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"La captura tecnológica del CO2 es como barrer y esconder la mugre bajo la alfombra". Entrevista a Mario Rosato, premio The Economist

Publicado el 19 febrero 2011 por Lilik

Mario Rosato, un ingeniero medioambiental ítalo argentino afincado en España, no es profeta en su tierra de adopción. Su proyecto biológico para secuestrar el dióxido de carbono (CO2) y de paso depurar aguas residuales, cultivar bambú y construir casas ecológicas baratas no ha recibido apoyo alguno del mundo académico y empresarial español. Sin embargo, ha ganado a 700 participantes de todo el mundo en un concurso de ideas para combatir el cambio climático, organizado por la revista 'The Economist', y varios inversores internacionales han mostrado su interés. Rosato se muestra crítico con los grandes proyectos tecnológicos contra el cambio climático y las políticas en materia de energías renovables porque considera que no son efectivas y perjudican a los ciudadanos y al medio ambiente. El investigador ha puesto en marcha Sustainable Technologies, una empresa ubicada en el Parc Tecnològic del Vallès, dedicada a la investigación y la consultoría medioambiental.
Por ALEX FERNÁNDEZ MUERZA
12 de febrero de 2011
¿En qué consistía el concurso de 'The Economist' y cuál es su importancia?
El concurso buscaba ideas sobre métodos de captura y secuestro biológico de CO2. El premio consiste en 10.000 dólares y dos viajes a Estados Unidos para presentar la solución en sendos congresos durante 2011. Los concursantes eran casi 700, individuales y grupos de todas partes del mundo.
¿Qué propone su idea?
Extraer hidrógeno de materia orgánica residual mediante un proceso de fermentación anaeróbica y utilizar los fangos resultantes como sustrato para el cultivo de bambú. Para la redacción de la solución me he basado en experiencias propias y de tres científicos de la red profesional de Sustainable Technologies.

