“A veces, siento que me gustó más el de la mano, el primero. Qué mano de Dios, ¡fue la mano del Diego!” A su estilo, Maradona tomó la pelota, hizo su eterno pique corto y enfocó esas palabras en un ángulo imaginario. Fue en su libro Yo soy el Diego, donde admitió lo que vieron millones de futboleros. Todos, menos el hombre de negro: el tunecino Ali Bennaceur. Se trató de un reconocimiento público. Todo lo contrario a lo que hizo 25 años atrás. Ahí, en el vestuario del Azteca, el Diez escuchó las preguntas. Y al responder, vendió un amague risueño. Tan pícaro como su mano. “Lo juro por lo que más quieran: salté junto a Shilton, pero le di con la cabeza. Lo que pasa es que se vio el puño del arquero y por eso la confusión. Pero fue de cabeza, no tengan dudas”.