Pero esa debilidad ya había terminado, tal y como hemos visto aquí. Será Isidoro de Sevilla uno de los principales pilares para entender este episodio, ya que se encargó de historiar las peripecias de los visigodos hasta convertir sus conquistas en victorias queridas por Dios en el conjunto del gran reino de Toledo. Según él, la Península era un territorio que Dios había dispuesto para que los visigodos la conquistasen y la sometieran. El otro pilar fundamental será Juan de Biclaro, que escribió su crónica en 590 y que fue uno de los artífices del reino católico visigodo. Este abad mostró siempre una gran admiración por el rey Leovigildo a pesar de su condición arriana, y las noticias relativas a la conquista de Gallaecia le interesan en cuanto evidencian los esfuerzos de Leovigildo por someter todo el conjunto peninsular. El último autor del que tenemos que hablar es Gregorio de Tours, que nos informa de la conquista a través de dos de sus obras: por un lado los Milagros de San Martín, donde relata la conversión de los suevos al catolicismo y por otro con su Historia, una obra atenta a los avatares que provienen del reino visigodo aunque su finalidad es relatar la genealogía del reino franco.“De alguna manera la gloria sueva fue una consecuencia de la debilidad visigoda”.
La caída del reino suevo de Gallaecia. Extensión territorial del reino suevo a finales del siglo V y durante el siglo VI. Fuente: Wikipedia.
La caída del reino suevo de Gallaecia
Tomando como referencia a san Isidoro, éste nos dice que el primer monarca suevo conocido en el siglo VI se llamó Teodomiro, conocido por ser el primer monarca que fue convertido al catolicismo por Martín de Tours. A pesar de ello Gregorio de Tours nos habla de un rey llamado Carrarico cuya existencia no aparece en ningún otro lugar excepto en su relato. Juan de Biclaro no resuelve esta cuestión pero es plausible que antes de Teodomiro –también llamado Ariamiro, aunque hay dudas acerca de que se trate del mismo personaje–, hubiese existido otro rey previo o dos, si tomamos a Ariamiro como un rey distinto a Teodomiro.
Teodomiro habría llegado al poder para el 559 si tomamos como referencia la exactitud de los concilios bracarenses, ya que el concilio se celebró en 561 y en él se especifica que el rey llevaba gobernando tres años. Algo más de información tenemos al respecto del rey Miro, pues Juan de Biclaro nos dice que en 571 o 572 llevó la guerra a los runcones o ruccones, un pueblo que se hallaba fuera de las fronteras consolidadas del reino suevo y que seguramente merodease por el noreste del reino. Al año siguiente Leovigildo aparecerá en los territorios del Duero guerreando contra los sappos de Sabaria, un lugar igualmente fronterizo con los suevos y que evidenciaba una escalada de violencia que poco a poco confinaba a éstos en su reino. Poco después, el rey atacaba directamente los territorios del reino de la Gallaecia, aunque ante los ruegos y súplicas del rey Miro se retira por un tiempo más bien escaso según el cronista.
La caída del reino suevo de Gallaecia. San Martín de Braga. Codex Vigilanus o Albeldensis, Biblioteca de El Escorial. Fuente: Wikipedia.
Es posible que Leovigildo se alejara durante un tiempo de esta frontera por agotamiento, pues no olvidemos que había estado guerreando contra los bizantinos en el sur, a los que había capturado algunas plazas; había logrado doblegar a la siempre rebelde Córdoba en 571 y además había sometido la región de la Oróspeda, disputada entre visigodos y bizantinos. Según El biclarense, en 577 la sensación de triunfo y victoria era total ya que
“la tiranía había desaparecido por todas partes, los usurpadores de Hispania habían sido vencidos y Leovigildo había logrado superar todas las querellas con su propio pueblo” (en Pablo C. Díaz, p. 148),
una prosperidad que incluso le permitió fundar Recópolis, una ciudad entera llena de tintes dinásticos y propagandísticos.
Al año siguiente Hermenegildo se alzó en armas como ya hemos analizado, siendo los suevos de Miro los únicos que parecen atender realmente su llamada y acudir en su ayuda. Dada su aparentemente escasa capacidad militar, es posible que Miro estuviera atento a los acontecimientos visigodos para actuar de una manera u otra. Así cuando la situación benefició a Leovigildo no dudó en jurarle lealtad y cuando existió una posibilidad de que Leovigildo perdiera su poder, como parecía suceder con Hermenegildo, se lanzó a la aventura. Una aventura estrepitosamente fallida, como todos sabemos, ya que Hermenegildo y Miro fueron barridos por el monarca toledano. Así pues para 580 el destino del reino suevo estaba sellado. Cuando el hijo de Miro, Eborico, ascendió al trono, fue depuesto inmediatamente por un individuo de nombre Audeca, quien se casó con la viuda de Miro. Esta usurpación se ha interpretado como un acto de protesta por parte de los nobles al respecto de la insensatez de Miro y por otra parte se ha interpretado que Eborico era aún un adolescente. Así se refiere a él Isidoro y sin duda la excesiva juventud sería un argumento válido para quitarlo de en medio.
La caída del reino suevo de Gallaecia. Murallas romanas de Astorga (León). El reino suevo tenía ciudades potentes como Astorga, Lugo o Braga, entre otras. Fuente: mnstatic.com
Que Audeca se casara con la viuda de Miro es visto por Juan de Biclaro como un acto de tiranía al sustituir un gobierno legítimo –y amparado por Leovigildo– por uno ilegítimo. En esta línea de restitución de la legalidad dinástica, Leovigildo destronó a Audeca y lo sometió a la tonsura monástica, lo que le incapacitaba para volver a gobernar. Acto seguido fue obligado a aceptar las órdenes del presbiterado y seguidamente deportado a la Lusitania. Pero no todo fue tan legal y tan bonito, ya que acto seguido, Gallaecia fue incorporada como provincia visigoda y Leovigildo se apropió así del reino, del tesoro y de los súbditos suevos. Esta situación planteó resistencia, ya que el cronista nos describe cómo un tal Malarico –de nuevo irrumpiendo en tiranía según él– se rebeló contra las tropas visigodas allí destacadas y nos narra además cómo estuvo a punto de lograr su objetivo.
Fue el último episodio conocido de la historia sueva. San Isidoro anotó que el reino había durado ciento setenta y siete años. Ahora formaba parte del reino visigodo y nunca más se supo nada de los suevos, pues el recuerdo de este pueblo fue borrado de los cálamos de los cronistas y de las fuentes posteriores. De hecho, conquistado el reino, Juan de Biclaro no dirá absolutamente nada más del antiguo reino, pivotando definitivamente su atención hacia los avatares del reino de Toledo.Autor: Miguel Angel Municio Castro para revistadehistoria.es desde http://romanainsolentia.com/
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Bibliografía:
DÍAZ, P. C.: El reino suevo (411-585), Madrid, 2011.
SANZ SERRANO, R: Historia de los godos. Una epopeya histórica de Escandinavia a Toledo, Madrid, 2009.
THOMPSON, E.A.: Los godos en España, Madrid, 2014.
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