No sé por qué será pero últimamente me ha dado por filosofar, reflexionar o pensar cosas en voz alta. Miro a mis hijos, los observo y, para ser sinceros, me hipnotizan. Contemplar a un bebé tiene como un efecto narcótico, no puedes dejar de mirarlo. Y si ese bebé, que poquito a poco se va convirtiendo en niño, o niña, es TÚ bebé, la hipnosis se convierte en una adicción en grado superlativo.
Preparando la última entrada de mi blog de mujeres, en la que hablaba de Safo, la primera poetisa de la historia occidental, me topé con versos bellísimos. Rescaté de mi humilde biblioteca un libro precioso, Historia de la belleza, de Humberto Eco. Os lo recomiendo. En él, entre las decenas de citas referentes a la belleza, dedica un espacio a unas magníficas palabras de Safo:
Bello es lo que se ama
En tan pocas palabra, cuánta sabiduría. No sé si mis hijos son modelos de catálogo o prototipos de alguna corriente estética concreta. Pero para mí, mis hijos, son la BELLEZA en mayúsculas. El AMOR en mayúsculas.