Ayer recibí una primera crítica sobre el nuevo libro proveniente de alguien que lo ha leído -devorado, diría yo-. Se trata del médico Carlos Ponte, uno de los fundadores de la Plataforma No Gracias de médicos por la ética cuya creación narro en Laboratorio de médicos. Viaje al interior de la medicina y la industria farmacéutica:
“Acabo de recibir y leer el libro. Enhorabuena por el trabajo. Es de fácil y amena lectura, con formato de thriller como corresponde a un mundo oscuro con adulteraciones, víctimas y miserias humanas. Es, sobre todo, comprometido, valiente y necesario para salir de la ciénaga.
Agradezco las cariñosas y positivas menciones a No Gracias y a mí mismo, aunque nos das un protagonismo que no merecemos, especialmente si lo comparamos con las duras experiencias de las ovejas negras que son los héroes del libro.
La lectura del libro ha sido un placer”.
Lo cierto es que mi viaje a las oscuridades médicas he conocido a muchos profesionales sanitarios comprometidos con establecer unas relaciones más éticas con los laboratorios y en el propio sistema sanitario, que han sido fuente de inspiración y de información. Les dejo el comienzo de ese capítulo:
Hacía algo más de tres años que había conocido a un médico
gallego afincado en Asturias, Carlos Ponte, jefe de la Unidad
de Cuidados Intensivos (UCI) del Hospital Central de Asturias.
Me había invitado a unas jornadas sobre «medicalización»
de la salud organizadas por A Pie de Barrio, una red social que
agrupa a distintas asociaciones vecinales y entidades ciudadanas,
algunas de ellas sanitarias. Quería que hablara sobre la
disyuntiva información o marketing en temas de salud y sobre
el papel de los medios de comunicación en las estrategias comerciales
de los laboratorios farmacéuticos y las compañías del
sector sanitario, y así lo hice. Acudí a Gijón una mañana soleada
de noviembre perfumada con el olor a sidra fresca de la
brisa marina. La acogida fue muy buena. Gijón, una ciudad
que yo pisaba por primera vez, continúa conservando un movimiento
vecinal fuerte y participativo. Observan algunos lugareños
que Oviedo es todavía la vieja Vetusta que retrató Clarín
en 1885 en su novela La Regenta, y en sus calles se conservan
huellas que nos acercan a los protagonistas del relato. Una ciudad
cómoda para vivir muy conservadora. Gijón es más vital,
con un movimiento social dinámico. Tanto que, tras el acto en
el que yo participé y mientras nos dirigíamos a una de las populares
sidrerías del casco antiguo gijonense, Carlos me anticipó
uno de sus secretos mejor guardados. Tenían lista una plataforma
de profesionales sanitarios decidida a convertirse en
un referente moral que sensibilizase a la sociedad y al sector
sanitario en particular —administración, trabajadores y pacientes—
sobre la necesidad de cambiar sus relaciones con la
industria farmacéutica. Unas relaciones contaminadas, según
estos médicos.