Al nacer la democracia un ministro del Interior de entonces, Manuel Fraga, le advirtió que “La calle es mía” a los que exigían con grandes protestas la “ruptura democrática” y rechazaban un pacto que poco después creó la actual Constitución.
Las algaradas amainaron entonces. Las que hubo después eran de carácter laboral. Las políticas se reiniciaron en los primeros años 2000 contra el PP –Tirelerss, Prestige, No a la guerra--, y hasta su caída, en 2004.
Después, siete años tranquilos hasta que apareció el Movimiento de los indignados del 15M una semana antes de las elecciones municipales y en 13 CC.AA., más Ceuta y Melilla. Se preveía el triunfo popular del 22 de mayo.
El Movimiento acampó en grandes plazas de numerosas ciudades sin que el actual titular de Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, lo evitara, desobedeciendo a las Juntas Electorales que prohibieron aquellas invasiones de espacios públicos.
En esos mismos días el Constitucional, presionado por el Gobierno, legalizaba Bildu, refugio de Batasuna, rama política de ETA.
Y Bildu, que obtuvo un éxito espectacular, como Hitler en 1933, sí se apoderó de la calle. A su manera: comenzó a atemorizar y a acosar nuevamente a los demócratas. No son Camisas Pardas, sino tipos uniformados con pendientes, pearcings y maneras antisistema.
Su violencia se contagió: una revuelta popular cerca de Bayona impidió este lunes la detención de Aurore Martin, colaboradora de ETA. La policía francesa debió decirse que si en España esa gente es legal para qué sufrir problemas de orden público.
En Barcelona, “la calle”, los indignados, humillaron al Parlamento cercándolo. En Madrid “la calle”, siguió ocupando plazas, ahora nuevamente cerca del Parlamento. Los indignados gays acosaron al alcalde y a su familia. En Valencia los piquetes hostigaron a la alcaldesa en su propia casa.
Los indignados se enfrentan e intimidan ya directamente a políticos y funcionarios en cualquier lugar, mientras Bildu anuncia que perseguirá hasta sus viviendas a quienes no lo apoyen en su exigencia de liberar a los asesinos etarras de las cárceles.
Ahora la calle es de los piqueteros: el enorme poder de Fraga en manos de masas que crecen, y de las que no se sabe que otras cotas alcanzarán.
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SALAS
Hay quien se prepara para ese futuro