En su primera novela, apenas una sucesión de relatos más o menos breves, Javier Giner (Baracaldo, 1977) nos presenta a un conjunto de personajes que naufragan en unas vidas que no han querido o que no han sabido vivirlas de otro modo.
A caballo entre Nueva York y Madrid, a un vuelo intercontinental de distancia, se desarrollan un conjunto de historias que no tienen mucho de ejemplares pero que desbordan humanidad. La humanidad de los perdedores, de aquellos que saben que nunca podrán ganar.
¿Sus nombres? Sus nombres no importan. Es un amante que espera en un decrépito hotel; es un vagabundo que gasta sus últimas monedas en una llamada que devolverá la luz a su vida; es un profesor universitario que prepara una fiesta para celebrar el divorcio de su mejor amigo; es un reportero ‘estrella’ que se hospeda en la misma habitación de hotel donde se hospedó mucho tiempo atrás, esperando revivir un instante que marcó su vida; es una anciana que no duda en quedar con un desconocido para aliviar su soledad; es una amiga le cuenta a otra un encuentro de lo más intrascendente, o quizá no tanto; es un marido escribe una carta de amor a su esposa muerta; es un hijo que se venga de su madre, que lo abandonó siendo niño, de la manera más cruel posible… Son seres extraños, grotescos y, a la vez, cercanos. Dolorosamente cercanos.
Todos ellos intentan buscar la felicidad, pero acaban por perderse en sus propias miserias. Todos mienten para sentirse a salvo, pero esa mentira acaba por consumirlos y, cuando ya es demasiado tarde, intentarán comenzar de nuevo. Pero no siempre hay segundas oportunidades.
‘El dedo en el corazón’ es una novela, hecha de retazos, de momentos vitales, que comienza con un accidente de avión donde dos desconocidas hablan por primera y última vez y que acaba en un taxi que atraviesa la fría noche de Madrid, veinte años después.
Algunos de sus protagonistas no han conseguido llegar a este punto. Ellos son de los pocos supervivientes de un mundo en ruinas.
¿Sus nombres? Sus nombres no importan.
Se queda quieto con las luces apagadas y las cortinas corridas, sumido en la oscuridad que no teme o que teme demasiado, representando un papel que conoce a la perfección. El del ser inexistente. El del ser que no se ve, ni se escucha y que nunca ha existido ni existirá hasta que sea capaz de recuperar el poder que deja en otros para darse sentido.
El dedo en el corazón
Javier Giner
Barcelona: Ático, 2006. 188 p.
ISBN: 84-934476-2-5