La calma antes de la tempestad
No os ha ocurrido nunca que después de un gran proyecto, dónde has dedicado cientos de horas, reuniones, documentos, proyecciones, justo el día después que consigues entregar en fecha y todo funciona aparece como arte de magia una calma que más que ejercitar el significado, te pone nervioso.
Todo esos nervios, ese correr como pollos sin cabeza, las llamadas telefónicas que caen sin cesar sobre todos los móviles de las personas implicadas, todo cesa de golpe y las horas pasan tranquilas sin sin sobresaltos. Nada de trabajar hasta las tantas, nada de madrugar para mejorar una presentación, corregir un error, nada, simplemente nada.
A mi me ha pasado más de una vez, y a pesar ello sigo sin acostumbrarme a estos parones de actividad. Meses corriendo para estar un día o dos con una calma que pare más una escena de tensión de Hitchcock. Sabes que tarde o temprano se van a desatar los siente infiernos y esa tranquilidad en la que vives va a desaparecer por otro par de meses.
Así que la opción más inteligente para no acabar arrollado por el tsunami que se está gestando y del que no tienes pista es quitarte de encima todo el trabajo rutinario y burocrático. Cuanto más, mejor. Aprovecha los días en calma para reunirte con clientes y proveedores, ya sea on-line u off-line, para mantener lineas abiertas y demostrarles que no estás muerto.
Pon un poco de orden en la agenda, prioriza las necesidades y revisa el estado de tu infantería. Hazles entrenar un poco para que no pierdan la práctica, y si te sobra tiempo, disfrútalo porque no va a durar mucho.
Película: White Squall
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