Revista Economía

La Caducidad de los Billetes

Por Jmbigas @jmbigas
Mis recuerdos de infancia y juventud están muy ligados a los billetes de 100 pesetas. Conocí tres modelos: el primero era el de Julio Romero de Torres, que entró en circulación en 1955 (hasta 1978); el segundo el de Gustavo Adolfo Bécquer (1970-1978); Y el último que se emitió fue el que tenía en el anverso a Manuel de Falla (1974). Posteriormente ya sólo existieron monedas para el valor de 100 pesetas (recordemos, equivalente a 60 céntimos de euro). La Caducidad de los Billetes Ya en 1966 se acuñaron monedas de 100 pesetas (de plata, con la imagen de Franco en el anverso), pero su circulación fue muy escasa. En 1975 se acuñaron nuevas monedas de 100 pesetas (de níquel, ya con la efigie del Rey, pero todavía con el escudo preconstitucional en el reverso). En 1980 se acuñaron las conmemorativas del Mundial de España 82. Y a partir de 1982 ya se acuñaron las del nuevo modelo (fabricadas con una aleación de bronce, aluminio e hierro) que, con diversas variantes, duraron hasta la desaparición de la peseta y su sustitución por el euro, en 2002. Romero de Torres y Bécquer coexistieron en mis billeteros de estudiante durante muchos años. Pero acabaron caducando en cuanto a su valor legal, si bien, en algunos casos, se convirtieron en objetos de colección. Cuando viajo a otros países con diferente moneda, me gusta quedarme con algún billete y alguna moneda. En muchos casos se trata sólo de un souvenir más, porque no creo que nunca vuelva a visitar uno de esos países. Pero en otros casos, ello tiene mucha utilidad práctica. Como viajo con cierta frecuencia al Reino Unido, por ejemplo, me gusta tener en casa una pequeña cantidad de billetes y monedas en libras esterlinas, que me facilitan los primeros pasos en el país en mi siguiente visita. Cuando se me agotan, saco algunos billetes de un cajero automático británico. Pero también tuve algún tropiezo. Conservaba algunos billetes de mediados de los 80, que ya no eran válidos en mi siguiente visita a finales de los 90, y me los tuve que comer con patatas (la pequeña merma no me justificaba una visita al Bank of England). El Banco de Inglaterra informa en su web de todos los billetes emitidos y retirados de la circulación desde 1980. Por cierto, el de mayor valor es de 50 libras esterlinas. En 2002 se implantó en muchos países europeos, entre ellos España, el Euro como moneda común. Los billetes en euros son iguales en todos los países de la zona Euro (sólo se reconoce en qué país se fabricaron por el número de serie) y tienen siete valores: 5, 10, 20, 50, 100, 200 y 500 euros. Las monedas sí son algo diferentes según el país de fabricación, ya que el anverso tiene un motivo nacional distintivo. Hay siete valores para las monedas: 1, 2, 5, 10, 20 y 50 céntimos de euro, 1 y 2 euros. La Caducidad de los Billetes Los billetes de circulación más rápida (significativamente los de 5, 10 y 20 euros, también los de 50) se deterioran con el uso, pasando de mano en mano una o varias veces al día, y son continuamente renovados por el sistema bancario, para mantener en el mejor estado posible los billetes en circulación. Unos países más que otros, pero España de modo bastante significativo, según opinión generalizada, tienen una parte importante de la economía funcionando en modo sumergido. Esto significa que hay muchas transacciones económicas (pago de salarios, pago por productos o servicios, etc.) que no dejan ningún rastro y son invisibles a la administración tributaria. Para países como España o Italia, las estimaciones (es difícil atinar más en algo que es invisible por naturaleza) apuntan a que del orden del 20 al 25% del total del PIB del país  se desarrolla en la economía sumergida. Para ese tipo de transacciones opacas, el refugio es, obviamente, la utilización de billetes en los pagos. Por su naturaleza, los billetes son documentos con valor legal y al portador, por lo que pasan de mano en mano sin control de ningún tipo, más que el que, en su caso, acompañe a la entrega (tickets de caja, recibos, facturas,...). Los capitales negros, es decir, los que se han acumulado