Cada vez resulta más obvio que para reducir las emisiones de gas de efecto invernadero sin que se resienta el empleo hay que recurrir al fomento de la bicicleta. El sector de la bicicleta emplea en Europa a más de 655.000 personas entre talleres, recambios, fabricas, inversión en infraestructuras y turismo. Además de contribuir a que el aire de las ciudades sea más respirable y a reducir la contaminación acústica, el uso de la bicicleta como transporte cotidiano fomenta la salud pública y aligera el gasto sanitario tanto en medicinas como el correspondiente a las bajas laborales causadas por la contaminación.
El empleo que se genere en el futuro debe reunir unas condiciones especiales relacionadas con la emisión de gas de efecto invernadero. El crecimiento económico del que tanto se vanaglorian políticos de todos los colores debe ir acompañado del cuidado medioambiental y debe cumplir una serie de requisitos destinados a mejorar el estado del planeta y las reservas de recursos naturales. Por lo tanto, en términos medioambientales y de sostenibilidad, no puede considerarse un empleo de futuro aquel que no se enmarque dentro de un plan global de reducción de emisiones. Los objetivos hasta a hora no fueron más que promesas que antes de ser propuestas ya se antojaban irrealizables. Todas las anteriores cumbres decepcionaron rotundamente. Si se cumplen los pronósticos, los próximos datos que aparezcan en diciembre en París serán demoledores y obligarán a los Estados a llevar a cabo planes mucho más drásticos para enfrentarnos a la emergencia ecológica que amenaza al planeta. El actual estado del planeta, lamentable en muchos aspectos, es fruto de un crecimiento económico ciego que ha valorado exclusivamente el beneficio económico y sin tener en cuenta su sostenibilidad. Hay por desgracia demasiados ejemplos de malas prácticas empresariales que, y eso sí es grave, siguen sucediéndose a día de hoy en muchos sectores (el energético sobre todo).
La bicicleta es el medio ideal para trasladarse por las ciudades y los responsables políticos deben proporcionar las condiciones necesarias para que el ciudadano se decida a usarla como su medio de transporte habitual. En Europa, la industria de la bicicleta (655.000) crea más empleo y de mejor calidad que la industria del calzado deportivo (388.000), que la del acero (510.000) y suma más empleados que las tres grandes firmas de automóviles estadounidenses Ford, General Motors y Chrysler (juntos suman 510.000). Todos estos datos los revela un e estudio sobre la industria de la bicicleta en Europa ( aquí).
Según el estudio, tanto ciudades como regiones deben tener en cuenta la emergencia ecológica que vive el planeta junto a los numerosos beneficios que aporta apostar por la bicicleta e invertir en su fomento para hacerla una prioridad en su estrategia de movilidad.
En la actualidad, el ciudadano europeo realiza sólo el 3% de sus trayectos en bicicleta, bastaría que esa cifra se duplicase para que hasta 2020 se crearan un millón de puestos de trabajo. Otro aspecto que destaca este estudio es que los puestos de trabajo creados por la industria de la bicicleta en todos sus ámbitos son más estables en términos geográficos que los de otros sectores, benefician el desarrollo de la economía local y emplean a personas menos formadas y que encuentran verdaderas dificultades para encontrar trabajo.