Nuestro viaje por la Provenza llega a su fin. La última etapa la dedicamos a la Camarga que, a pesar de formar parte de la misma región, sus paisajes desolados, terrenos pantanosos y su personalidad tan específica constituyen un mundo aparte que difiere mucho de la estampa provenzal. Las montañas, bosques de robles y campos de lavanda dan paso a grandes llanuras donde pastan los caballos blancos autóctonos y los toros, ambos símbolos de la Camarga. Situada entre los Departamentos de Bocas del Ródano y del Gard, forma el delta de río más grande de Europa Occidental. Geográficamente está encajada entre los dos brazos del Delta del Ródano y el Mediterráneo, limitando de forma casi triangular al Oeste con el Pequeño Ródano y al Este con el Gran Ródano.Por su clima y características, acoge una gran cantidad de aves, entre las que destaca el flamenco rosa que pasa los inviernos en sus extensos pantanos. Pero su imagen no tan sólo se asocia a las aves, también al caballo y al toro.
En los pastos cenagosos se crían los caballos y los toros medio salvajes camargueses.Se dice que los célebres caballos blancos de la Camarga descienden de aquellos caballos salvajes que poblaban la Galia en tiempos prehistóricos y que aparecen en las pinturas rupestres de Lascaux; otros, sin embargo, le atribuyen un origen norteafricano y hay quienes hablan de una procedencia tibetana. Son unos caballos enanos, con un lomo de hasta 145 cm de altura, que se introdujeron principalmente en la agricultura pero actualmente se emplean para realizar paseos turísticos. Sus pezuñas anchas y duras, las cuales no necesitan herraduras, son ideales para los terrenos pantanosos. Es curioso porqué esos caballos nacen con el pelo negro y a los seis meses aproximadamente, su pelaje adopta el color característico gris plateado.
Los toros, con sus cuernos en forma de lira, se crían para las corridas provenzales, llamadas férias o courses camargaises, en las que no se da muerte al animal.
Los vaqueros, gardians, con sus típicos sombreros negros de ala ancha, son unos jinetes excelentes que vigilan los rebaños de toros y equinos, las manades, montados a caballo.
En cuanto a los cultivos, el arroz es el producto que mejor se ha adaptado a las condiciones de la Camarga y se ha convertido en el primer productor europeo de este cereal.Las dos mayores ciudades de la región son Les Saintes-Maries-de-la-Mer y la preciosa ciudad amurallada de Aigües Mortes. Se trata de una zona muy turística que ofrece una gran variedad de actividades y largas playas de arena dorada. Aunque la oferta es amplia, en verano cuando los franceses bajan al sur en busca de su tan añorado sol puede ser difícil encontrar alojamiento sin reserva previa.En invierno es otra historia y se puede disfrutar de sus paisajes con pocos agobios. Me ha recordado en muchos aspectos el Delta del Ebro, quizás por los pueblos de casas blancas de una sola planta o quizás por las extensiones de terreno donde no se ve ni una triste colina.A los pocos kilómetros de dejar atrás Arlés el paisaje ya cambia de forma clara y se empiezan a ver las grandes llanuras. Tampoco tardamos mucho en poder ver caballos y toros, muchos más caballos que toros. La carretera está llena de alojamientos tipo gîtes o chambres d’hostes, lo que vendrían a ser los Bed & Breakfast o nuestras casas de turismo rural donde también se ofrece venta de los productos de la región y paseos a caballo.
Llegamos a Saintes-Maries-de-la-Mer y a simple vista parece que el pueblo en sí no tiene demasiados atractivos turísticos, destacando tan sólo el bonito campanario en espadaña de la iglesia parroquial y algunos rincones con esculturas que realzan los elementos de la región: un caballo blanco, un toro, un picador, los flamencos...
No sé si será por el frío o porqué es sábado pero las calles están vacías y los locales aun cerrados. Paseamos hasta el pequeño puerto donde se encuentra la plaza de toros. A juzgar por el gran número de restaurantes, cafeterías y bares me hago la idea de como debe estar este puerto en pleno verano, pero a estas horas de la mañana tan sólo vemos un pescador trajinando con sus redes. El puerto continúa con una playa larga. Parece ser que el aire que sopla no es casualidad, pues la playa está llena de paravientos donde resguardarse.
Les-Saintes-Maries-de-la-Mer debe su nombre a María Jacobea, hermana de la Virgen María, María Magdalena y María Salomé, madre de los apóstoles Juan y Santiago. También a la sirviente egipcia Sara se la relaciona con el pueblo. Según la leyenda, en el año 40dC, aquellos cristianos llegaron sanos y salvos a esta costa desde Palestina a bordo de una pequeña embarcación sin vela. En agradecimiento, levantaron una capilla a la Virgen y María Jacobea, María Salomé y Sara se quedaron para evangelizar Camarga. Tras su muerte, las tres mujeres se convirtieron en personajes de culto y se instauró una peregrinación a este lugar. En el siglo IX y ante la amenaza de los sarracenos, se construyó una iglesia fortificada para substituir la humilde capilla original. Se asemeja a un potente bastión debido al adarve que rodea todo el edificio y que se añadió con posterioridad en el siglo XIV.
