Revista Música
La batidora de The Black Keys y la evolución de las especies
Publicado el 21 diciembre 2010 por SextohombredigitalLos géneros puros están en peligro de extinción. Cosa de la selección natural, que dirían algunos. El ecosistema discográfico ofrece sistemáticamente especies fruto del cruce de tópicos musicales, pero de vez en cuando surgen extraños especímenes dentro de la camada. El copito de nieve de turno.
Una vez que el virtuosismo ha perdido su capacidad de sorpresa, es decir, que tocar/cantar bien y producir con calidad es algo esperable, parece que la destreza en el uso de la batidora constituye un valor añadido. Primero, fue la posición bípeda; luego, el pulgar oponible; más tarde, el desarrollo de la inteligencia (en unos más que en otros) y, ahora, el uso de la batidora. ¿Por qué no?
Expliquémonos. El que más y el que menos sabe cómo funciona el electrodoméstico en cuestión: metes los ingredientes en el vaso mezclador, pulsas el botón, esperas 3-4 minutos a que se triture todo y te lo bebes antes de que le ‘evaporen las vitaminas’, como decían las madres. El asunto es que The Black Keys van dopados. No en el sentido estricto de la palabra, aclarémoslo. Lo que ocurre es que tienen una Thermomix, que aparte de batir, hace muchas más cosas. También utilizan buenos ingredientes: una pizca de blues, un chorrito de soul, algún sintetizador, una base de rock con potentes riffs. Y algo de mala ostia, siempre necesaria.
El último vástago de Patrick Carney y Dan Auerbach ha puesto en práctica lo que muchos padres querrían de sus hijos: seguir el ejemplo de nuestros mayores. Son capaces de sonar al James Brown más sucio (Next girl, Tighten up), a Marvin Gaye (These days) o a Etta James (Never give you up), pero también tremendamente frescos y actuales (Howlin’ for you, Everlasting light, The only one).
Brothers es un poco de todo y un nada de ninguna cosa. Un combinado extraño, con aire de clásico renovado. Sólo hay que saber escoger el momento de beberlo. Como todo en la vida.