Revista Economía

La bolsa y la vida josu ugarte gastaminza

Publicado el 22 enero 2019 por Misterdilan
LA BOLSA Y LA VIDA JOSU UGARTE GASTAMINZA

La bolsa y la vida Economía y religión en la Edad Media

La usura. Durante siete siglos en Occidente, desde el Entre el dinero y el infierno: La usura y el usurero
siglo XII al XIX, ¿qué fenómeno ofrece más que éste una mezcla tan detonante de economía y de religión, de dinero y de salvación, imagen de una larga Edad Media en la que los hombres nuevos estaban aplastados bajo los símbolos antiguos, en la que la modernidad se abría trabajosamente un camino entre los tabúes sagrados, en la que los ardides de la historia encontraban en la represión ejercida por el poder religioso los instrumentos del éxito terrestre? La viva polémica alrededor de la usura constituye de alguna manera "el parto del capitalismo".

Quien imagina a este residuo, a esta larva, de usurero, que es el pawnbroker de las novelas inglesas del siglo XIX y de las películas hollywoodenses de después de la gran crisis de 1929, es incapaz de comprender al protagonista de la sociedad occidental -esa monstruosa sombra inclinada sobre los progresos de la economía monetaria- y las cuestiones sociales e ideológicas que estaban en juego alrededor de ese Nosferatu del precapitalismo.
Vampiro doblemente espantoso de la sociedad cristiana, porque semejante chupador de dinero es a menudo asimilado al judío deicida, infanticida y profanador de la hostia. En un mundo en el que el dinero (nummus en latín, denier en francés) es "Dios", [1] en el que "el dinero es el vencedor, el dinero es rey, el dinero es soberano" (Nummus vincit, nummus regnat, nummus imperar), [2] en el que la avaritia, la "codicia", pecado burgués del que la usura es más o menos la hija, destrona al principal de los siete pecados capitales, la superbia, el "orgullo", pecado feudal, el usurero, especialista en prestar a interés se convierte en un hombre necesario y detestado, poderoso y frágil. La usura es uno de los grandes problemas del siglo XIII. En esa época, la cristiandad en la cumbre del vigoroso desarrollo que había logrado desde el año 1000, la gloriosa cristiandad, ya está en peligro.
El súbito surgimiento y la difusión de la economía monetaria amenazan los viejos valores cristianos. Está a punto de formarse un nuevo sistema económico, el capitalismo, que necesita si no nuevas técnicas por lo menos, a fin de iniciar su marcha, el empleo masivo de prácticas condenadas desde siempre por la Iglesia. Una lucha encarnizada cotidiana, marcada por repetidas prohibiciones emprendida en la coyuntura de los valores y de las mentalidades se propone legitimar el beneficio lícito que hay que distinguir de la usura ilícita. ¿Cómo una religión, que tradicionalmente opone Dios y el dinero, podía justificar la riqueza, en todo caso la riqueza mal adquirida? El Eclesiastés (XXXI, 5) decía: "Quien ama el dinero no escapa del pecado, quien persigue el lucro quedará defraudado".
El Evangelio se había hecho eco de estas palabras: San Mateo, un publicano, un recolector de impuestos que abandonó su mesa cubierta de dinero para seguir a Jesús advierte: "Ninguno puede servir a dos señores: porque o aborrecerá al uno y amará al otro o será adicto al uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y a Mamón" (Mateo, VI, 24). Mamón simboliza, en la literatura rabínica tardía, la riqueza inicua, el lucro, el dinero. San Lucas (XVI, 13) también lo había atestiguado con las mismas palabras.


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