construcción de un amplio y generoso frente nacional, popular y democrático, como nos sugieren Cristina Fernández de Kirchner, Daniel Scioli, Verónica Magario y otros dirigentes políticos de diversas organizaciones).
Necesitamos construir más unidad y mejor unidad. Una unidad que se exprese en las bases de los territorios y de las organizaciones libres del pueblo; que se manifieste en ámbitos regulares y estables de reunión, de debate, de organización y movilización; que contagie de sano espíritu de unidad a punteros y referentes y al conjunto de los dirigentes populares a todo nivel.
Más Macri es más ajuste. Es el país de 15 millones de habitantes. En cambio, el país de 40 millones requiere volver al rumbo de la justicia social, la independencia económica y la soberanía política, con espíritu federal y de integración latinoamericana.
Peronistas, kirchneristas, radicales alfonsinistas, socialistas, comunistas, izquierdistas, demócratas independientes, jóvenes y menos jóvenes, ciudadanos y ciudadanas que hoy vivimos peor que en diciembre de 2015, la Patria nos llama a dar un batacazo de unidad en las legislativas de 2017.
Diciembre de 2016.
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(*) ¡Si el mismo Macri, que posee decenas de empresas “offshore”, acaba de comprar un Banco con sede en la guarida fiscal de Bahamas!