Revista Cultura y Ocio
Todos conocemos la canción del verano, nos horroriza normalmente en junio, en julio ya la tarareamos y para septiembre la hemos cogido manía. Eso sí, pasados unos cuentos años descubrimos que seguimos tarareando aquella melodía de La flaca aunque nadie la recuerde ya. Pero esto no es un blog sobre música, aquí se habla de libros, y sería cuanto menos, curioso saber si sucede lo mismo con los libros. Ese libro que de repente está poblando playas y piscinas y que leemos porque lo lee todo el mundo (somos cultos, miramos alto y nos gusta Hemigway... pero picamos, para qué vamos a mentir. Incluso a veces hasta nos gustan); no hay un motivo claro para que de repente la plaga aparezca, pero ahí está.
Sería fácil mirar al pasado más cercano y recordar a todo el mundo leyendo La verdad sobre el caso Harry Quebert, un libro que corrió de boca en boca y de tumbona en tumbona dando paso a Perdida el verano pasado. Nadie parecía inmune a la chica que desparecía. Y, si miramos un poquito más atrás nos encontramos el terrible efecto polvo vainilla que trajo Cincuenta sombras de Grey. Eso sí que fue como una amiga pesada que viene a pasar dos días y se queda un mes. Daba igual donde uno mirase, siempre había alguien leyéndolo. De hecho, tengo la teoría de que, de haber prestado la atención debida, a estas horas sabría decir 50 sombras de Grey en al menos cinco idiomas.
Pero sigamos echando la vista atrás, que no hace tanto que llegó Lisbeth Salander con su trilogía Millenium (lo siento, a quien recordamos hoy es a ella, de el protagonista apenas recordamos el nombre), y que por cierto este verano regresa nuevamente. También los animalitos de Pancol tuvieron su momento, con ojos amarillos incluidos, y El niño del pijama de rayas, que fue capaz de ponernos en pijama a cuarenta grados y hacer a muchos lectores esconder la congoja en el pico de una toalla mientras echaba la culpa a la crema solar que se le había metido en el ojo... ya. Lo hemos vivido, sabemos que no era la crema solar.
Otra mujer que tiene la costumbre de aparecer en verano es Lackberg, esa que nos enseñó que una isla remota de nombre impronunciable puede tener más asesinos que otra famosa isla: Alcatraz. Y Zafón con sus libros olvidados y esa tetralogía que tiene a miles de lectores esperando recuerdo que tomó piscinas hace ya unos cuantos años. Los enamoramientos del verano, tan pasajeros... ¿Recordáis a Dan Brown? Porque creo que es un buen momento para decir eso de quien esté libre de conocimiento que tire la primera piedra.
Y sigamos mirando atrás, al menos los que ya cumplimos unos cuantos años, y recordemos La carta esférica de mano en mano que era sustituida por La fiesta del Chivo, o esos momentos en que Grisham lo daba todo con sus intriga y abogados, las mujeres de un Antonio Gala al que muchos echan de menos en las librerías, o a Christian Jacq mezclando las arenas del desierto con esas que estábamos pisando en la playa. Y podríamos seguir mirando atrás y recordar monjes que venden ferraris y otros títulos extraños, novelas románticas sencillas, con algo de intriga, normalmente ligeras. De esas en las que uno va pasando páginas sin apenas darse cuenta. Porque, no nos engañemos, pocas veces veremos un Guerra y Paz en una piscina.. y ya sé, ya sé, me diréis eso de que es un libro enorme y pesa, y os responderé que La metamorfosis no pesa, como tampoco lo hace Baterbly, el escribiente, que tampoco suele aparecer. En verano, dicen, se cierra el quiosco de pensar mientras uno está de vacaciones. Y comemos ensaladas y bocatas, escuchamos canciones que se ponen de moda y leemos... libros de verano que muchas veces desaparecen sin dejar rastro.
La pregunta se impone, ¿cuál creéis vosotros que será el libro del verano este año? Yo veo mucho La chica del tren.
Gracias