No, no voy a hablar del RockCoast Tenerife, ni de un grupo de ‘death metal’. Departiré sobre un vegetal, un tronco de caña, de esas de cañaveral. Recientemente pasó por casa un periodista que muchos conocerán -y otros muchos no- para comer en casa condumio de conejo. Llegó bien provisto, con una bolsa repleta de lapas majoreras, dos salemas medianas y ganas de alegar. Andrés Gutiérrez Duncanson, que ha hecho buenas migas con mi progenie a raíz de su colaboración en loquepasaentenerife.com, le había pintado a mi madre un cuadro hacía ya tiempo, pero hasta ahora no había tenido la oportunidad de entregárselo. Así que organicé una comida y los reuní, para que tuvieran ocasión de agradecerse. Como siempre en mi hogar, fue una jornada muy entrenida.
Pero Duncanson no trajo nada más que salemas y lapas. Como en anteriores ocasiones, vino acompañado por su -digamos- caña rítmica, un instrumento elaborado con madera y cuchillo, de percusión y que sirve a las mil maravillas para acompañar cualquier pieza musical. De nuevo nos enseñó este increíble ingenio, un artilugio que, todo hay que decirlo, exige un aprendizaje para sacarle partido. Y otra vez quedamos impresionados. No sé quién le enseño a fabricarlo, si forma parte de la tradición popular. Lo único que sé es que este hombre, que lo maneja a la perfección, fue el que me lo enseñó. Dentro vídeo.