Revista Solidaridad

La 'bomba' de Hugo

Por Aparcamientodiscapacitados
Hugo acaba de cumplir nueve años. Ese día tan especial será muy distinto al de hace doce meses. Justo entonces recibió el alta en el madrileño Hospital de La Paz, tras ser sometido a una intervención quirúrgica. Esta vez, si el tiempo se lo permite, no perderá la ocasión para corretear por las calles de Cáceres montado en su bicicleta adaptada. «Le encanta», comenta Felisa, su madre. 
Antes de celebrar su octavo cumpleaños, Hugo estaba abocado a una operación de cadera. Tiene parálisis cerebral y, además, sufre espasticidad, una rigidez constante de algunos músculos, lo que provocaba que el hueso estuviese prácticamente «al límite». Felisa consideró que era «demasiado pronto» para colocarle una prótesis a un niño que aún no había comenzado a crecer. La única alternativa que le quedaba era la bomba de baclofeno. Un año después ya nota los efectos de este tratamiento. Se encuentra más relajado, la cadera no ha empeorado y ha empezado a ganar altura. 
Lesión en el sistema nervioso
Quienes padecen espasticidad siempre son personas con una lesión en el sistema nervioso, tanto a nivel de médula espinal como cerebral. El 38% de los que sufren un accidente cerebrovascular y el 34% de las personas con esclerosis múltiple están afectados por esta enfermedad, pero el colectivo con mayor número de pacientes es el de los niños con parálisis. La rigidez muscular, el descontrol de los movimientos, los calambres constantes y la sensación de tener las extremidades pesadas hacen que una buena parte de sus infancias transcurra entre batas blancas. «Los tratamientos son muy variados y en cada paciente se necesita uno diferente », destaca Mercedes Martínez, doctora del servicio de Medicina Física y Rehabilitación del Hospital Universitario La Paz
Todos reciben tratamiento físico (fisioterapia, terapia ocupacional…), pero a partir de ese punto a algunos se les colocan férulas, otros reciben tratamiento por vía oral e incluso a veces se les inyecta toxina botulínica. Pero, desde hace aproximadamente una década, en los casos más graves se opta por la bomba de baclofeno (un relajante muscular). Un aparato que, como Hugo, portan alrededor de medio millar de las 73.000 personas con espasticidad severa que hay en España. Este sistema se coloca en la zona del abdomen del paciente, justo debajo de la piel. «Es un reservorio, algo más grande de los que se vienen utilizando para la insulina, que va conectado con un catéter a la zona epidural», explica Martínez y detalla que el relajante emana de forma continua gracias a un sistema de programación –con unas pautas marcadas por los médicos– «para llegar a la médula espinal, punto de actuación principal». 
El tratamiento no sana, pero la relajación de la musculatura puede provocar una disminución del dolor, una corrección de la postura y, en otras ocasiones, mejorar las condiciones de vida del operado.
Resultado inmediato
Felisa, siempre cautelosa, cuenta que «desde el primer momento» se notaron los efectos del implante en Hugo. «La dosis es mínima, pero al actuar directamente sobre la médula el resultado es inmediato». Desde hace un año, su hijo está «mucho más relajado», su capacidad respiratoria ha mejorado y ella ahora puede cambiarle la ropa «haciendo que las piernas flexionen con mayor facilidad». Una labor que se supone simple, pero que antes entrañaba «un enorme esfuerzo».En el caso de este niño cacereño, la dosis de baclofeno ha aumentado de forma paulatina desde los 33 microgramos iniciales a los 196 actuales y la fisioterapia se presenta como una constante en su vida. «Hugo no va a empezar a andar ahora de forma independiente. Además de espasticidad sigue teniendo un trastorno del equilibrio». 
«En esa fase, los fisioterapeutas intentamos trabajar para que se adquieran funciones», declara Sergio Lerma, coordinador del Laboratorio de Análisis del Movimiento del Hospital Niño Jesús de Madrid, el único a nivel nacional que se dedica de forma general al tratamiento de paralíticos cerebrales. Y es que la bomba de baclofeno mitiga la rigidez pero también provoca una debilidad muscular «en ocasiones, muy severa». El trabajo de Lerma es evaluar los trastornos del movimiento con marcadores pasivos y medios tecnológicos. Así se determina el movimiento de las articulaciones, en qué momento se contraen los músculos y si lo hacen de forma normal. «Este tipo de evaluaciones abre la puerta a determinar qué tipo de tratamientos son más eficaces». 
Sergio Lerma insiste en la necesidad de que los centros hospitalarios cuenten con equipos multidisciplinares –formados por cirujanos ortopédicos, fisioterapeutas, rehabilitadores, neurocirujanos y neurólogos– para tratar este tipo de enfermedades. Unas unidades de trabajo a las que dentro de poco también habrá que sumar ingenieros, ya que la robótica está ganando importancia de una forma potente. Por ejemplo, se está trabajando en el desarrollo de autómatas que ayuden al paciente a andar y, de paso, recojan información sobre sus movimientos. 
http://www.elnortedecastilla.es/salud/investigacion/20130403/bomba-hugo-201304030915-rc.html
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