Desde mi faro-observatorio en plena costa del Mediterráneo y pese a lo mucho que se oculta, lo he podido comprobar: la Belén, una foca monje (Monachus monachus) está embarazada. Solo hay que ver el titileo de sus enormes pestañas y el brillo de sus ojos, que hasta con el cilindro de cartón de un rollo de papel de cocina puedo apreciar claramente. También lo deduzco por la suma delicadeza con la que arrastra su abdomen para impulsarse. Tiene cuatro años y medio y es su primer embarazo. Su comportamiento es normal en estos casos, se deja mimar por las demás hembras y aleja a los machos , aunque permite que uno de ellos (supongo que se trata del padre de la criatura venidera) acerque su cabeza al vientre maternal con claros signos de pretendida escucha. Otro síntoma inequívoco es cuando sale de la cueva, con sus bigotes repeinados, sonriente y llevándose una de sus patas-aletas al abdomen. Al atardecer se queda absorta mirando a este faro multicolor y también a la Luna, cosas a las que antes no prestaba atención, mientras emite extraños sonidos que bien pudieran ser suspiros o quejas, pues son bastante inteligibles. El que no para de gruñir y de dar vueltas alrededor de la Belén... es él, su pareja. Hay que verlo, como se lleva la aleta derecha anterior una y otra vez hacia la sien, mientras sonríe cabizbajo. Belén, pese a su estado, está muy activa pescando certeramente y hasta picotea a deshoras pequeños moluscos, supongo que debido a la dieta extra que necesita; gruñe a sus congéneres al tiempo que les aplaude con sus aletas, como exigiéndoles un poco más de rapidez en la pesca. Éstos, solidarios, le traen peces y pulpos, de los últimos se ha encaprichado de forma compulsiva. Y cuando está descansando, el resto de fócidos, en un ordenado corrillo, no paran de decirse cosas al oído, en muy baja frecuencia. Con mi captador-traductor de ondas (un cilindro de cartón con un resto de aluminio), he conseguido intervenir unas de esas conversaciones susurrantes:
-Creo que Noelia, también lo está.
-¿Qué me dices?
-¿Y quien es el padre?
-Tu hijo.
-¿Eh? ¿Qué?
Y allí les veo, con sus gruñidos, aspavientos y aleteos, felices y dichosos... Y pensar que alguien , algún día, podría tener un bolso, correa o chaqueta con la piel de Belén o de su retoño...
El sol se esta poniendo, y la silueta recortada del islote lleno de cabezas calvas emerge del mar . Entre él y yo se ha formado una ancha carretera de reflejos. Belén bosteza. Es hora de pensar en ir encendiendo la lámpara, pero hoy... ¡qué carajos! ...hoy no voy a hacerlo, no me gustaría despertar a Belén: tiene que descansar, ha estado muy nerviosa. Buenas noches Belén, ¡ah!, y buenas noches Noelia.
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(A Homero, mi gato, que babea cuando ve pescar a las focas monje y a su homónimo, primera persona que las refirió en sus escritos.)