Fue en la madrugada del 09 al 10 de noviembre del año 1989, hace veintidós años, en el ocaso de un mundo que llevaba más de 45 años estando dividido en dos bloques irreconciliables. El final de esta dualidad se forjó en las calles de Berlín y debido a la presión popular. Una medida de viajes más permisiva de un lado al otro de la frontera provocó la confusión entre las dos alemanias, y esa noche miles de ciudadanos del Oeste se presentaron en los puestos de control al grito de "¡el Muro está abierto!". Los funcionarios, que no sabían de la noticia, poco pudieron hacer ante la avalancha. Esta misma noche comenzaron a pasar montones de ciudadanos de la RDA a la Alemania Occidental, recibidos con abrazos por sus desconocidos hermanos de la RFA, e invitados a cerveza gratis en los bares de este lado de la frontera. Comenzaba a venirse abajo la férrea disciplina comunista de la URSS en el país en el que precisamente puso más empeño en sovietizar, debido fundamentalmente a que Alemania Oriental era la punta de lanza del comunismo en Europa, y el Muro, la construcción física de esa división irreconciliable.Pero no fue hasta la fría mañana del día 10, una tal y como la de hoy, cuando miles y miles de personas no sólo comenzaron a derribar la fuerza simbólica del Muro de Berlín sino también a tirarlo abajo, literalmente, con picos y martillos y, sobre todo, con sus almas. Era el inicio del fin del mundo Comunista.