Título: La boda de Kate
Autora: Marta Rivera de la Cruz
Editorial: Planeta
Año de publicación: 2013
Páginas: 395
ISBN: 9788408117124
Descubrí
a Marta Rivera de la Cruz
en noviembre de 2011 con La vida después,
que me gustó tanto que al mes siguiente leí La importancia de las cosas,
que aunque un poco menos, también me hizo disfrutar mucho con su lectura. Así que
cuando hace dos años vi que la autora gallega había publicado nueva
novela, La boda de Kate,
supe que antes o después le tocaría el turno. Y por fin le ha
llegado ahora. Pero tengo que deciros que, por desgracia, las altas expectativas que
tenía en este libro no se han cumplido en absoluto.
Me
costó muchísimo entrar en la historia, que no lograba captar mi
atención, me resultaba muy lenta, demasiadas descripciones y largas
explicaciones y poca acción y trama como tal. Una presentación de
los personajes muy extensa para mi gusto. Unos personajes que,
además, casi siempre son citados por su nombre y su apellido, algo
que me sacaba de quicio y, en mi opinión, ralentiza la lectura. Por
suerte la segunda mitad me gustó mucho más, aunque no llegó a
entusiasmarme ni a engancharme del todo en ningún momento.
La
protagonista de esta historia es Kate Salomon, una anciana de 70 años
que vive en Ribanova con dos amigas, Shirley Saunders y Anna Livia
Szcherny. Ella es sensata, tranquila, con un gran sentido del deber y
de la obligación, siempre se desvive por contentar a todo el mundo,
mientras que ellas son más imprevisibles, alocadas, sin ningún tipo
de complejo ni preocupación por el qué dirán o pensarán los
demás. Tengo que confesar que me han recordado un poco a Las chicas
de oro.
Kate
es propietaria de la librería El Unicornio, donde trabaja con Ahmed,
un joven paquistaní que por las noches ayuda a su familia a vender
flores. El negocio no va muy bien, pero tampoco tiene problemas
económicos, al menos por ahora, gracias a que su tío Albert la
nombró su única heredera.
Albert
era un escritor al que casi nadie conocía ni apreciaba, excepto su
sobrina, que sí le valoraba tanto en el plano personal como, sobre
todo, en el literario. Cuando se convirtió en su heredera nadie
valoró su legado, hasta que años después sus novelas se convierten
de la noche a la mañana en un éxito de ventas.
Así,
con su pequeña fortuna, sus amigas y su negocio Kate vive
plácidamente en el pequeño pueblo de Ribanova hasta que el día que
cumple 71 años su vida se pone patas arriba. Forster Smith, el
hombre del que estaba enamorada desde los 20 años y al que había
rechazado hasta tres veces ha aparecido en su casa para pedirle que
se case con él.
La
historia de amor entre Kate y Forster no me ha llegado en absoluto.
No me ha resultado verosímil, ni siquiera coherente. ¿Por qué
casarse con alguien a quien no ves desde hace cincuenta años y a
quien ya habías rechazado en tres ocasiones?
Sin
embargo, creo que, en contra de lo que pueda parecer por el título,
la portada y la sinopsis, la relación y la boda no son la trama
principal de la novela. El hijo de Forster, David, está escribiendo
una biografía de Albert Salomon y aprovecha su viaje a Ribanova para
asistir al enlace para documentarse y pedirle ayuda a Kate.
Pero
no será ella quien más le ayude, sino Jeffried Ruskin, el editor
que ha publicado los libros de Albert Salomon. Últimamente ha tenido
varios tropiezos laborales y su trabajo en la editorial pende de un
hilo.
A
Jeffried y David se les sumará otra inesperada invitada al enlace,
Laura, la sobrina de Kate. Una joven tímida, con muy baja
autoestima, que arrastra un fracaso amoroso y económico como una
losa que le impide dejar de sentirse una inútil para todo. Sus
padres, que la han machacado durante años, no le ayudan
precisamente.
Jeffried
y Laura son los personajes con los que más he conectado e incluso he
llegado a cogerles cariño. Todo lo contrario que David, quien me ha
resultado un joven pretencioso, prepotente, egoísta, inmaduro,
maleducado y caprichoso que no respeta nada ni a nadie y que se
siente el ombligo del mundo.
David
necesita material para su biografía, Jeffried un milagro para evitar
que le despidan y Laura sentirse realizada. Los tres se olvidan de la
boda y se centran en la vida y la obra de Albert Salomon. Y esta es
sin duda la parte de la novela con la que más he disfrutado. La que
habla de la vida del escritor, sus inicios en la literatura, su
inspiración, sus experiencias familiares o amorosas, sus viajes por
Europa y Estados Unidos, su relación con Truman Capote o sus
diferentes novelas.
Esta
parte ocupa tanta extensión que creo que es en realidad la trama
principal de la novela. Durante muchas páginas ni siquiera aparecen
Kate o su prometido ni se menciona su boda. Por eso creo que el
título, la portada y la sinopsis son un poco engañosas porque, al
menos a mí, me han hecho creer que me iba a encontrar otro tipo de
historia muy distinta.
Me
encantan los libros que hablan de libros y eso es lo que ha salvado a
este. La librería El Unicornio, la pasión de Ahmed por la
literatura, la vida y la obra de Albert Salomon, los claroscuros del
mundo editorial que conocemos a través de Jeffried...
El
resto de la historia, la que nos cuenta la boda, me ha resultado un
relleno, una excusa que, además, me ha parecido muy predecible. Así
que, en definitiva, de la boda de Kate lo que más me ha gustado son
los invitados: David, Jeffried, Laura y Ahmed y todo lo que viven los
días previos al enlace. Pero eso ya os toca descubrirlo a vosotros.
Saber separar a la
escritora de la persona
Aunque
esta novela no ha sido lo que esperaba y me ha decepcionado bastante,
como ya os he dicho las otras dos obras que he leído de Marta Rivera
de la Cruz me gustaron mucho y es una escritora que me gusta y a la
que seguiré leyendo. La admiro, pero solo como escritora. Por
desgracia no puedo decir lo mismo de ella como persona.
La
seguía en Twitter y en marzo, cuando murió Adolfo Suárez y se
cambió el nombre del aeropuerto de Barajas por el del ex presidente
del gobierno, mencioné que me parecía una mala idea, no por otra
cosa, si no porque creía que el dinero público que iba a costar el
cambio se podía destinar a otras muchas cosas más necesarias. Otra
bloguera, Saramaga, opinó lo mismo que yo y, sin comerlo ni beberlo,
nos vimos envueltas en una discusión con Marta Rivera de la Cruz
sobre esta cuestión.
Suele
gustarme mucho intercambiar opiniones, debatir, discutir en el buen
sentido de la palabra. Me parece divertido, entretenido y, por encima
de todo, enriquecedor. Pero siempre que se haga con educación y
respeto. Y Marta Rivera de la Cruz me demostró ese día que no tiene
ni una cosa ni la otra. Como no opinábamos como ella, nos bloqueó
de su Twitter.
Pero
yo no me enteré de eso hasta enero. Mientras leía su novela, me di
cuenta de que hacía mucho que no la veía en esta red social. Y
tanto, desde marzo. No me había enterado de que me había bloqueado
y ya no podía seguirla. A Saramaga también la bloqueó después de
llamarle tonta y mezquina. Viendo algunos de sus tweets descubrí que
no éramos las únicas bloqueadas, ni mucho menos, ni las únicas
insultadas. Lo dicho, una buena escritora que deja mucho que desear
como persona. En este caso es fácil separarlas...
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