Revista Opinión

La Batalla por el Tigris

Publicado el 14 enero 2015 por Juan Juan Pérez Ventura @ElOrdenMundial

El pasado diciembre las fuerzas peshmerga iniciaban un fuerte operativo militar contra el Estado Islámico que finalizaba con la toma de las montañas Sinjar y la liberación de cerca de 2.500 km2 de territorio (). Esta victoria, que ha podido considerare como el mayor éxito contra los yihadistas hasta el momento, ha desencadenado una serie de consecuencias en las últimas semanas. Ni las tropas kurdas decidieron detenerse ahí ni el Estado Islámico se ha quedado de brazos cruzados. 

El Estado Islámico resiste en Sinjar

Aunque la victoria del ejército kurdo fue aplastante, la localidad de Sinjar aún vive escaramuzas diarias. Algunas escuadras del Estado Islámico se mantienen atrincheradas en barrios de la ciudad, resistiendo en una lenta lucha de francotiradores y combates nocturnos. Aunque los yihadistas han intentado romper las posiciones kurdas enviando ayuda desde Mosul y desde posiciones más al sur, los peshmerga han conseguido consolidar varios asentamientos en colinas alrededor de la ciudad y han establecido una línea de protección con trincheras. 

Pese a todo, los islamistas parecen mantener una pequeña línea de abastecimiento que la artillería kurda intenta bloquear. Estando en juego la autovía entre las dos principales ciudades del Estado Islámico, las tropas del Califato parecen no estar dispuestas a rendirse. Oficiales kurdos aseguran que incluso los yihadistas cuentan con al menos un dron operativo en Sinjar que vigilaba los movimientos de las tropas kurdas, aunque este podría haber sido ya abatido. 

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Gwer, ciudad estratégica

Gwer se encuentra tan sólo a 50 kilómetros de Erbil, la capital del Kurdistán iraquí. La ciudad fue recapturada por los peshmerga el pasado octubre. Este enclave de alto valor estratégico cumple múltiples funciones: primero, es la llave de acceso a la ciudad más importante del Gobierno Regional del Kurdistán; en segundo lugar, controla la autopista 80 que conecta con Mosul, otra ciudad de vital importancia; además, asegura la ribera oriental del río Tigris. Esto explica el alto precio en vidas humanas que los kurdos pagaron para capturar el lugar, estableciendo una línea defensiva al mando del comandante Sirwan Barzani.

Este frente de batalla se ha convertido en uno de los más sangrientos de la guerra y ha detenido una importante cantidad de las ofensivas del Estado Islámico. El 24 de diciembre, los yihadistas sacaron buena parte del arsenal de Mosul para lanzar un ataque a gran escala sobre estas posiciones. Tenían un doble objetivo: si conseguían romper la línea defensiva no sólo amenazarían la capital kurda, sino que los peshmerga tendrían que enviar refuerzos y liberarían presión en el frente de Sinjar. Varios pueblos de la zona fueron atacados simultáneamente usando artillería, carros blindados y coches bomba. La ofensiva fue repelida con éxito por un ejército kurdo cada vez más profesional y mejor armado, y que tan sólo días tres días antes recibía 5.000 misiles checos antitanque.

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Lucha por el Tigris

A finales de año las tropas kurdas decidían dar un paso más en su plan por cercar Mosul. Los peshmerga atacaron el 30 de diciembre las ciudades de Sultan Abdullah y Tal Shaiir. Tras la victoria, los kurdos disponen ahora de una posición al Este del Tigris que cubre un cruce importante por el que poder transportar infantería y artillería. Además, el éxito de la operación ha permitido unir los frentes de Gwer y de Makhmour, hasta entonces divididos por el EI. Sería el lunes 12 cuando comienza el ataque para capturar el paso de Qayara, cuyo puente había sido destruido días antes por los yihadistas previendo el avance kurdo. 

La toma de esta ciudad y la reconstrucción del puente permitirían amenazar la autovía 1. Esta carretera permite a Mosul recibir apoyo de ciudades como Tikrit y de toda la provincia de Salah ad Din, donde el EI cuenta con bastantes apoyos. La pérdida de esta vía de suministros dejaría a la principal ciudad de los yihadistas casi totalmente aislada.

