Durante el Renacimiento, destacó la moda de vestir prendas que acentuaran la silueta de las piernas, pero también que acentuaran el "empaque" masculino. La bragueta de armar fue una prenda masculina que durante el siglo XV y XVI que pasó de un simple triángulo de tela a un artículo acolchado y decorado difícil de ignorar.
Esta prenda atraía opiniones tan contradictorias como su propia naturaleza, pues no estaba bien visto exponer los genitales, pero la bragueta centraba la visión en ellos. Aunque su ubicuidad pudiera haber normalizado su presencia, los líderes se representaban con braguetas distintivas, cuyo color se diferenciara del resto de sus prendas.
Ignorada voluntariamente por los historiadores del siglo XIX, se han realizado desde entonces suposiciones aventuradas de su uso. Por una parte se ha evitado sugerir cualquier componente sexual indicando que era parte de la armadura militar que protegía los genitales y que fue adaptada a la vestimenta civil. También se ha sugerido que iba en consonancia con los gustos de la época, que ahora nos parecen extraños, y que al ser llevada con calzones apretados, evitaba la compresión sobre los genitales. El acolchado habría servido para mantener su forma. Grace Vicary argumentó en 1989 que esta tendencia comenzó con los lansquenetes quienes, al ser mercenarios, habrían sido los primeros en entrar en contacto con el sífilis. Por tanto, esta bragueta de mayor tamaño serviría para contener las vendas, los ungüentos y evitaría el roce de las verrugas. Sin embargo, no hay pruebas que conecten la bragueta con el tratamiento del sífilis. Además, de ser así, no explicaría la naturalidad con la que se muestran en los retratos. Por otra parte, otros lo han ligado con la sexualidad. Se ha defendido que los soldados vestían promitentes braguetas metálicas para mostrar su fuerza, agresividad y su superioridad sexual.
Las normas contra su uso o exhibición fueron infrecuentes, a pesar de que vestir faldas demasiado cortas que permitiesen ver los genitales o prendas que mostraran los hombros estaba prohibido en algunas ciudades. Las condenas y recomendaciones contra las braguetas demasiado grandes eran puntuales, pues lo habitual era mostrar indiferencia al respecto, siendo más frecuente las recomendaciones para mantener el recato incluso cuando no haya más remedio que exponer los genitales. Curiosamente, en Hosenteufel del reformador protestante Andreas Musculus, no solo condena esta prenda por su lascivia, sino que su excesivo tamaño se alejaría del proporcionado por Dios y sería un pecado de soberbia o habría infringido el octavo mandamiento de no dar falso testimonio. Para ilustrarlo, Musculus cita un caso de un joven que vestía tres braguetas cosidas entre sí. Aún así, esta condena es nimia comparada con la que hace a los calzones anchos.
La realidad parece indicar que su aceptación no excluye su simbolismo, por lo que no tendría funciones aisladas como las que suelen argumentarse. Era una prenda ligada a la masculinidad y podía resaltarse en el arte para simbolizar cualidades de los gobernantes, como la virilidad, el poder procreativo, la gobernanza, la militaridad o el discurso razonable.
- Lüttenberg, T. (2005). The cod-piece-A renaissance fashion between sign and artefact. The Medieval History Journal, 8(1), 49-81.