Un vecino de Ciudad Rodrigo, pueblo de Salamanca, en mitad de su paseo, se encontró a las seis de la mañana del pasado viernes con un fuego supuestamente provocado cuando entraba en el parque La Glorieta. Frente a él, envuelta en una bola de llamas, se hallaba la ‘bibliocaseta’, en cuyos alrededores se reunían los amantes de la lectura de este pueblo de algo más de 12.500 habitantes. El incendio fue presuntamente provocado. La Policía investiga lo sucedido, pero la ciudadanía ya ha encontrado soluciones.
“Todos los libros se han quemado” y la estructura posiblemente esté afectada por las altas temperaturas, explica Sonsoles Salazar, coordinadora de actividades del Centro Social Aldea, la asociación que gestiona el espacio. “Las ventanas se podían abrir fácilmente desde el exterior por lo que por ahí pudo acceder la persona que provocó el incendio”. Desde la entidad, no albergan ninguna duda de que el fuego fue intencionado. No obstante, lo que jamás podría imaginar la persona que provocó este incendió es el movimiento tan bonito que ha generado. Son gestos solidarios que, “si los pones en la balanza, pesan más que ese acto ruin”. “Una empresa se ha ofrecido a reconstruir la ‘bibliocaseta’ y hemos recibido correos electrónicos de particulares, editores, editoriales, escritores y bibliotecas que nos quieren enviar libros” señala Salazar, que cuenta con orgullo que “un grupo de jóvenes del pueblo se está volcando” y “el pasado sábado realizaron una colecta con la que reunieron muchos ejemplares”. Ya tienen un buen ‘stock’ para volver a reabrir este lugar de encuentro y lectura que impulsó la decena de miembros del Centro Social Aldea.
Salazar cuenta cómo nació este proyecto “hace aproximadamente seis años” como apoyo de la biblioteca que habían puesto en marcha, “y que tanto éxito tuvo”. La caseta, tras haber sido “un punto de intercambio de cómics”, cerró sus puertas, por lo que en la asociación pensaron que sería un lugar ideal para compartir parte de los libros que tenían en depósito y revivir un espacio que, en el pueblo, siempre había estado vinculado a la lectura. “Así que pedimos permiso al ayuntamiento y nos autorizó la reapertura. Colocamos unas estanterías y las llenamos de obras de todo tipo”, recuerda Salazar en una entrevista en ElConfidencial, quien añade que, “desde un principio”, tuvieron claro que la iniciativa debía apoyarse en la filosofía de “libros libres”. Es decir, la ‘bibliocaseta’ estaría abierta a todo aquel que quisiera coger un ejemplar y que se encargaría de devolverlo cuando lo hubiese terminado. “Sin ningún tipo de control. Nosotros estamos para pasar una escoba, filtrar las obras que nos dejan y renovar contenidos”, aclara.
Hoy, cuatro días después de su incendio, la ‘bibliocaseta’ renace de sus cenizas con más fuerza que nunca. “Da rabia que tengan que pasar estas cosas, pero al menos han servido para que la gente sepa reaccionar y se dé cuenta de que es algo importante…”. Y un torrente de solidaridad de “particulares, editores, editoriales, escritores y bibliotecas de toda España”, se ofrecieron a enviar libros, hasta que la “bibliocaseta” vuelva a funcionar.