Tal vez deberíamos acuñar un nuevo término para definir la nueva versión de 'La Bella y la Bestia' puesto que no es ni una cosa ni la otra. Es algo mucho peor.
¿De qué va?
Bella (Emma Watson) es una joven que vive junto a su padre Maurice (Kevin Kline), un peculiar inventor, en un pequeño pueblo en la campiña francesa. Un día su padre se pierde en el bosque y acaba buscando cobijo en un castillo que parece abandonado. Sin embargo, los habitantes del castillo siguen dentro, pero transformados en objetos. Su amo, un engreído príncipe, fue encantado por una hechicera que lo transformó en una temible bestia (Dan Stevens), al igual que todo el personal de servicio del castillo y sólo lograrán recuperar su apariencia normal si alguien se enamora de la Bestia.
La crítica
La historia de 'La Bella y la Bestia' es de esas a las que periódicamente alguien acude para realizar una nueva interpretación. Todo aquel que se aventure a trabajar con un argumento tan manido y que no quiera ofrecer la enésima versión sin alma de una historia vista ya mil veces, no tiene otra opción que intentar sorprender al espectador de alguna manera.
Esto es lo que consiguió Disney en 1991 con su extraordinaria versión animada, que recordemos, es la única película de animación nominada al Oscar a la mejor película. El film, dirigido por Kirk Wise y Gary Trousdale, supuso el renacimiento de la compañía tras unos años transitando por la mediocridad más absoluta.
La cinta gozaba de una animación brillante, unas canciones perfectas, una historia de amor espléndida y unos personajes a cual más carismático. El éxito fue brutal y el film ya se ha convertido por méritos propios en uno de los mejores de la historia del cine (en 2002 fue incluida en el Registro Nacional de Películas de Estados Unidos).
El filón aumentó con la traslación del film a los escenarios de Broadway, una maniobra comercial que Disney se sacó de la manga para darle una segunda vida a sus películas. Pero aún se podía exprimir más la idea conviertiendo las imágenes animadas en películas de acción real. Las posibilidades de éxito que ofrecía esta nueva operación eran altísimas.
En ese punto el dilema es decidir hacia dónde debe ir la película: ¿debe limitarse a realizar un remake del original o es necesario distanciarse del mismo haciendo una versión más personal? La primera opción es la menos arriesgada y además nos lleva de nuevo al eterno debate de si los remakes son necesarios o no. Lo más inteligente es querer innovar y eso es lo que han pretendido hacer en Disney pero por desgracia no lo han conseguido en absoluto.
La premisa que parece que ha prevalecido sobre cualquier otra cosa a la hora de producir 'La Bella y la Bestia' versión 2017 ha sido "cuanto más, mejor". Vista la película, hay que decir que eso se aprecia en cada fotograma. El vestuario es espléndido, los decorados fastuosos, la animación digital fantástica pero el resultado final es de un vacío extremo.
La película animada duraba 87 minutos mientras que la versión de 2017 se alarga hasta unos interminables 130 minutos. Evidentemente, esa duración extra no serían un problema si aportase algo nuevo a la película pero por desgracia la sensación que transmite el film es la de avanzar a marchas forzadas
Particularmente sangrante es el caso de las canciones. Ya no es que se hayan añadido estrofas a algunos temas con la simple excusa de alargarlos sino es que además parecen sonar a menos revoluciones, como si cantarlas con un tempo más lento le diese un aire más épico. Las canciones siguen siendo las que nos maravillaron en su momento pero versionadas de la peor manera posible.
También se han incluido nuevos temas, compuestos de nuevo por Alan Menken y Tim Rice (Howard Ashman, colaborador de Menken y autor de las letras de las canciones originales falleció en 1991), que escuchados independientenemtne del film suenan espléndidos pero que dentro de la película no hacen otra cosa que ralentizarlo todo todavía más. Aún así, el apartado musical no es el mayor de los problemas. Su guión, en busca de esa originalidad de la que hablábamos al principio, se inventa unas subtramas totalmente prescindibles (ese "viaje temporal" que hacen los protagonistas gracias a un libro mágico simplemente para justificar la ausencia de la madre de Bella es absolutamente ridículo).