Desde el siglo XIX alberga los relicarios de las tres Marías que se encuentran en una cripta construida en el coro para tal fin.La criada Sara es venerada también como patrona de los gitanos ya que según la tradición pertenecía a esta etnia y es objeto de una gran peregrinación anual que dura dos días y dos noches, el 24 y 25 de mayo.Nos dirigimos hacia Aigües Mortes que se encuentra a poco más de 30 kilómetros. Circulamos por una carretera local muy tranquila que nos permite disfrutar del paisaje e ir haciendo paradas para acercarnos a las manadas de caballos.
Aigües-Mortes está situada en medio de un área de lagunas de sal y canales en los que el Ródano se funde con el mar. Ciudad portuaria en su origen, actualmente se encuentra ubicada tierra adentro, a ocho kilómetros de la costa. El pueblo se fundó en 1241 y se construyó en zona de marismas, salinas y lagunas por lo que su mismo nombre “aguas muertas” hace referencia al lugar.
El rey francés Luís IX el Santo adquirió terrenos a los monjes con la intención de fundar un puerto propio en el Mediterráneo. En 1248, 35.000 hombres embarcaron en 1500 naves camino de la Séptima Cruzada por la liberación de Jerusalén.Es un pueblo precioso rodeado de murallas que se han mantenido casi intactas. La ciudad se fortificó en 1272 y quedó acabada a finales de siglo bajo el reinado de Felipe IV el Hermoso. Apenas medio siglo más tarde los cauces empezaron a cubrirse de arena y el puerto quedó inutilizado quedando la ciudad prácticamente olvidada. Gracias a ello se ha conservado en perfecto estado el recinto amurallado. Cruzando la entrada se descubren callejuelas entrelazadas que llegan a la plaza central presidida por la estatua de San Luís, patrón de la ciudad. Encontramos bastante más ambiente que en Saintes Maries y sus calles están llenas de tiendas de recuerdos y productos provenzales, lavandas y jabón de Marsella, aceite de oliva, vino y artesanía.
Perviven algunos ejemplos del donjón francés, es decir, de la torre habitable. Por un lado se trata de una fortificación, mientras que por el otro, aloja una zona de vivienda.La ciudad forma un rectángulo regular de unos 570 por 300 metros de extensión con torres circulares que protegen la muralla en distintos tramos, desde donde los arqueros podían hacer blanco a cualquier agresor.Los caballos, han estado siempre ligados a la historia y leyenda de la antigua Aigües- Mortes. A los niños se les dice que, si se portan mal, vendrá el temido Lou Drape y se los llevará. Se trata de un caballo que merodea de noche por la zona amurallada y su grupa puede alargarse hasta dar cabida a 100 niños traviesos a los que se llevará a las marismas para comérselos.
Salimos por una de las puertas de la muralla y divisamos una línea de colinas blancas: se trata de las salinas. Es la zona productora de sal de todo el país y la principal industria de la región después de la turística. Las salinas de Peccais, fueron propiedad del abad de Psalmody y de los señores de Uzès y de Almargues. En 1275, Philippe Le Bel compa a Bermon de Uzès las tierras de Peccais. A finales del siglo XVIII había 17 salinas, de las cuales las del abad y las salinas de los caballeros de San Juan de Jerusalén eran explotadas por la Iglesia, mientras que el resto eran explotadas por distintos propietarios. En 1856, la Compañía de Salines de Midi, compra las salinas y funda la razón social “Compañía de las Salinas de Midi (CSM)”. De Aigües Mortes nos dirigimos al pueblo de Le Grau du Roi donde observamos un buen grupo de flamencos.
Volvemos a Saintes Maries de la Mer con la intención de comer y ahora sí que parece que todo el mundo se ha despertado: mucha gente por la calle y los restaurantes llenos. El mercado ambulante que se encuentra en la plaza del Hotel de Ville está recogiendo ya sus puestos. Comemos una buena ensalada camarguesa, unos deliciosos mejillones y un meloso estofado de carne de toro, especialidad de la casa y de la región, claro está.
Al salir del restaurante, escuchamos música de sevillanas que llega de la Plaza del Ayuntamiento. Un grupo de gitanos han montado un espectáculo y en pocos minutos se han hecho su público. En mayo, cuando se reúnen a miles para venerar a su patrona Santa Sara, se debe montar un sarao digno de admirar. Mientras, un grupo de abuelos ajenos al jolgorio, juegan su partida de petanca, el deporte nacional francés, sin hacer el mínimo caso de los bailes y cantos de los gitanos. Con esa alegría en el cuerpo que contagian las sevillanas, nos despedimos de Saintes Maries y de la Camarga para emprender el camino de regreso a casa.
La Camarga esconde sorpresas que sorprenden a los visitantes para mostrarse tal como es: sencilla y auténtica, sin pretensiones, con tradiciones y una cultura muy particular, gente alegre y amable, amantes de la fiesta y el buen vivir.