¿Por qué el bambú?
"Una hectárea de bambú bien explotada podría salvar de cuatro a diez hectáreas de bosques tropicales"
Esta planta produce grandes cantidades de materia con propiedades mecánicas superiores a la de la madera. Su utilización masiva reduciría la presión humana sobre los bosques. Una hectárea de bambú bien explotada podría salvar de cuatro a diez hectáreas de bosques tropicales.
¿Ha notado ya alguna consecuencia de ganar el premio?
Varias entrevistas en importantes medios de comunicación y contactos por parte de inversores interesados en esta nueva forma de negocio sostenible. Gracias a Banca Intesa, uno de los principales grupos financieros de Italia, he presentado el proyecto en un foro de inversores en Londres el 1 de febrero y en Frankfurt, el 23 de marzo. Una empresa italiana del sector del compostaje analiza la inversión en una pequeña planta piloto con esta tecnología.
Sin embargo, usted asegura que nadie del mundo académico y empresarial español ha querido considerar la idea. ¿Por qué?
"Las soluciones 'low tech' no son bien vistas, quizá porque echan por tierra las pretensiones faraónicas y de dudoso éxito de algunos centros de investigación y grandes empresas"
Las razones son múltiples. En España se considera a las universidades como los únicos detentores de "know how", y los emprendedores desconfían de todo proyecto que no pase por ellas. Es contradictorio, pues también suelen quejarse de la escasa orientación al mercado de los investigadores universitarios. Además, y en general en el ambiente académico europeo, las soluciones "low tech" no son bien vistas. Quizá porque echan por tierra las pretensiones económicas de algunos centros de investigación y grandes empresas, que consumen el dinero de los contribuyentes en proyectos faraónicos y de dudoso éxito. Durante una presentación en India, recibí varias declaraciones de interés y ya trabajamos con una universidad de ese país. Tras una presentación en Londres, tres sociedades de "venture capital" se pusieron en contacto.
¿Qué opina sobre los proyectos tecnológicos de captura y almacenamiento de carbono? En España incluso se han apuntado varios emplazamientos.
Es la situación que mencionaba antes. La captura "tecnológica" de CO2 y su almacenamiento en formaciones geológicas favorece solo a grandes constructoras, petroleras, eléctricas, etc. Para capturar el CO2 de una central de carbón hay que quemar un 40% más de carbón y construir una central auxiliar al lado. Sin contar el costo energético y emisiones del transporte, o las miles de toneladas de cemento para impermeabilizar las minas de carbón abandonadas que se utilizarán como depósito. Es como barrer la casa y esconder la mugre bajo la alfombra, que cuesta más que comprarse una aspiradora. Y como siempre, seremos los contribuyentes quienes pagaremos.
No está a favor, por tanto, de estos proyectos de secuestro de carbono como sistema para mitigar el cambio climático.
Crearán más daños que los que resuelvan. Pero es como predicar en el desierto.
¿Qué medidas serían en su opinión las más efectivas para luchar contra el cambio climático?
Usar los nutrientes contenidos en las aguas residuales orgánicas para producir especies vegetales útiles en terrenos de escasa productividad sería mucho más económico y eficaz, y limpiaríamos aguas y atmósfera al mismo tiempo. Pero no hay una ley o normativa por la que el Estado, los fabricantes de coches, las eléctricas, etc., paguen por el CO2 que se pueda capturar por este medio.
Su proyecto también supone la producción de materiales de construcción de bajo costo. ¿Estos materiales son ecológicos?
En el sistema propuesto se producirán paneles y elementos estructurales de bambú. Los mismos reemplazan con ventaja a las construcciones de madera. Es el sistema más ecológico, además de biocompatible, que hay. Al construir con materiales de origen vegetal, el carbono queda fijado en la construcción. Hoy en día construir con ladrillo y cemento comporta ingentes emisiones de CO2.
¿No es un peligro para el medio ambiente que se pueda construir más a bajo costo?
El verdadero peligro para el medio ambiente son los especuladores inmobiliarios y las empresas de construcción españolas, que ofrecen como bioclimáticos edificios mal proyectados y peor construidos. Además, el consumidor no sabe valorar las ventajas de las modernas técnicas de construcción bioclimática.
Una de las pegas que se le ponen a este tipo de edificios es que son más caros.
Un edificio bioclimático bien proyectado y construido no cuesta más que uno convencional si se recurre a un elevado grado de estandarización. En España, la experiencia negativa ha sido la especulación sobre el costo del terreno. He visto edificios en Suecia, de aspecto convencional en las formas, que pueden tener consumos energéticos más bajos que mi casita en Terrassa, a pesar de sufrir el clima escandinavo. La "inversión" en mayor espesor de aislantes, un proyecto más refinado e instalaciones más eficientes tiene un peso ridículo en el costo de una construcción. No es más que uno de los tantos mitos inventados por los constructores "tradicionales". Sin embargo, la gente no ahorra en televisión por satélite, piscina en el jardín, teléfono con mil accesorios y demás frivolidades consumistas.
Usted es también experto en energías renovables, un sector que en España vive en los últimos meses una situación de incertidumbre. ¿Qué opina al respecto?
Las políticas adoptadas por España (y no es el único país europeo) no tienen nada de sostenibles. El impulso de la fotovoltaica en detrimento de otras tecnologías más económicas y, sobre todo, sobre las que no hay que pagar royalty a multinacionales extranjeras, es un ejemplo claro. Organizar la legislación de modo que solo sea conveniente invertir en generación centralizada, aunque sea con renovables, es absurdo.
¿Qué sería lo más conveniente?
El sol sale para todos. No tiene sentido instalar una central solar en Murcia para traer la energía a Barcelona. Es más lógico que cada uno de nosotros tenga una pequeña superficie sobre su propio techo. Hace poco he dado cursos de tecnología microeólica en Italia. La política italiana, que incentiva la generación difusa, es mucho más sostenible que la española, aunque todavía se presta a especulación.
Su empresa también trabaja en el diagnóstico energético y estrategias de ahorro. ¿Qué tipo de medidas pueden asumir los consumidores?
Para una familia, las medidas se pueden dividir en dos tipos: de comportamiento y tecnológicas. Las primeras cuestan poco o nada y ahorran bastante corriente en un año: desconectar TV, PC, IPOD, etc. cuando no los usamos, regular de forma adecuada la calefacción y el aire acondicionado, utilizar el mayor tiempo posible la luz natural, etc.
¿Y las segundas?
En el plano tecnológico, es necesario invertir algo de dinero: sustituir las bombillas incandescentes por las de tipo LED, sustituir electrodomésticos viejos por modelos clase A, calefacción eléctrica por biomasa, etc. En un año se pueden ahorrar hasta varios centenares de euros. La tecnología también ayuda a mejorar el comportamiento. Se pueden comprar contadores inteligentes que permiten analizar las cargas principales de la vivienda y optimizar el consumo.
Perfil biográfico de Mario Rosato
Mario Alejandro Rosato (La Plata, Argentina, 1961). Su sala de juegos infantiles era el laboratorio de su padre, investigador y profesor en la Universidad local. Como ayudante alumno colaboró con varias cátedras. Obtuvo una beca en materia de energías renovables en Italia en 1986 y se graduó en ingeniería eléctrica, electrónica y medio ambiente en 1988. Sólo un año más tarde, se convirtió en profesor de Energías Renovables. Su tesis sobre el diseño de aerogeneradores se publicó como libro en España en 1992, patrocinado por la Comunidad Europea. En 1990 se trasladó a Italia y fue contratado por SWS Engineering como jefe de proyecto de dos líneas de alta tensión en la República Dominicana, varias instalaciones industriales y auditorias de energía en industrias del norte de Italia. En 2000 fue nombrado gerente general de una compañía de software del sector de automoción y se trasladó a España. En 2009 fundó Sustainable Technologies SL. Desde entonces Innocentive le ha otorgado un premio patrocinado por la Fundación Rockefeller y el premio de la revista 'The Economist' a la mejor idea contra el cambio climático. Caixa Manresa e Innovacat también le han otorgado sendos premios y en la actualidad compite por el Premio Emprendedor XXI en España. También tiene una patente concedida y varias pendientes en el sector de las tecnologías limpias. Además, es consultor de investigación del Instituto de Biotecnología Marina de Gran Canaria (España) y del Prof. Saravanane Raman de la Facultad de Ingeniería de Pondicherry (India). Es profesor de energía eólica y tecnología de biogás en Italia, en el Consorcio Universitario di Pordenone y en el Instituto Aghape de Imola. Es miembro de la Asociación Española de Periodistas Científicos (AECC) y escribe artículos sobre tecnologías limpias para la revista 'Tecno Energía' y para las publicaciones del Grupo Horticom. Está casado con Giovanna Barbaro, una experta italiana en la tecnología del bambú y el diseño arquitectónico sostenible.

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