Revista Regiones del Mundo

La Bioética

Por Alma2061
BioéticaBioética o Ética médica, principios o normas de conducta humana en el campo de la medicina. Se pensó durante una época que las cuestiones sobre la ética médica debían ser respondidas sólo por los profesionales de esta materia. Podían formularse preguntas, por ejemplo, sobre si alguna vez sería correcto violar el estricto código de confidencialidad que se mantenía, y todavía persiste, entre el médico y su paciente. ¿Debe ser informada la familia de un paciente si padeciera una enfermedad incurable o transmisible, y no fuera a decírselo con franqueza? Estos problemas aún se presentan, e incluso se han agudizado por el ascenso de la privacidad. Es todavía cierto que si un médico actúa de un modo escandaloso o reprochable, en el orden moral o profesional puede dejar de ejercer la profesión. Pero a finales del siglo XX, las cuestiones éticas han ampliado mucho su ámbito tanto en el campo de la investigación médica como en su práctica. Además, en general la gente está más preparada e informada que antes y, a través de organismos legislativos o comités éticos, dispone del poder necesario para participar en la toma de decisiones éticas o morales. La profesión médica ya no puede confiar por entero en su propia conciencia, porque las cuestiones a las que sus miembros deben responder ya no están relacionadas simplemente por la clásica relación médico-paciente.

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INVESTIGACIÓN MÉDICA

Pocos discutirán la necesidad de la investigación médica, tanto para averiguar más sobre el modo en que funciona el cuerpo humano (por ejemplo, todavía se sabe poco sobre el modo en que la conciencia actúa en el cerebro) como para descubrir los efectos de nuevas drogas, sobre una base química o biológica, y de otros nuevos procedimientos. La investigación médica, sin embargo, a diferencia de la pura investigación científica, tiene siempre como objetivo primordial el alivio del sufrimiento humano, la curación de la enfermedad o el remedio de disfunciones vitales. Así, en todo proyecto de investigación el posible perjuicio que puede surgir de la propia investigación debe medirse en todos los casos en contraste con el bien que al final puede resultar de la misma. Sin embargo, en un proyecto nuevo y experimental tal contrapeso puede no dar una conclusión segura. Aquí radica el origen de los dilemas éticos de la investigación. Los dos ejemplos que siguen a continuación son muy ilustrativos.En primer lugar, durante la década de 1980, hubo un gran debate sobre la ética en la investigación por el empleo de embriones humanos. Los beneficios eran manifiestos para las parejas estériles que, como resultado de la investigación, era factible que se plantearan la posibilidad de tener hijos mediante la fecundación in vitro (su índice de éxitos era al principio muy bajo), al igual que para niños que pudieran padecer de genes dañinos que degenerarían en enfermedades como la distrofia muscular de Duchenne. Sin embargo, los embriones empleados para la investigación, ya fueran 'sobrantes' (producidos por una superovulación de una madre fertilizada in vitro) o creados gracias a procedimientos especiales a partir de huevos clonados, eran destruidos una vez hubieran transcurrido 14 días desde su fertilización.Antes de 14 días, las células de un embrión son totipotent, es decir, las células no se han diferenciado para cumplir con sus funciones específicas. Además, antes de ese tiempo una célula puede todavía dividirse, para formar una gemela idéntica. Por esta razón no es preciso, ni siempre posible, tratar a este embrión en un primer momento como una persona individual; y es cierto de forma taxativa que tal embrión no puede sentir ningún dolor o placer y no tiene intereses (en el sentido de cosas deseadas o proyectadas), ya que un embrión no puede experimentar nada hasta que el sistema nervioso central empieza a desarrollarse, alrededor del decimoquinto día desde la fertilización. La destrucción del embrión después del periodo en que podría ser utilizado para la investigación fue, por tanto, considerada menos importante que los beneficios que podían resultar de la investigación para otros humanos.Había, y sigue habiendo, personas que cuestionan esto con vehemencia, argumentando que (sin pensar en si un embrión tiene o no tiene el sistema central nervioso), es humano y, por esta razón, debe ser tratado con la misma consideración, que los que hayan nacido o vayan a nacer. No procede sopesar los beneficios, ya que toda vida humana es sagrada, y no debe ser destruida. Estos argumentos son utilizados también por quienes se oponen al aborto bajo cualquier circunstancia. Aquí se produce una discrepancia moral. La legislación en ambos casos ha pretendido regular más que prohibir la destrucción de embriones o fetos. Como es lógico, hay personas, incluso algunos médicos, que rechazan tener algo que ver con la utilización de embriones para investigar (o, incluso, con el aborto), pero para aquellos que consideran tales prácticas como permisibles desde una perspectiva moral, pero sólo hasta un punto, existen de todas formas límites que no pueden sobrepasar en el orden moral.Un tipo diferente de ejemplo es el de la investigación sobre medicamentos, cuando éstos necesitan ser probados sobre pacientes humanos. Es indispensable que nuevas sustancias continúen siendo desarrolladas para la cura de patologías que hasta ahora no responden a tratamientos específicos. Sin embargo, los medicamentos no pueden validarse prescindiendo de las pruebas, y experimentar en otros animales sólo es adecuado de un modo parcial. Además, no existe una línea nítida que diferencie entre administrar una nueva droga como parte de un proyecto de investigación y administrarla como un nuevo o insólito tratamiento; en ambos casos hay una gran esperanza en que resulte ser de valor terapéutico. El principio ético más importante en este caso es que los pacientes que colaboren en el proyecto de investigación deben dar su consentimiento tras haber sido informados en detalle. Hay que comunicarles que algunos de los que den su aprobación recibirán la nueva droga y otros continuarán con el antiguo tratamiento, y que no sabrán a qué grupo pertenecen. Esto es a veces difícil de explicar, y además, puede haber pacientes que se encuentren muy enfermos, o tengan una baja capacidad intelectual, y no sean por entero competentes para dar su consentimiento por no ser conscientes de lo que hacen en realidad. Cómo asegurar que se recibe el consentimiento apropiado constituye un gran problema para los comités éticos de los hospitales que pretenden, como deben hacer, no permitir a los médicos utilizar a sus pacientes igual que simples herramientas de investigación, sino que se les trate como a personas autónomas y con voluntad. La cuestión del consentimiento, por lo tanto, plantea muchos aspectos, tanto en la investigación como en la terapia. Forma un importante núcleo de problemas éticos en medicina y afecta a los profanos tanto como a los médicos.

