…un viejo orfebre italiano perpetuaba la noble artesanía antañona, de cuando el oro y la plata eran cincelados a la mayor gloria del Señor. Después, el vecindario era todo de empleados y artesanos, de
canónigos y jubilados. De una bodega salían a la calle las notas de un piano porque allí había un artista afinador,ciego, de tacto maravilloso y de oído sutilísimo. De otra, la vaharada caliente de un taller de plancha, con muchachas de mejillas encendidas, inclinad.as sobre la alegría de los lienzos inmaculados. Había un rumor de máquinas de coser, de hábiles bordadoras que tarareaban una cancioncilla a media voz, como era todo en la Rúa Mayor. Y según se iba avanzando y torciendo hacia la Cuesta del Hospital, iba gradualmente cambiando el carácter; ahora era algún cafetucho con sólo dos mesas de mármol y un tasquero que fumaba en silencio su tagarnina mientras los parroquianos hablaban de gallos de pelea; el taller de un ebanista que robaba reflejos suaves a la tarde para regalárselos al barniz de un armario de caoba …
SANTANDER EN LA HISTORIA DE SUS CALLES, José Simón Cabarga
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