- El 29 de mayo de 1453, Constantinopla cayó en manos de los ejércitos del sultán Mehmed II, provocando el fin del imperio bizantino.
- Constantinopla (moderno Estambul) nombrada así por el emperador Constantino el Grande como su capital en 330 dC. El Imperio Bizantino, o Imperio Romano de Oriente, sobrevivió y prosperó durante siglos después de que el Imperio Romano en Europa Occidental hubiera declinado. Mientras Roma había caído, empujando a Europa Occidental hacia la Edad Media, el Imperio Bizantino prosperó gracias a su cercanía a una serie de rutas comerciales rentables y la protección ofrecida por el Mar Negro.
El saco de Constantinopla en 1453 llevó a este imperio a un final brutal, sangriento, pero el deterioro de Bizancio había empezado mucho antes de sus dramáticos últimos días. Al igual que el Imperio Romano de Occidente, las luchas internas y las invasiones externas habían erosionado gradualmente el Imperio Bizantino y lo habían sumido en una espiral de declive.
Durante los primeros años del imperio bizantino, la mayor parte de su población estaba compuesta por hombres libres que habían recibido tierras a cambio del servicio militar. Esta población propietaria de tierras a su vez pagaba impuestos al estado. En consecuencia, el Imperio contaba con una importante suma de dinero para apoyar su continua prosperidad, una fuerza armada consistentemente grande para protegerla de la invasión externa y una población con una participación suficiente (tierras o bienes) en el Imperio para tener un interés directo en asegurar su continuidad y estabilidad.
Esta situación comenzó a cambiar con el auge de la nobleza, que alteró el equilibrio de la sociedad en el Imperio Bizantino. La nobleza absorbió enormes pedazos de tierra haciéndolos suyos. Los más pobres del Imperio fueron así obligados a un estado de servidumbre, lo que dio lugar a que grandes franjas de la población fuesen leales a un miembro de la nobleza más que al Estado. El imperio perdió su ejército y su economía se resintió, y la necesidad de contratar un ejército mercenario llevó al agotamiento del tesoro a un ritmo más rápido del que podría ser reabastecido.
Para los turcos otomanos, Constantinopla era un objetivo tentador. Por razones políticas, su captura simbolizaría el ascenso de su imperio como la fuerza más poderosa de la región. Su ubicación significaba que tenía enormes ventajas tácticas, fáciles de defender y una ubicación perfecta para facilitar el comercio entre Oriente y Occidente. Además, era una ciudad que se rumoreaba que estaba llena de oro, plata y piedras preciosas, aunque lo cierto que esto después de los años de declive no está claro.
Mehmed II había ascendido al trono otomano en 1451, y rápidamente se puso a planificar para aprovechar el declive del Imperio Bizantino. Ya tenía una fortaleza en la costa asiática del Bósforo. Otra fortaleza otomana, conocida como Rumeli Hisari, fue construida en la costa europea, dando a Mehmet II el control del estrecho.
La seguridad de Constantinopla se hizo más precaria cuando los ejércitos de Mehmed II capturaron las fortalezas bizantinas alrededor de Constantinopla y rodearon las ciudades griegas del Imperio Bizantino, haciéndolas incapaces de enviar asistencia a la capital. El 1 de abril de 1453, los ejércitos otomanos llegaron a Constantinopla y se enfrentaron a las grandes murallas de la ciudad que no habían sido violadas durante más de doscientos años. Mehmed II ofreció a los defensores de la ciudad la oportunidad de rendirse y mantener sus propiedades, familias y vidas, pero el emperador bizantino, Constantino XI, se negó. El 6 de abril de 1453 comenzó el sitio de Constantinopla.
Después de 57 días las murallas fueron finalmente asaltadas por las fuerzas del sultán. La ciudad fue rápidamente superada, y las muchas fuentes de la época describen una masacre brutal de los ciudadanos de la ciudad. El destino del último emperador bizantino no está claro -los rumores apuntaban a que había escapado de alguna forma de la ciudad, pero oficialmente su cabeza fue presentada a Mehmed II el 29 de mayo-.
El papa Nicolás V llamó a una Cruzada para recuperar Constantinopla, pero ningún monarca de Europa occidental estaba dispuesto a enviar tropas o dinero a la causa. Las consecuencias para la región y para Europa en general fueron claras. El Imperio Romano de Oriente había caído y el Imperio Otomano, dirigido por Mehmed II (Mehmed el Conquistador después de su triunfo) había subido a lo más alto. Vendrían años difíciles para el Mediterráneo, pero eso ya es otra historia.
Imagen: Wikimedia-Commons
© Una sección de Félix Casanova para Curiosón, 2016