Ante el rápido avance de las tropas kurdas, los comandantes del Estado Islámico decidieron arriesgarse en una operación de alto calibre y complejidad, dirigida, según informes kurdos, por el propio al Baghdadi. En mitad de la noche del 10 de diciembre, más de un centenar de soldados cruzaron el Tigris en botes, aprovechando la cobertura que les daba la oscuridad de la noche y el mal tiempo. En esos instantes, varias escuadras yihadistas atacaban hasta diez aldeas bajo control kurdo. En Gwer, 24 miembros de las fuerzas de seguridad kurdas eran abatidos en una emboscada. Esta vez, las tropas del Daesh decidieron cambiar su táctica de conquista, realizando una retirada organizada tras el ataque sorpresa para intentar esquivar los refuerzos kurdos y los bombardeos de la coalición.

Desde ese momento, ambos ejércitos han estado envueltos en una guerra de guerrillas por el control de las riberas del Tigris. Los peshmerga se ven obligados a maniobrar continuamente para proteger todos sus enclaves, aunque parecen haber aumentado las precauciones tras el ataque del sábado y la efectividad de la contraofensiva del EI se ha reducido. Entre el 12 y el 13 de diciembre, los kurdos aplastaban dos escuadras yihadistas pertrechadas con vehículos armados.

El camino hacia Mosul

Sumando esta ofensiva a la del pasado diciembre, el gobierno de Erbil parece estar siguiendo paso a paso un elaborado plan para cercar por completo Mosul. Su nuevo dominio de los enclaves al este del Tigris amenaza la autovía 1, que podría caer en los siguientes días si Qayara es finalmente capturada.

El apoyo internacional se ha reforzado además sobre los kurdos, quienes parecen haber tomado por completo la iniciativa en la guerra contra el Estado Islámico. Ursula von der Leyen, Ministra de Defensa alemana, visitaba este domingo la capital kurda para confirmar que su país mantendría el flujo de armamento. Los misiles antitanque Milán han equilibrado la balanza en favor de los kurdos, cuya infantería al principio era incapaz de repeler a las brigadas acorazadas que los yihadistas tenían tras capturar varios cuarteles del ejército iraquí. Estados Unidos ha imitado a Alemania este mismo 13 de diciembre, en una reunión entre el general estadounidense John Allen y el presidente kurdo Massoud Barzani, asegurando que continuarán apoyando a la minoría en la lucha contra el Estado Islámico. 

No obstante, el principal problema al que se enfrentan los kurdos es el de una sobreexpansión de su frente. Este fue el mismo error que cometieron los islamistas el verano pasado, conquistando más de lo que podían abarcar y no pudiendo organizar una sólida defensa. Aunque ahora disponen de un mejor arsenal y más tropas, defender las llanuras de Nínive requerirá un alto número de soldados y puestos defensivos que mantener.

De manera muy inteligente, los kurdos han comenzado a ganarse el apoyo de varios grupos locales, armándolos y otorgándoles garantías políticas. Este es el ejemplo de los yazidíes, a quienes Massoud Barzani les ha prometido recientemente que dirigirán su propia administración en Sinjar, o de varias tribus suníes moderadas que han participado con los peshmerga en las operaciones del Tigris. El medio kurdo Rudaw publicaba la semana pasada imágenes de cómo el gobierno de Erbil estaba armando milicias cristianas de Mosul. De este modo los peshmerga aumentan los apoyos locales en su avance sobre Nínive, algo esencial para poder mantener una retaguardia estable y fortificar su conquista.

El avance kurdo y los bombardeos de la coalición internacional parecen estar forzando a los comandantes yihadistas a cambiar de táctica. La incapacidad de detener los ataques aéreos ha hecho que empiecen a optar por no mantener posiciones fijas y tomar una estrategia de guerrilla, lanzando ataques sorpresa y retirándose antes de que lleguen refuerzos kurdos. Incluso en Mosul los radicales han abandonado varios checkpoints y puestos de guardia en los puentes de la ciudad para refugiarse en búnkeres antiaéreos.

Circulan informaciones que apuntarían a que las deserciones han comenzado entre los radicales, habiéndose retirado una parte de los efectivos a sus bastiones en Siria viendo inminente la caída de Mosul. Para combatir esto, el Estado Islámico ha ordenado un reclutamiento masivo entre los hombres de 15 a 25 años de edad, pudiendo pagar una indemnización de 1.300 dólares para evitarlo. 

Si los yihadistas mantienen su nueva estrategia de guerrillas podrían causar serios estragos mientras los peshmerga intentan cerrar el cerco de Mosul. El despliegue será complejo y el Estado Islámico podría aprovechar con pequeñas escuadras esa ventaja.

A esto se le añade que una futura batalla por Mosul podría dar cierta ventaja a los combatientes del Estado Islámico, ya que en la guerra urbana la efectividad de los bombardeos se reduciría debido al tamaño de la ciudad y la enorme cantidad de civiles que habitan en ella.


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