Álex Azkona me obliga cada vez que escribo su nombre a plantearme la duda de la acentuación de las mayúsculas. Como básicamente soy un vago redomado (cuestión que esgrimo con habilidad, con argumentos de centrar mis escasos esfuerzos en obtener buenos ratios de productividad) eso debería hacer que yo le tenga una cierta manía (los argentinos que me leen me hacen dudar aquí: siempre en el castellano peninsular se diría que le coja una cierta manía). Como además soy un DFT (disléxico funcional de teclado; con la mano siempre yendo a una tecla antes que a otra), el tema de la doble combinación <tecla mayúscula+acento> me trae loco.Álex Azkona (acabo de descubrir que desplazarme arriba para usar el corta y pega en el texto es aún más trabajoso que lo de la doble combinación <tecla mayúscula+acento> (y que toda esta explicación está resultando a la postre sumamente agotadora) ) me recrimina a través de Twitter mi alejamiento de este mi propio blog en aras, en beneficio, o sea, a favor, de alguno de esos en los que escribo no solo sino en compañía de almas ajenas (muchas a la vez compatriotas de Álex Azkona).Mi mensaje de respuesta, en Twitter, ha sido gracioso. ¿No? Ni a monosílabo ha llegado. Ocurre que el tiempo es limitado, el de vida, el de estar en la cama, el de comer al mediodía. Todos esos tiempos tienen una barra delante y otra detrás que los delimitan. Ay: si delimitan me suena casi a dinamitan.
A lo largo de lo que llevamos de año he tenido muchos conatos de post. Muchos momentos de fulgor pseudo-inspiratorio en los que se encendía alguna luz o se hinchaba alguna venita o se me esbozaba alguna sonrisa en el rostro. Ese fulgor muchas veces era pura espuma de gaseosa o un aire de brisa que refresca para seguir sudando copiosamente a continuación.
Un día pensé en solazarme con los del cono sur pues el idiota de Rajoy hablaba de crear una especie de transnacional sudamericana del neoliberalismo ultracatólico. En advertirles seriamente de lo que se les venía encima si esa amenaza se consolidaba. Seguro que hubiera sido un post formidable, pero dudo que nadie que me lea discrepase. Rajoy y sus amiguetes son una lacra y una amenaza tan patente y obvia que lo único que podría sacarse de positivo sería que alguien que me leyera se sintiera empujado por algún motivo a empujarles hacia el destino que se merecen.Varios otros días pensé en hablar de todas las cuestiones futbolísticas que han sufrido tantos vaivenes: victorias pírricas y derrotas heroicas y viceversa. Ahora mismo podría ceder a la tentación de hablar de los problemas fiscales de Leo Messi, y acabar argumentando algo así como que para dar impuestos a un estado como el español, dedicado a dilapidarlo en aeropuertos desiertos, trenes vacíos y estaciones de tren megalomaníacas, sinceramente ya prefería que lo escondiera donde buenamente pudiera. Estaría dispuesto a recibir toda serie de diatribas y las defendería con socarronería no exenta de cierta maldad.Lo cierto es que todos esos no han pasado de ser apuntes y, mientras tanto, he reseñado libros y he comentado discos con distinta suerte y con estilos que no siempre han sido dignos de mi satisfacción. Sí: el ritmo ha bajado y sí, el responsable directo soy yo y lo limitado de mi tiempo. Pero también hay otro efecto: el ritmo de antes se elevaba por un promontorio que llevaba a un abismo. Incapaz de dejar de escribir, se había elevado tanto a la categoría de casi profesión que muchas veces la naturalidad era producto del ritmo competitivo, la efectividad era mero producto de cierta inercia.Por los mismos motivos, apenas tengo tiempo de ver series. Tengo colgadas muchas de ellas, aunque estoy seguro de que el 11 de agosto estaré donde deba.Ni de leer prensa: pero esto empieza a resultarme gratificante. El constante deterioro del mundo que nos rodea ya es bastante palpable paseando por la calle, está de más corroborarlo día tras otro en la prensa escrita, empresas cerrando y gobiernos imponiendo medidas contra la gente a quien gobiernan. Sí, contra. Gobernar contra ya tiene todas las coartadas, volvemos al feudalismo.Pero Álex, y todos los demás, no dejo de estar. Una explicación que se queda corta, que es innecesaria y puede que hasta me haya salido emotiva y remilgada. No pienso dejar títere con cabeza y mi cabreo con quien sea que orquesta todo esto es mayúsculo: James Gandolfini no, joder.