Revista Salud y Bienestar

La buena medicina

Por Miguel @MiguelJaraBlog

La buena medicinaAyer recibí una primera crítica sobre el nuevo libro proveniente de alguien que lo ha leído -devorado, diría yo-. Se trata del médico Carlos Ponte, uno de los fundadores de la Plataforma No Gracias de médicos por la ética cuya creación narro en Laboratorio de médicos. Viaje al interior de la medicina y la industria farmacéutica:

“Acabo de recibir y leer el libro. Enhorabuena por el trabajo. Es de fácil y amena lectura, con formato de thriller como corresponde a un mundo oscuro con adulteraciones, víctimas y miserias humanas. Es, sobre todo, comprometido, valiente y necesario para salir de la ciénaga.

Agradezco las cariñosas y positivas menciones a No Gracias y a mí mismo, aunque nos das un protagonismo que no merecemos, especialmente si lo comparamos con las duras experiencias de las ovejas negras que son los héroes del libro.

La lectura del libro ha sido un placer”.

Lo cierto es que mi viaje a las oscuridades médicas he conocido a muchos profesionales sanitarios comprometidos con establecer unas relaciones más éticas con los laboratorios y en el propio sistema sanitario, que han sido fuente de inspiración y de información. Les dejo el comienzo de ese capítulo:

Hacía algo más de tres años que había conocido a un médico

gallego afincado en Asturias, Carlos Ponte, jefe de la Unidad

de Cuidados Intensivos (UCI) del Hospital Central de Asturias.

Me había invitado a unas jornadas sobre «medicalización»

de la salud organizadas por A Pie de Barrio, una red social que

agrupa a distintas asociaciones vecinales y entidades ciudadanas,

algunas de ellas sanitarias. Quería que hablara sobre la

disyuntiva información o marketing en temas de salud y sobre

el papel de los medios de comunicación en las estrategias comerciales

de los laboratorios farmacéuticos y las compañías del

sector sanitario, y así lo hice. Acudí a Gijón una mañana soleada

de noviembre perfumada con el olor a sidra fresca de la

brisa marina. La acogida fue muy buena. Gijón, una ciudad

que yo pisaba por primera vez, continúa conservando un movimiento

vecinal fuerte y participativo. Observan algunos lugareños

que Oviedo es todavía la vieja Vetusta que retrató Clarín

en 1885 en su novela La Regenta, y en sus calles se conservan

huellas que nos acercan a los protagonistas del relato. Una ciudad

cómoda para vivir muy conservadora. Gijón es más vital,

con un movimiento social dinámico. Tanto que, tras el acto en

el que yo participé y mientras nos dirigíamos a una de las populares

sidrerías del casco antiguo gijonense, Carlos me anticipó

uno de sus secretos mejor guardados. Tenían lista una plataforma

de profesionales sanitarios decidida a convertirse en

un referente moral que sensibilizase a la sociedad y al sector

sanitario en particular —administración, trabajadores y pacientes—

sobre la necesidad de cambiar sus relaciones con la

industria farmacéutica. Unas relaciones contaminadas, según

estos médicos.


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