Revista Tendencias
Nunca me gustó el cuento de La Bella y la Bestia. Pero cuando, a principio de los 90, la factoría Disney creó aquella maravillosa película de dibujos animados, todo cambió. No había “princesa” Disney más natural, encantadora y simpática que Bella. Una muchacha original, adelantada a su tiempo, intelectual, valiente y feminista. Su belleza no era más que una anécdota ante tal cúmulo de cualidades. No es de extrañar que hasta el más engreído del pueblo (Gastón) o el más salvaje y atormentado príncipe (Bestia) se enamoraran de ella. Y a su lado, brillaban los objetos encantados del castillo, con su toque de humor y magia, pero sin dejar de ser humanos. Una banda sonora deslumbrante e inolvidable coronaba una de las mejores películas animadas de todos los tiempos, no en vano fue la primera de dibujos animados que estuvo nominada a la categoría de Mejor Película (junto a las de acción real) en la edición de los Oscars de 1991. Al final se llevó dos estatuillas (Mejor Canción y Mejor Banda Sonora).Más de una década después tuve la oportunidad de ver La Bella y la Bestia, el musical y quedé fascinada por la puesta en escena y por las nuevas canciones añadidas a las ya mundialmente famosas que daban más profundidad a la trama y a los personajes. La historia de los sirvientes del castillo convertidos en objetos, aunque aparentemente pudiera parecer un cabaret con un efectista número musical, se transformaba en el anhelo de unos inocentes que, por efectos colaterales, sufrían un encantamiento y no deseaban otra cosa que, como decía su canción, Ser humano otra vez. Y el personaje de Bestia se volvía más real y más atormentado en la que se convirtió en mi canción favorita de toda la banda sonora: Si no puedo amarla. El musical, aunque fiel a la película de animación de 1991, ya no era un cuento infantil con moraleja, era una historia que también iba destinada a los adultos con un trasfondo que escapaba a la comprensión de un niño.Cuando Disney comenzó a adaptar sus grandes clásicos animados a acción real no me atrajo nada la idea. Siempre me han gustado las películas Disney (y analizar la evolución que han sufrido sus princesas desde la tonta de Blancanieves a las independientes Ana y Elsa) pero esto me hizo preguntarme si era realmente necesario rodar Cenicienta o El libro de la selva en acción real o si los reyes de la animación se estaban quedado sin ideas.ATENCIÓN: contiene spoilersFui al cine a ver la película. La primera escena muestra un ambiente cortesano francés del siglo XVIII con un príncipe de cara empolvada, colorete, carmín en los labios y una aparatosa peluca blanca que asiste a un baile repleto de bellas doncellas. Y supongo que aquí termina el realismo. Una magnífica soprano de color y su marido, el maestro Cadenza, amenizan la velada. No sé si habrá sido la discriminación positiva o la igualdad y normalidad que, por fin, se está consiguiendo en todas partes, las que ha llevado a poner dos parejas interraciales en la película. Lamentablemente, la esclavitud no fue abolida en Francia hasta un siglo después de la época que retrata la película y el matrimonio interracial no fue legal en EEUU hasta el, demasiado reciente, año 1967. Solo encontré un par de referencias sobre ello en varios artículos donde se quejan de lo tarde que llega el primer beso interracial a una película Disney. Desde luego que llega tarde, pero no es el primero si tenemos en cuenta a Pocahontas y John Smith, aunque intuyo que Walt Disney nunca hubiese llevado a la gran pantalla la historia de Pocahontas. Sobre lo que sí han corrido ríos de tinta es sobre el primer personaje homosexual del universo Disney y por desgracia, demasiados son los comentarios negativos para estar en el siglo XXI, demasiados cines que no van a emitir la película por ese motivo y demasiados países que la han clasificado para mayores de 16 años. Pero estábamos en la fiesta del castillo, el príncipe baila con todas las doncellas decidido a elegir a la más hermosa casi como si tuviera derecho de pernada. Nos queda claro que solo se rodea de lo más bello, que es superficial, frío, altivo y despótico. Y por si esto fuera poco, se nos informa de que asfixia a sus súbditos con los más exorbitantes impuestos para permitirse su alto nivel de vida. Entra en escena la anciana y tiene lugar la escena que nos narraba una vidriera en la película de animación: su rechazo ante el aspecto de la recién llegada y su desprecio hacia la rosa que pretende entregarle a cambio de cobijo. Pero la anciana es una poderosa hechicera que lo convierte en bestia y le lanza una maldición asegurándole que si no ha conseguido enamorarse y ser correspondido antes de que caiga el último pétalo de la rosa mágica, seguirá siendo una bestia para siempre. Y piensas que te lo han presentado de tal forma, que casi se lo merece y que hasta Gastón (que aún no ha salido) resulta mejor opción.El resto de la película sigue toda la línea argumental de su predecesora, las escenas, las canciones y los diálogos son casi idénticos, aunque introduciendo algunos elementos nuevos. Bella aparece en la puerta de su casa recreada con exquisito gusto, cantando la famosa Mi pequeña aldea, (que será pequeña, pero que aquí está superpoblada) con Romeo y Julieta en las manos. El plano psicológico de los personajes está más desarrollado. Bella sigue teniendo todas las cualidades del personaje original, pero además de una lectora incansable, amante de la obra de Shakespeare, es más feminista, más altruista, más valiente y una inventora nata. Su padre, con la precisión del mejor relojero, hace pequeñas obras de arte y pinta retratos de su añorada esposa, guardando con celo el secreto de su triste pasado. Las rosas adquieren aquí unas connotaciones nuevas, más profundas y hermosas que en la versión original, convirtiéndose en el detonante de varias situaciones de importancia en la trama. Gastón, un capitán del ejército, regresa de su última batalla con la idea de casarse con Bella, y como ya hemos visto al príncipe peor persona que en la película de animación, no queda más remedio que poner a Gastón aún más malvado. Lefou, su ayudante, gana mucho en este film, pasando de ser una mera comparsa de Gastón y poner un toque de humor al asunto, a un hombre que se debate entre la devoción que siente por él y el rechazo que le producen sus fechorías.