Esteban Bullrich y Gabriel Sanchez Zinny
La calidad educativa es todavía un desafío pendiente en la Argentina; un desafío de todos. El último informe PISA (que mide el desempeño en lectura, ciencia y matemática) elaborado por la OCDE, indica que los países de América latina han obtenido resultados muy por debajo del promedio general. En particular, la Argentina se sitúa en el puesto 58 entre 65 países evaluados, lo que, además, implica un deterioro en comparación con sus vecinos regionales.
El puntaje final del país cayó de 418 a 398 durante los últimos diez años. Esto significa que la Argentina no sólo está por debajo del promedio general (496 puntos), sino también peor que todos los países latinoamericanos que forman parte de la prueba, con la excepción de Panamá y Perú (que ocuparon los puestos 62 y 63 respectivamente). En contraste, Chile es el país mejor calificado de la región (44), seguido de Uruguay (47), México (48), Colombia (52), y Brasil (53).
Pero mientras el desempeño educativo es bajo, el gasto promedio en educación en América latina se ha incrementado sensiblemente durante las últimas décadas, e incluso ha alcanzado un nivel similar al de los países de la OCDE. Por ejemplo, en 2009, la Argentina invirtió aproximadamente un 6,45% de su PBI en educación, mientras que los miembros de la OCDE invirtieron en promedio un 6,3 por ciento.
Entonces, ¿por qué los resultados están empeorando en los últimos años? Porque hasta ahora los esfuerzos por mejorar la educación argentina a través de incrementos en fondos destinados a la educación dejaron de lado la importancia de la calidad educativa, y resultaron en desigualdades tanto en la calidad como el acceso a la educación. Por ejemplo, en las provincias con los peores indicadores sociales y económicos se invierte menos dinero por estudiante cada año que en las provincias que gozan de un mayor nivel de desarrollo.
De manera similar, existe todavía desigualdad en el acceso a la educación: sólo el 47% de los niños pertenecientes al quintil de menores recursos asiste al nivel inicial de educación (para los niños desde los 45 días hasta los 5 años), mientras que este porcentaje aumenta al 79% en el quintil de mayores ingresos. Además, sólo el 30% de los jóvenes entre 18 y 23 años del quintil de menores ingresos sigue en el sistema educativo, mientras que el 70% de los jóvenes de esas edades del quintil más alto permanece en el sistema.
Esta disparidad entre inversión y resultados, aunque ha sido minimizada en ciertas ocasiones por las autoridades educativas, habla del deterioro de la educación en nuestro país y de la necesidad de encarar un proceso de reformas profundo y basado en un consenso de distintos sectores. Actualmente, la variable socioeconómica en la Argentina define un altísimo porcentaje del éxito que tendrá el alumno en el sistema. El sistema educativo debería equiparar oportunidades, y eso es central en cualquier concepto de calidad.
Pero continuar por los mismos ejes transitados hasta el momento no será suficiente para mejorar el sistema educativo. Admitidos los logros alcanzados en términos de inclusión educativa, el debate hoy debe volverse hacia el mejoramiento de la calidad de la enseñanza como sostenemos en nuestro reciente libro Ahora? calidad. Apuntes para el debate sobre política educativa en Argentina . Más de lo mismo no nos ayudará a adaptarnos a un mundo cada vez más competitivo, donde nuestros estudiantes buscan empleo juntos con otros en China, India y el resto de América latina. El capital humano tampoco tiene fronteras; empresas, gobiernos y organizaciones sociales buscan sus mejores empleados mirando el mundo como base, sin límites geográficos.
Varias décadas atrás, países como Singapur tenían peores escuelas que la Argentina y un PBI significativamente menor. Sin embargo, hoy son mucho más ricos que los países latinoamericanos y ocupan los primeros lugares en calidad educativa. Estos países lograron transformarse implementando las reformas educativas necesarias y teniendo el coraje de mantenerlas como política de Estado. En la Argentina, también podemos hacerlo; podemos volver a la calidad educativa que hizo famoso a nuestro país. Por eso, es hora de pensar en la calidad.
Fuente: lanacion.com.ar