a partir de transacciones opacas fiscalmente, típicamente se representan en billetes de euros, especialmente los de mayor denominación. Un maletín de tamaño moderado, lleno de billetes de 500 euros, puede contener varios millones en un espacio bastante reducido. Supongo que habrá muchos de ellos habitando estancias oscuras de la economía (como las cajas de seguridad de los bancos, el interior de los colchones, el fondo de los armarios, las cajas fuertes domésticas, los conductos del aire acondicionado, y otros). Los técnicos de Hacienda llevan años alertando sobre el elevado volumen de billetes de 500 euros que hay en España. En la práctica, suponen el 70% del total del dinero circulante, y por España se mueven casi el 20% del total de ese tipo de billetes en circulación en la zona euro. Personalmente, me resulta digno de toda sospecha cualquiera que pague en efectivo una cantidad superior a los 100 euros. O, igualmente, el que exige un pago de ese tipo de la misma forma. La economía legal no necesita de los billetes de 500 euros, y yo creo que tampoco los de 100 y 200 euros. Hay infinitos medios de todo tipo para realizar cualquier tipo de transacción económica, por cualquier importe, sin necesidad de que haya billetes físicos que cambien de mano. Transacciones legales, por supuesto. La Caducidad de los Billetes Quitar valor legal a ese tipo de billetes no erradicaría la economía sumergida, aunque obligaría a que las cajas de seguridad de los bancos fueran frigoríficos de dos puertas o armarios roperos. Y, muy probablemente, provocaría que desaparecieran de la circulación muchos de los billetes de la denominación más alta de curso legal, creando carestía en el efectivo circulante. Para completar el círculo, los billetes deberían tener caducidad. Que llevaran impresa una fecha de caducidad provocaría, posiblemente, demasiadas dificultades de índole práctica. Pero renovar periódicamente su diseño sería una solución razonable. En solamente treinta años, yo conocí tres modelos diferentes de billete de 100 pesetas, con lo que no se trata de inventar nada nuevo. Se podría, por ejemplo, dar validez a un modelo por un período de 15 ó 20 años. A los 10 ó 15 años aparecería un modelo nuevo, que coexistiría con el anterior, durante, digamos, cinco años. Y luego pasaría a no tener ningún valor (más que, en su caso, el numismático). En un mundo ideal, todos los billetes antiguos pasarían a poder de los bancos centrales, que procederían a su destrucción controlada. Esto obligaría a que todo el dinero circulante tuviera que dar la cara durante ese período transitorio. Tirar del colchón durante un tiempo prolongado se volvería imposible. Los billetes próximos a caducar quemarían en la mano y en el bolsillo de quien los tuviera en su poder y se verían obligados a canjearlos de algún modo, idealmente a blanquearlos si fuera el caso. En lo que a mí respecta puedo garantizar que en mi billetera (el único lugar donde guardo alguna pequeña cantidad de dinero en efectivo), la rotación de los billetes físicos es muy inferior a los cinco años (incluso a los cinco meses, y casi siempre a las cinco semanas). Yo, desde luego, no tendría ningún problema. El cajero automático me daría billetes nuevos cuando aparecieran, y los antiguos desaparecerían solos. ¿ Y por qué no se toman medidas de ese tipo a nivel de toda la zona euro ?. Mi opinión es que la razón última es que los gobiernos y las administraciones públicas, si no la propia sociedad en su conjunto, admite de antemano su derrota en esa lucha contra las economías sumergidas y los tráficos ilegales. Por el mismo motivo por el que nadie ha puesto un empeño práctico real en la desaparición de los paraísos fiscales. Algún malpensado me diría, seguro, que la razón es que los que tendrían que tomar esa decisión son precisamente los mayores defraudadores. Yo no me atreveré a tanto. Pienso que todo ese tipo de mecanismos actúan como auténticas válvulas de escape de los sistemas económicos globalizados. Y, aunque no existen razones de peso para pensarlo, todos piensan que una economía sin válvulas de escape nos acabaría estallando entre las manos.

