La campaña electoral del PSOE, financiada con el dinero de los españoles, está basada en la mentira, apela a los peores sentimientos del ser humano y no aporta nada positivo a la sociedad, salvo engaño y manipulación. Su núcleo es una sofisticada abstracción de la crisis, que mientras en 2008 fue negada, ahora es ignorada o achacada a José María Aznar. La última mentira flagrante de Zapatero es afirmar que en España no se han producido recortes sociales. Es una campaña que, por su bajo nivel ético, debería ser investigada por la Justicia y no merece tener sitio en un país democrático.
Si el núcleo es contrario a la ética, sus líneas maestras son también de una bajeza sorprendente. Una de las líneas consiste en asustar a los borregos españoles gritando que la derecha viene, al igual que en otras campañas del pasado, pero ahora calificando al PP como "la derecha de la derecha". Otra línea es eludir responsabilidades y afirmar que la crisis que está destruyendo España y los 5 millones de parados que padece la sociedad no son responsabilidad de los gobernantes. El propio Zapatero, que ya es un cadáver ambulante, ha dicho que él no tiene responsabilidad alguna en la crisis ni en el paro, negando de ese modo uno de los principios básicos del gobierno en democracia, según el cual los gobiernos deben responder de los errores y daños que causan a la ciudadanía.
El objetivo de la campaña no es ilusionar, ni presentar propuestas atractivas o soluciones, sino algo mucho más simple y vulgar: lograr que la desastrosa situación económica, social, política y ética de España no pese ni influya a la hora de votar.
Para lograrlo, el PSOE no duda en mentir, en estimular el fanatismo de la izquierda, en apelar al odio contra la derecha y en despertar en el electorado las peores pasiones y los más bajos sentimientos.
Es duro, pero cierto, y la realidad es tan amarga que esa campaña debería ser prohibida porque estimula el odio al adversario y todo lo peor que cada ciudadano esconde en el interior de su alma.
Otra de las claves vergonzantes de la campaña socialista es ocultar a Zapatero, como si su paso por el poder hubiera sido un accidente olvidado, como si el presidente que casi ha destruido el país no hubiera sido el máximo jefe de los socialistas.
Abrumados por los malos augurios de las encuestas, los socialistas, nerviosos y casi desesperados, hablan sin pudor de democracia, cuando han violado decenas de veces sus reglas básicas, de Estado de Derecho, cuando impiden la independencia judicial y tienen la desfachatez de nombrar jueces y magistrados, y de política social, cuando ha sido el gobierno que más derechos y logros sociales ha eliminado en menos tiempos, desde la muerte del dictador.
En algunos escenarios, los nervios y el miedo a perder el poder traicionan a los socialistas. La pancarta exhibida en Madrid, que decía que los socialistas querían hacer en Madrid lo mismo que Zapatero ha hecho en España, fue retirada porque su mensaje garantizaba indignación y una auténtica sangría de votos.
Los eslóganes hablan de "ganar" y los dirigentes gritan victoria. Han renunciado a convencer, a entusiasmar, a aportar soluciones, a enaltecer y a animar, concentrando su esfuerzo en "ganar", quizás una inmensa traición del subconsciente, ya que está demostrado que, cuando los partidos carecen de ideología y de principios, ya sólo piensan en victoria.