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MANIPULACIÓN GENÉTICA

Otra fuente de problemas éticos viene dado por el rápido avance en nuestro conocimiento del genoma humano, y el número de genes que cada día son identificados como responsables de una u otra enfermedad hereditaria. ¿Hasta qué punto es adecuado intervenir para erradicar un gen nocivo o reemplazarlo por otro benigno? Ésta es una cuestión sobre la que el público general tiene mucho interés, y sobre la que debe informarse en un lenguaje inteligible, tanto sobre lo que hoy se está haciendo como sobre lo que se podrá conseguir en el futuro. Es probable que resulte correcto considerar que la sustitución de genes no es muy diferente, en principio, al trasplante de órganos, mientras sólo sean las células somáticas (es decir, células distintas a las células reproductivas) las que sean cambiadas, porque la alteración de estas células, mientras pueda prevenirse una enfermedad monogenética de su desarrollo en un paciente que ha heredado esos genes, no afectará a la descendencia de ese paciente.Sin embargo, la cuestión de si debería ser siempre lícito suplantar una célula germinal (reproductiva) es una cuestión moral diferente, y no debería dejarse a los profesionales médicos decidir solos, ya que es obligación suya explicar a las personas profanas en estos asuntos qué implicaciones pueden derivarse de tales cambios. Lo que hace el problema difícil de resolver es que la manipulación de la línea germinal afectará a futuras generaciones de personas, y aunque a primera vista pueda creerse que el efecto será benéfico, pues supone la eliminación de una enfermedad hereditaria en una familia entera para siempre, no podemos establecer qué otros efectos pueden producirse, y serán las generaciones futuras las que sufran las posibles equivocaciones.Si manipulamos las células germinales de animales, y no de humanos (por ejemplo al clonar un embrión, separando células en una etapa muy temprana desde su fertilización y permitiendo su desarrollo como un 'gemelo idéntico' independiente), podríamos crear entonces grupos de estos animales dotados de las cualidades genéticas que queremos. Pero si resulta que hay algún defecto en el grupo (causado, quizás, por la desviación de los medios de desarrollo de los embriones, o por algún error en el procedimiento), o si cambiamos de idea sobre la variedad de animales que se pretende, entonces podemos, si fuera preciso, destruir el grupo completo. Esto no se puede hacer en el caso de los humanos. El conflicto es el siguiente: estamos obligados, en atención a la moral, a tratar a los humanos como individuos de los que no se puede disponer o intercambiar de un modo gratuito. Y esto es tan importante para la sociedad en su conjunto que no podemos consentir que el principio sea defendido sólo por directrices profesionales o hábitos de práctica correctos. Podría ser necesario imponer este consenso moral a través de la legislación, y así levantar una barrera que ni médicos ni científicos puedan traspasar.

