Alfredo Pérez Rubalcaba es cortés y de gesto amable, pero esa imagen parece ocultar lo que afirman sus enemigos del PSOE y allegados a Carme Chacón: que es implacable, de ciega tenacidad, y bastante imprudente, como demuestra estos días con su prematura llamada a “tomar las calles” contra el Gobierno del PP.
Nadie puede acusarlo de pedir taxativamente a socialistas, comunistas y antisistema que acosen las sedes del PP de toda España y las viviendas de sus dirigentes, como hacen en Valencia y en Madrid esos que “toman las calles”.
No. Se limita a decir que la izquierda debe “protestar en la calle” contra la “auténtica revolución conservadora” de Mariano Rajoy.
Es una expresión menos agresiva pero eficaz para mandar las masas a asediar al contendiente ideológico que gobierna con mayoría absoluta: 10,83 millones de votos frente a los 6,97 millones socialistas.
Simultáneamente a esa demanda de cambiar las urnas por algaradas, dos dirigentes del PSOE, José Bono y Josep Borrell, lamentan públicamente que Zapatero no hubiera tomado las medidas, en realidad izquierdistas, que ordenó Rajoy en sus dos meses de mandato.
Como la reforma financiera y la bajada drástica de los sueldos de los banqueros y de multitud de altos funcionarios públicos, la progresividad en el incremento del IRPF, las propuestas de moratoria en los desahucios, la dación de pisos en pago, y la reactivación que traerá pagar a las arruinadas pymes proveedoras de todos los ayuntamientos españoles.
Bono, además, recuerda el entreguismo del PSOE a los nacionalistas y la disolución del sentido de Nación que sufrió España, y que no debe repetirse, afirma.
En cuanto al cambio de la legislación laboral, motivo para asaltar las calles de Rubalcaba, cualquier observador neutral no ve más que un acercamiento a las leyes europeas.
Hasta ahora esas regulaciones laborales eran herederas del sindicalismo franquista, que protegía al trabajador porque debían demostrar que era mejor que cualquier sindicato comunista.
Muertos Marx-Lenin y la URSS, ningún sistema puede ostentar santidad laboral, sino competir, especialmente, con el capitalcomunismo salvaje de Marx-Lenin-Pensamiento Mao Zedong.
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SALAS