Revista Cultura y Ocio

La canción de los vivos y los muertos. Jesmyn Ward

Por Mientrasleo @MientrasleoS
La canción de los vivos y los muertos. Jesmyn Ward
     "Me gusta creer que sé lo que es la muerte. Me gusta creer que es algo a lo que podría mirar de frente. Cuando Pa me dice que necesita mi ayuda y veo ese cuchillo negro deslizase por el cinturón de sus pantalones, sigo a Pa fuera de la casa, intento mantener la espalda erguida, los hombros rectos como una percha, así camina Pa. Intento que parezca que para mi es algo normal y aburrido para que piense que he aprendido algo en estos trece años, para que Pa sepa que estoy listo, que puedo extraer lo que hay que extraer, separar las tripas del músculo, los órganos de las cavidades. Quiero que Pa sepa que puedo mancharme las manos de sangre. Hoy es mi cumpleaños".
     El mejor modo de llegar a un libro es a través de la recomendación de un gran lector. Hoy traigo a mi estantería virtual, La canción de los vivos y los muertos.
     Conocemos a Jojo, a Leonie su madre y a Richie, que en realidad ya está muerto. Ambos pertenecen a tres generaciones de un momento en el que la vida era dura cuando se era negro. De los campos de algodón, a las adicciones de Leonie y las consecuencias de todo ellos sufridas por esa tercera generación representada por Jojo, viajaremos buscando no solo al padre de Jojo, sino también la supervivencia. Avanzar siempre hacia delante.
     La importancia de un buen comienzo es vital en una novela. No hablo ya de una frase más o menos efectiva que perdure en el tiempo, sino de la capacidad de captar la atención del lector. Y Ward lo borda. Nos presenta a Jojo el día que cumple trece años en un lodazal y lleno de sangre acompañando a su abuelo, al que observamos que llama Pa, matando a una cabra. La suciedad, el asco, la valentía y lo visual de la escena es casi sobrecogedor. Jojo asiste intentando demostrar que es un hombre y luego se sienta a la mesa a comer aquello sacrificado. El simbolismo está ahí: la vida es dura, pero se come lo sacrificado, se sobrevive, se sigue adelante.
     Jojo es uno de los tres narradores de esta novela en primera persona. Hijo de una familia totalmente desestructurada en la que su madre Leonie parece que solo va y viene excepto cuando decide que todos han de ir a buscar a su marido blanco Michael a la salida de prisión. Porque no lo he dicho, pero se trata de una familia negra: Pa, Ma... negros. Los hijos de Leonie y Michael son un producto interracial en Mississippi. Leonie es la segunda narradora, la madre poco fiable a la ue Jojo parece juzgar severamente. No parece tampoco que ella quisiera ser madre, aunque en ese viaje en carretera exista un velo de esperanza sobre conformar lo que ha de ser una familia, pronto su interior resentido evita esa posibilidad. Quizás si hubiera sido blanca, como su amiga Misty, quizás por eso se unió a un blanco, aunque Michael esté en la cárcel. Pa también estuvo en la cárcel, desvela la autora, en las familias hay lazos visibles y otros imperceptibles al ojo extraño. Incluso hay extraños dentro de la propia familia o Jojo y Leonie sabrían que tienen un nexo común; una suerte de percepción sobrenatural. Ahí entra Richie, el pasado, hablando de una vida dura, durísima.
     Y yo me pregunto si no estaremos ante el pasado, el presente y el futuro Dickensianos en una versión más moderna y mucho más oscura de unas vidas complicadas y vapuleadas. Porque aunque estén vivos, apenas se ha fijado en ellos la sociedad.
     Ward mide sus palabras evitando los sentimentalismos porque solo así se logra la empatía necesaria con esta familia desestructurada. Lo que importa no es la compasión del lector, importa más que sintamos en la piel las vidas que les tocaron. Que subamos al coche y hagamos ese viaje hostil, ya sea de ida o de vuelta. Que recordemos otras historias y nos preguntemos si es cierto que la novela bebe de Faulkner o tal vez se aproxime más a El ferrocarril subterráneo, solo que en estaciones de cercanías. Parece que Ward ha sabido encontrar un camino propio lleno de ecos de buena literatura, de espíritus atrapados en el Bardo, de novela gótica de testimonio racial, y construir con todo ello uno de los mejores títulos publicados este año. No ha necesitado grandes descripciones ni tampoco muchas páginas.
     Las buenas novelas no tienen muchas páginas ni pocas: tienen las justas para contar su historia. La canción de los vivos y los muertos es una muy buena novela. Echadle un ojo.
     Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?
     Gracias.

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