y Pablo de los Ríos
Una obra incorrecta y polémica, pero sobre todo premonitoria
Con motivo del estreno en nuestro país de Black Mirror en Cuatro, desde La Palomita hemos considerado oportuno incluir al último bombazo de la televisión inglesa en nuestra sección de recomendaciones televisivas a pesar de contar con una sola temporada tremendamente difícil de catalogar y describir. La cadena
británica Channel 4 lanzó en 2011 esta
miniserie de la mano de Charlie Brooker,
a quién ya conocíamos por Dead Set, otra ficción televisiva de terror de cinco capítulos ambientada en el Gran
Hermano británico que ya supuso una agradable sorpresa en su día, aunque eso sí, sin llegar a la excelencia ni a la unanimidad crítica de la obra que nos ocupa.
Durante cada
una de sus tres entregas, Black Mirror consigue llevar al espectador hacia la reflexión de un paradigma
próximo donde se nos muestra a una sociedad ordenada en torno a las nuevas tecnologías
audiovisuales. En cada episodio se nos relata una historia totalmente
diferenciada con cambio de personajes y actores cuyo único nexo de unión es la
representación de una humanidad dependiente y controlada. Un mensaje premonitorio en el que se cuestionan los límites que definen al propio ser humano en la mejor línea establecida en 1984 de George Orwell y Minority Report, o en ejemplos más cercanos a nuestro tiempo como Network, Un Mundo
Implacable. Sí, ese tipo de bestia parda es Black Mirror.
La primera historia comienza con una llamada al Primer Ministro
británico. La princesa de la Familia Real Británica ha sido secuestrada por
unos captores cuya única e inverosímil exigencia es que el máximo mandatario
británico tenga relaciones sexuales con un cerdo en menos de 24 horas ante las
cámaras y en directo para toda la nación. El relato nos quiere adentrar
en el papel de los medios de comunicación y las redes sociales que nos asolan
actualmente para mostrarnos como pueden transformarse en armas de doble filo, en este caso, obligando a los políticos a claudicar ante las demandas
del pueblo. Una descripción de esa ilusión con apariencia de libertad bajo un comportamiento poco individualista que convierte a la sociedad
en una manada dirigida por el próximoTrending topic de
la semana.
Este primer episodio cumple la función de describir de forma inmejorable las ideas y miedos en torno a los que está ordenada toda la miniserie mientras se sirve de una premisa cargada de polémica e irreverencia para atraer al espectador más curioso y causar cierta resonancia entre la prensa especializada. No obstante, el final si que
puede llegar a ser algo gratuito bajo la moralina del telespectador morboso,
aunque no está exenta de la crueldad e ironía que, como decimos, definen a Black Mirror en su totalidad. Eso sí, es el más flojo de los tres capítulos.
El segundo puede llegar a ser el que más ha
cautivado en la red tanto a la crítica como al público, y no es para menos porque
se trata de un ejercicio de imaginación con una puesta en escena más elegante
que las fiestas de etiqueta del Gran
Gabsby, además de una sensibilidad manifiesta que nos demuestra una vez más la innegable capacidad de la televisión para acercarse al cine. Nos
encontramos con una nueva apuesta por la ciencia ficción situándonos en una
sociedad mecanizada cuyos individuos viven en cubículos bajo tierra y tienen como único propósito mejorar sus avatares digitales y ser
estrellas del reality show de moda. No nos dan demasiados datos para
responder a cuestiones tan lógicas como qué régimen orwelliano dirige tal
sociedad, pero a medida que avanzan sus bien medidos sesenta minutos nos vamos adentrando en esta civilización donde existen clases sociales distinguidas
por las figuras de los medios audiovisuales (Rupert Everett es uno de ellos), que tratan a sus telespectadores como si fueran súbditos.
El relato viene a denunciar el comportamiento
mecánico de una sociedad adormilada que solo encuentra motivación en los pedacitos de
luz que una pequeña -o no tanto- pantalla puede otorgarles a sus anodinas y rutinarias vidas.
Su final, con un discurso evocador por parte del protagonista instando a los televidentes
a despertar del letargo y a replantearse el paradigma en el que se hayan, resulta la pieza más desesperanzadora de toda la serie
convirtiendo un grito a la esperanza en un vulgar show televisivo propio de un
demagogo Risto Mejide. Sencillamente
cautivador.
En cuanto al último episodio, justo en medio en el ranking, nos sitúa en un futuro próximo donde la gran mayoría de la sociedad
tiene instalados desde su nacimiento un complejo sistema audiovisual llamado Grano. Se trata de un componente
que convierte a nuestros sentidos literalmente
en un DVD grabador que registra todo lo que vemos u oímos las 24 horas del día permitiéndonos, mediante un control remoto, visualizar cada una de nuestras vivencias
a voluntad. El invento se
muestra como una valiosa
herramienta para revivir nítidamente nuestros recuerdos más preciados, pero también
puede trastornarse en una manzana envenenada al impedir la huida de los momentos
que más deseamos olvidar. De hecho, el tercer capítulo se centra en las
vivencias de una pareja con problemas de celos cuyo instrumento no hace sino
acrecentar las sospechas llevando al protagonista al borde de la locura. Quizás
nos encontremos con el relato menos reflexivo de todos, aunque bien es
cierto que puede llegar a resultar el de mayor contundencia dramática.
En su conjunto y a pesar de la clara diferenciación entre sus tres entregas, Black Mirror es una obra de obligada visualización que intenta prevenirnos de una sociedad idiotizada, poco autosuficiente y con unos valores culturales y morales al borde del esperpento, y aunque
pueda resultar paradójico que se critique a los medios de comunicación a través de uno de los más dañinos de todos, la televisión, al final el mensaje nos termina recordando que todo está en nuestras manos. Que la tecnología no es un enemigo siempre y cuando sepamos que su lugar es el de una mera herramienta, no el de protagonista o motor de nuestras vidas. Así que ya sabéis, esperad por lo menos cinco minutos tras verla para recomendarla por Twitter.