Tiene una ligera pendiente en ascenso. Quizás hoy por hoy, ese dato sea el que más llame la atención del viandante al recorrerla. Por lo demás, una pequeña vía atada al anonimato. Nada que ver con el Siglo XV cuando resultó la más envidiada y codiciada de la ciudad.
La Calle de la Salud estrecha lazos entre dos calles de gran actividad comercial como son la Calle del Carmen y la Gran Vía. Su trazado, de no más de doscientos metros, se estrena con una pared de ladrillo, la que pertenece al lateral de la Iglesia del Carmen y su angosta vida coge un poco de aire al llegar a la gastada plaza del mismo nombre. Mientras la recorremos, en el horizonte, divisamos una fachada con un enorme mural, en ella, un arco iris que hace mucho que perdió el brillo, sirve de soporte publicitario para un hotel cercano. A partir de ese punto, la calle retorna a su vida anodina antes de fundirse con la Gran Vía.
La principal fuerza de esta calle la esconde su sugerente nombre, Calle de la Salud, un origen para el que es necesario remontarse, nada más y nada menos, que a la España del Siglo XV y de los Reyes Católicos. Según nos ha llegado hasta nuestros días, en aquella época se desató, como tantas otras veces, una terrible epidemia de peste bubónica que causó estragos de la por entonces diminuta Madrid.
Sin embargo, hubo una parte de la población que se salvó de los devastadores efectos de la peste, precisamente los colonos que vivían en esta zona. Por ello, los madrileños bautizaron estos terrenos como el Barrio de la Salud, empezaron a construir casas y entre ellas surgió una calle, nuestra protagonista de hoy. El barrio, con el paso del tiempo cedió su nombre al olvido, algo que sin embargo, no ocurrió con la calle que sigue figurando con orgullo en todos los callejeros de Madrid.
Sobre el motivo de la salvación de estos habitantes hay varias teorías, la de mayor peso nos dice que esta gente sólo consumía verduras y animales que cultivaban y criaban en sus propios terrenos, lo que hizo que no tuviesen que mezclarse con otros sectores de la población, abortando así cualquier tipo de contagio. También he leído que disponían de una fuente que les proporcionaba agua suficiente. Por lo tanto, con suministro sólido y líquido asegurado, pudieron sobrevivir a la temida peste sin sufrir baja alguna. Una gran suerte que bautizó hasta nuestros días a la Calle de la Salud.
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Origen y retazos de la Calle del Álamo