La Caducidad de los Billetes

Maletín con euros
(Fuente: 123rf)


En las últimas semanas hemos conocido varias iniciativas en este campo del Gobierno de Rajoy. Por una parte, la proclamación de una ventana de amnistía fiscal (hasta el próximo 30 de Noviembre), por el que los delincuentes económicos podrán redimir sus culpas a cambio de un 10% (o un 8% en el caso de sociedades) ingresado a la hacienda pública. Algún grupo político ha impugnado esa medida, por razones que creo que son sólidas. La ley en España contempla el indulto individual, atendiendo a circunstancias personales, pero no permite el indulto generalizado o la llamada amnistía general. Como muchos delitos económicos pueden ser penados con prisión, esta imposibilidad aplicaría a este caso también. Una amnistía de este tipo, además, tiene el efecto perverso de que el ciudadano legal se siente peor tratado que el mangui, y transmite la idea de que el fraude siempre es recompensado en España. Demoledor. Y estos últimos días, el propio Rajoy ha anunciado que el Gobierno aprobará declarar ilegales las transacciones económicas (que involucren al menos a una empresa o agente económico) en efectivo de más de 2.500 euros, castigadas con multa del 25% del importe (no tengo claro si a quien paga o a quien cobra). La medida dejará deliberadamente fuera a las transacciones entre particulares (pagos en B de vivienda o coche usado; donaciones, regalos, dádivas, propinas, sobornos y demás) así como, accidentalmente, a aquellas transacciones que involucren a algún agente económico alegal (camello, traficante, señorita de compañía, matón quebrantahuesos, facilitador de inmigración ilegal,...). Bueno, la medida nos obliga a todos a tener alguna cuenta bancaria, alguna tarjeta de débito o crédito y a utilizar a menudo la transferencia como modo de pago. Lo que me parece bien, dicho sea de paso y, desde luego, nada nuevo para mí. En resumen, paños calientes para una situación desesperada en la que el dinero, cualquier dinero, será bien recibido en las arcas públicas, sin tener que dar muchas explicaciones ni responder a muchas preguntas. Yo pongo encima de la mesa mi propuesta: eliminar los billetes de 500, 200 y 100 euros, y que los billetes caduquen en el plazo de 10 ó 15 años. ¿Qué podría pasar? ¿Qué haría el dinero negro para mantener su color?. Posiblemente utilizaría armarios roperos en lugar de maletines; se refugiaría en otros valores sólidos, como el oro o los diamantes; o se almacenaría en francos suizos o en dólares, si les fuera más fácil. Por eso, para asfixiar al ratón, hay que cegar al mismo tiempo todos los respiraderos de la ratonera. O siempre encontrará alguna manera de escaparse. JMBA

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LOS COMENTARIOS (1)

Por  Bancos_No
publicado el 21 octubre a las 03:30
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Cómo se puede ser tan ignorante y estúpido como para "sospechar" de quien elija pagar en efectivo sus compras, atribuyendo criminalidad de modo arbitrario sin pruebas de ninguna clase... Y además desde "100 euros".

Mi dinero, ganado honradamente, lo uso como a mi me venga en gana porque es mio, y nadie puede señalarme como sospechoso por pagar en efectivo, ya que eso es delito de calumnias (te suena de algo la presunción de inocencia? es un principio básico de derecho)

El pago en efectivo es la única manera que un ciudadano tiene de proteger la privacidad de su consumo, porque todo lo que se pague con tarjeta es registrado y traceable, quedando los datos almacenados en perfiles de consumo que pueden servir (y de hecho sirven) para realizar perfiles de la persona y determinar sus hábitos de compras, itinerarios y tendencias personales. Esto es un peligro tremendo porque el estado puede usar esos datos para hacer dossiers de personas a las que, una vez evaluado su perfil de consumo, se clasifique como "incómodas para el gobernante de turno".

Además, esos datos son tambien comprados por compañias mercantiles de todo tipo, llegando a ser algo determinante para la futura adquisición de servicios como un seguro médico, porque si tu perfil de consumo revela unos habitos poco saludables cuando vayas a contratar el seguro, tu póliza será mas cara ya que seras cliente de riesgo.

Los peligros del pago electrónico son muy serios y una amenaza real contra la provacidad de la ciudadanía. Quien nbo vea esto es que está ciego.