Las interpretaciones de todos y cada uno de sus protagonistas tampoco ayuda. Emma Watson es la encarnación perfecta de Bella, pero su actuación es francamente mejorable, convirtiendo lo que originalmente era un personaje soñador y romántico en alguien gris y con nulo carisma, además de tener un talento para la canción muy limitado, algo que queda patente al apreciarse demasiado el uso del Auto-Tune para intentar hacer que todo suene medianamente afinado. Afortunadamente para los espectadores que vean la película en versión doblada la voz que escucharán cuando Bella canta será la de Bely Basarte (y de Michelle Jenner en los diálogos) y no la de Watson.
Dan Stevens hace lo que puede bajo el, suponemos, pesado traje de captura de movimiento que debería llevar para poder transformarse en la Bestia, que por otro lado, tiene un diseño poco acertado (esa bestia que se supone aterradora parece un gato grande...)
Tanto Ewan McGregor (Lumière) como Ian McKellen (Din-Don) limitan su actuación a prestar su voz a los personajes animados y su presencia física en pantalla es mínima. Como mínima es la participación de Stanley Tucci (maestro Cadenza), en un personaje creado especialmente para la película y que apenas aporta nada, mientras que Emma Thompson, (señora Potts) intenta sin éxito, que su personaje tenga la misma personalidad que le otorgaba Angela Lansbury en el original animado, algo que no consigue y a lo que no ayuda, de nuevo, un diseño del personaje horrible.
Los que sí parecen haber disfrutado de verdad con su participación en la película son Luke Evans (Gastón) y Josh Gad (LeFou), los únicos que parecen mostrar algo de interés por hacer que sus interpretaciones sean más que correctas, aunque la supuesta salida del armario del personaje de LeFou sea algo descafeinada y lamentablemente se recurra de nuevo a los clichés para definir a un personaje homosexual. Una vez más, en el original animado quedaba mucho más claro siendo todo mucho más sutil.
Pero aún hay algo peor que todo esto, algo que acaba mantando el espíritu de la película y echando por tierra todo lo conseguido por el film animado: su aspecto visual. El diseño en general de toda la película es absolutamente feo, recargado y excesivo. Ninguno de los personajes animados es atractivo, incluso llegando a ser algunos hasta terroríficos (el armario ropero encargado de vestir a Bella parece salido directamente de 'Poltergeist').
Ese diseño hace que incluso escenas míticas como la del baile, en la que Bella va enfundada en su icónico vestido amarillo, no consiga ni de lejos emocionarnos tanto como lo hizo en su momento la película animada, gracias en parte a la pobre puesta en escena que ofrece Bill Condon, el director encargado de la adaptación, que parece prestar más atención a ofrecer grandes panorámicas y planos generales donde mostrar que se ha gastado hasta el último dólar del presupuesto.
La película está pensada para un tipo de público totalmente diferente al que disfrutó con la misma historia en 1.991 pero es indiscutible que no va a calar tan hondo en la imaginería popular como la versión animada hizo en su momento, cuyo lema recordemos que decía que 'la belleza está en el interior'. En el caso de esta nueva versión de 'La Bella y la Bestia' esa belleza está enterrada bajo toneladas de mal gusto y orfebrería barata.
Información de más
- Jean Dujardin fue considerado para el papel de Lumière (era la primera opción del director) aunque al final el escogido fue Ewan McGregor.
- El famoso vestido amarillo de Bella requirió más de 500 dias de trabajo para confeccionarlo. Consta de 55 metros de tela de raso muy ligera, 914 metros de hilo y 2.160 cristales de Swaroski.
Nota final: 3