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LA CALIDAD DE VIDA

Este asunto engloba un grupo diferente de problemas, relacionados no tanto con la política médica o la ley, como con las decisiones que los médicos tienen que tomar, en un orden individual, relativas a pacientes individuales. Estos conflictos tienen más en común con los dilemas éticos del pasado, pero han llegado a ser mucho más espinosos y también, quizás, más frecuentes debido a los avances alcanzados en el campo de la tecnología médica durante el último cuarto de siglo. Cuando alguien está muy enfermo, ¿es admisible realizar cualquier acto que pueda llevarse a cabo para mantener a la persona viva, si la calidad de su vida es muy pobre y lo más probable es que no mejore? Esta cuestión se puede plantear cada vez que nace un niño muy prematuro, que no habría sobrevivido hace unos pocos años, y que hoy puede mantenerse vivo, quizás por unos meses, en una incubadora. O en el caso de una persona joven y sana víctima de un accidente, cuya vida se salva con medidas heroicas, pero que cae en las condiciones denominadas como estado vegetativo permanente, donde el cerebro permite al cuerpo seguir funcionando, pero no registra o experimenta nada, ni placer ni dolor. O puede plantearse en el caso de una persona muy mayor, que puede ser capaz de sobrevivir a una infección que antes la habría matado, pero cuya vida es, en general, una sucesión de sufrimientos.Los casos presentados aquí están por supuesto relacionados con la Ley, ya que matar a alguien con premeditación es un asesinato, cualquiera que sea la calidad de vida de la persona. Todavía hay situaciones en que los médicos deben tomar decisiones sobre si dejan o no morir a un paciente (y realmente es discutible si la distinción entre matar y dejar morir es algo que puede ser defendido en el ámbito moral). La cuestión del consentimiento es otra vez relevante en estos casos, pues a menudo no procede de los pacientes —por ejemplo, si el paciente es un niño o se encuentra en estado vegetativo— sino de la familia. Es el médico, sin embargo, quien tiene el conocimiento y la experiencia para valorar cómo será la calidad de vida del paciente. Los médicos tienen que sopesarlo. No pueden tomar la salida fácil, y decir que nadie puede juzgar la calidad de vida de otra persona, ni que la familia lo sabrá mejor que el facultativo. Solía ser bastante corriente que los médicos tomasen individualmente tales decisiones de vida o muerte, y lo hicieran con discreción, fingiendo ante la familia que el paciente había muerto tan sólo a causa de la enfermedad o de las heridas. Hoy en día, un médico puede ser sometido, en muchos países, a acciones legales si se descubre una conducta semejante. En general, la gente es ahora más consciente del inmenso poder que los médicos suelen ejercer. Actualmente, un médico suele consultar a un equipo entero de personas que está al cuidado del paciente, y en especial a la familia, que puede querer tomar parte en la decisión. Pero esto no solventa al médico el problema moral. Al final, ya que el médico disfruta del mayor grado de competencia, tiene también la mayor responsabilidad.

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RACIONAMIENTO

Es posible que el siguiente problema sea el más complejo y, por supuesto, el que con menos probabilidad sea discutido entre médico y paciente. La tecnología es más sofisticada de lo que era antes, y también más cara. Y la cuestión surge de forma inevitable sobre quién debe tener un tratamiento cuando los recursos limitados indican que no todo el mundo puede. La ampliación de los servicios sanitarios a toda la población suponía cumplir un derecho reconocido legalmente; independientemente de su costo económico. Era fácil prever, no obstante, y en efecto se preveía, que la demanda superaría a la oferta, lo que ha hecho que algunos Estados hayan recortado los presupuestos de la sanidad pública, siguiendo criterios económicos y no reconociendo la sanidad como un derecho del ciudadano, que el Estado está obligado a garantizar. Tiene que ser muy comprometido para un médico, que ha sido preparado siempre para hacer lo máximo por un paciente, reconocer que ya no puede cumplir con este principio por falta de medios. En esa situación, el origen del conflicto entre lo que se hace por el bien del individuo y lo que es bueno para la sociedad, siempre se halla en problemas morales, y aparece aquí claramente planteado para la profesión médica.En conclusión, por lo tanto, siempre han existido problemas éticos a los que los médicos se enfrentan en la práctica. Estos conflictos se han ido acentuando por los avances en la investigación y el rápido desarrollo de nuevas y costosas tecnologías. Los médicos se ven cada vez más arrastrados hacia diferentes direcciones: por un lado por los intereses de pacientes individuales y, por otro, el compromiso con la sociedad y las generaciones no nacidas todavía. Las personas profanas en estos asuntos, que forman la sociedad, están cada vez más interesadas en la ética médica. Los miembros de la profesión médica no pueden ya tomar por sí mismos las decisiones morales.

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