Revista Cultura y Ocio

La batalla del Rio Granico

Por Joaquintoledo

Escrito porJoaquín Toledo, especialista en historia del mundo, historia antigua y  con amplia experiencia en investigaciones sobre conflictos bélicos.

Probablemente en toda la historia no haya una carrera militar tan extraordinaria como la emprendida por Alejandro el Magno, que siendo tan joven inició la conquista del mundo conocido hasta lo que su maestro Aristóteles le había indicado estaba el fin del mundo. Esa idea, sumado al odiado enemigo persa, le darían a Alejandro la personalidad suficiente para llevar a cabo una de las campañas militares más gloriosas y exitosas del mundo antiguo y de la historia. Dicha convicción le sirvió  pues el joven Macedonio se aventuró en una acción en la que ni ningún  griego había tenido éxito anteriormente, nada más y nada menos que invadir y derrotar al imperio persa. Pese a su juventud, el joven macedonio demostró tener las agallas suficientes para enfrentar al típico y odiado enemigo medio oriental, logrando así reivindicar su reino natal frente a los demás griegos, quienes siempre discriminaron a los macedonios tratándolos como bárbaros.

Antes de la primera batalla

Luego de terminar de someter Grecia a su causa, y de pacificar Macedonia, Alejandro podía decir que estaba listo para hacerse inmortal. Cuando el joven caudillo concluyó sus planes en Europa estaba listo para cumplir el sueño de su padre. Era el año 334 a.n.e.  cuando cruzo el Helesponto, lleno de sueños y esperanzas, con la juventud de su lado que hacían dudar a los millares de soldados que iban con él acerca de una posible victoria. Marcharon hacia Dascilio la capital de la satrapia de Frigia donde los persas aguardaban bajo el liderazgo de Memnon de Rodas. Pero además de este líder mercenario estaban los gobernadores locales quienes no dejaban actuar a Memnon a sus anchas y haciendo imposible un acuerdo con respecto a la defensa con un ejercito improvisado. Alejandro no quiso aguardar ni un momento y ayudando a un desesperado Parmenión decide acabar con el enemigo para introducirse de lleno en el imperio. Sus intenciones eran atacar sin dar tregua alguna a los persas, por otro lado, los persas, muy inferiores sólo buscaron o defenderse frontalmente contra la falange o simplemente aplicar la táctica de tierra quemada que hubiese sido muy favorable teniendo en cuenta que los griegos tenían provisiones sólo para un mes mas.

Esta táctica se le ocurrió a Memnon, y de hecho era muy astuta, pues los persas contaban con superioridad en el mar- Por ello, cortando las comunicaciones, destruyendo caminos y sombríos, debilitaría al ejercito macedonio, poco a poco hasta hacerlo adentrarse lo suficiente para luego aniquilarlo por completo. Ahora sabemos que a pesar de lo acertado de su plan, el mismo no daría mayores resultados al no aplicarse nunca por la sencilla razón de que los sátrapas se opusieron terminantemente evacuar y quemar sus dominios y tierras. Muy caro les valdría dicho necedad. La batalla sería frente a frente y con una desventaja numérica para los persas.

Batalla del rìo Granico, preludio de una campaña gloriosa

Era mayo del 334 a.n.e en la actual Turquía., Alejandro Magno no era ningún inconciente y sabía muy bien que cualquier falla podría costarle sus tropas y hasta su propia vida pues debería regresar humillado a Macedonia en una ridícula campaña que sólo habría durado un par de semanas y sin ningún resultado. Desde un principio decidió actuar con mesura y juicio. Los griegos tenían miedo de cruzar el río Granico para luego ser arrinconados contra él, por lo que  Alejandro, en una rápida decisión, decide vadear el río antes del amanecer tomando a los persas desprevenidos. El plan funcionó  pues estos últimos se percataron que era demasiado tarde cuando vieron a todos los griegos ya casi del otro lado del río haciendo que la caballería persa improvise a toda velocidad, sin embargo,  era ya demasiado tarde. Alejandro, aprovechó su ventaja numérica que se vio compensada por los persas en cuanto al hecho de que estos conocían el terreno y aún no peleaban con el grueso de sus tropas. Por lo que  se puede hablar de una batalla bastante igualada.

La caballería de Alejandro se adelanta  a las acciones  y desde el flanco derecho toma  una posición ventajosa que ni siquiera algunas tropas improvisadas pudieron rechazar. Alejandro estaba decidido a caer sobre el flanco izquierdo persa haciéndolo perecer, la batalla había estallado, inclusive el mismo caudillo macedonio llega  a pelear con dos líderes persas, Clito el Negro lo salvó de un tercero, hecho que por cierto recordarían más tarde y perjudicaría las relaciones entre ambos. El ataque al flanco izquierdo dio tiempo a la falange para cruzar el río, mientras la caballería ya hacía presión en ambos flancos hundiendo a las tropas persas que en desventaja numérica no podían compensar tales pérdidas a las cuales le sometía el envolvimiento de la caballería. Entonces, se rodeó a los persas  y se les fue disminuyendo gradualmente hasta eliminar a todos los grupos de resistencia.

A pesar de ser un combate relativamente fácil en la que los macedonios no tuvieron grandes bajas, era la primera batalla de una campaña que duró muchos años contra los persas y que ya hacía prever resultados positivos para los occidentales, además, por supuesto, se incrementaba la confianza de los hombres en el joven veinteañero que antes de eso era sólo subestimado. Alejandro estuvo a punto de morir, aunque no sería la última, otra vez los persas eran derrotados, como en las Guerras Médicas, aunque esta vez en sus propios dominios.

Pronto se dejo de subestimar a los macedonios y se decidió dejarles los territorios que estos exigían, es decir que fueron liberadas las ciudades griegas de jonia y Asia Menor. De ahí en mas se pudo gozar tranquilamente de una cabeza de playa en una zona que los persas eran claramente inferiores. Por otro lado, el plan de Alejandro había funcionado, pues los griegos consiguieron hacerse con suministros así como de líneas de abastecimiento, evitando quedar aislados, mientras su flota aún fuese débil. Quizá si se le hubiese hecho caso a Memnón de Rodas, los resultados hubiesen resultado favorables a los persas, o al menos los hubiese dispuesto mejor para una batalla mientras las tropas de Alejandro se internaban más en territorios inciertos. Pero el caudillo macedónico obedeció a su instinto y aplicó la mejor táctica que un líder pueda hacer en tiempos de guerra: “nunca interrumpas a tu enemigo cuando está cometiendo un error”.


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