La sociedad del miedo.
Por Igor Yglesias-Palomar Bermejo
El hombre que tiene miedo sin peligro, inventa el peligro para justificar su miedo
(Emile Chartier Alain)
Japón... Sólo el nombre evoca ya en nuestras mentes una serie de imágenes y de sensaciones. Uno se imagina, bajo una extraña y disonante melodía, interpretada con una flauta de madera -o quizá un samisén-, un mundo de samuráis, castillos, katanas, y artes marciales. Feroces guerreros de ojos desorbitados y extrañas armaduras, armados con espadas de filos legendarios, poseedores de una técnica en combate, un arrojo y un desprecio por la muerte sin parangón en todo occidente.
Bien, puede que en el pasado las cosas fueran así, pero hace mucho que dejaron de serlo. Japón es un país organizado en torno a una serie de conceptos, uno de los cuales, entre los más importantes, es el miedo. Miedo a prácticamente todo. ¿Qué ha ocurrido? ¿Ha cambiado la raza y se han convertido en un país de cobardes? No, simplemente se les ha educado para que sea así. Primero, tenemos que hacer alguna especificación importante. Cuando digo que Japón es un país con miedo, tenemos que entender a qué nos estamos refiriendo. Por mucho que al oír estas palabras inmediatamente nos imaginemos un país asolado por una dictadura, o por el crimen -luego uno ve cómo viven y por supuesto no entra en cabeza esto que estoy diciendo-, el concepto de miedo al que nos referimos es mucho más sutil. No es un miedo físico -que ahora veremos que en algunos casos sí lo roza-, sino un miedo mucho más psicológico, tal como ha sido organizado para mantener una población mansa y resignada. De otro modo, de la manera en la que está estructurada la sociedad, Japón se desmontaría como un motor sin tornillos, en cuestión de días, horas.
Pese a que no es precisamente santo de mi devoción, el director y activista político Michael Moore mostró en su película Bowling for Columbine un concepto, no creado por él, pero que sí dinfundió -y ejemplificó- de un modo bastante convincente. Es la llamada Teoría del Miedo -el artículo en inglés es curiosamente diferente, e igualmente interesante. Puede encontrarse aquí-. Veamos qué es esto de la cultura del miedo.
"Por supuesto la gente no quiere la guerra, pero el pueblo siempre puede ser arrastrado a los deseos de los líderes. Es fácil. Todo lo que tienes que decirles es que están siendo atacados, denunciar a los pacifistas por falta de patriotismo y por poner al país en peligro. Funciona igual para todos los países". (Hermann Göring)
Éstas son palabras del mismísimo Göring, la mano derecha de Hitler desde su ascenso hasta, prácticamente, su caída. Y en esto no se equivocaba. Sus palabras resuenan con eco en numerosas ocasiones en la historia reciente, como, por ejemplo, en los E.E.U.U. en los años inmediatamente posteriores a los atentados del 11/9/2001. Y no es, ni remotamente, el único ejemplo a mano.
-¿He oído bien? ¿Has dicho que no vas a ver mi película?
Lo que Michael Moore intenta demostrar en Bowling for Columbine es que la sociedad estadounidense se encuentra bajo una política de miedo, fructíferamente aprovechada por sus mandatarios, según la cual la violencia es presentada y exacerbada de un modo tal, que los ciudadanos estadounidenses viven absortos en el miedo y la ignorancia, -causados principalmente por los medios de comunicación-. Así mismo hace mucho énfasis en el hecho de que la única salida que encuentre la mayoría de la población, ante tal miedo, sea la posesión de armas de todo tipo, y que su comercialización sea tan natural que cualquier persona pueda adquirirlas en un supermercado. También expresa que ese tipo de idea es inculcada desde la infancia por influencia paterna, por los medios de comunicación, etc. La aceptación por parte de una gran parte de su población con respecto a dicho asunto, no sólo potencia, en parte, su poderosa industria armamentística, sino que, además, predispone de un modo positivo a su política militar y al mantenimiento de su gigantesca maquinaria bélica. A nuestros ojos puede parecer una consecuencia un tanto exagerada, pero hay que entender que el funcionamiento psicológico de esta idea viene, en la mente de un norteamericano, directamente relacionado con sus primeros colonos, asentados siempre en territorios peligrosos, y a su enmienda constitucional -nada menos que la segunda, directamente tras la libertad de expresión, culto, prensa y reunión- que proclama el derecho de todo hombre a ir armado. Las armas de fuego, en USA, van más allá de las connotaciones que puedan tener en otros países, y están relacionadas con los padres de la nación, y fundamentalmente, con la esencia misma de ser americano. Es decir, potencia el miedo y potenciarás el patriotismo. Potencia el patriotismo y mantendrás la industria militar en activo. Hazlo y asegurarás el modo de vida americano.Gráfico extraído de la mente de un tejano.
Por supuesto, para que todo esto funcione, conviene que el librepensamiento y la autocrítica estén en niveles convenientemente bajos, y para ello se protege, mima y alimenta el feroz fanatismo religioso presente en los EEUU, que le lleva, entre otras cosas, a ser el único país desarrollado en el mundo en el cual el creacionismo se enseña de modo obligatorio en numerosos estados, y la evolución se tiene que impartir como una teoría más, algo no demostrado y tan falible como cualquier otra cosa. Con todo, los Estados Unidos no dejan de ser el país con más libertad de expresión en el mundo, y mantienen un, cada vez más selecto pero elevado, nivel de formación universitaria, razón por la cual las numerosas voces de intelectuales que protestan contra estos hechos son fácilmente escuchables y adquieren también difusión mediática. Pero si rebajáramos por debajo de los mínimos más básicos la formación de los individuos, extendiéramos su manipulación desde los primeros años de su vida hasta la totalidad de su vida adulta, y estableciéramos un control total y férreo de los parámetros de su sociedad por parte del gobierno, veríamos que las voces de protesta directamente no existirían. Nadie se enfrentaría, porque la manipulación sería tan completa que no subyacería ni un rastro de conciencia sobre la misma. La naturalización del proceso sería tan grande que se vería como lo normal, frente a lo sorprendente, incluso chocante, de la actitud en otros países. Y esto es exactamente lo que sucede en Japón. Muy pocos japoneses son conscientes del grado de manipulación tan feroz al que son sometidos desde niños. Más adelante leeremos testimonios de algunos de ellos.Bien, existen dos diferencias fundamentales entre los EEUU y Japón, y sus respectivas culturas del miedo. Primera y principal: las motivaciones son totalmente distintas. Se pretenden lograr fines radicalmente diferentes, y se hace a través de medios también muy dispares. Mientras que en EEUU se establece un miedo mucho más cercano a la definición que entendemos todos -inseguridad o sensación de peligro-, en Japón, como mencionábamos al principio, la base de ese miedo es totalmente diferente. De hecho es un país con un nivel de delincuencia extraordinariamente bajo, y la gente mantiene una sensación de seguridad -salvo con los extranjeros- bastante alta. Aquí hablamos de un miedo mucho más oscuro. Miedo a todo lo exterior, miedo a cualquier tipo de cambio, miedo a las normas y, sobre todo, miedo a la libertad. Segunda diferencia: en Norteamérica es fácil establecer al presidente como cabeza del gobierno, y por tanto, de la política del mismo. Un ejemplo claro de esto, el reciente mandato de George W. Bush, supuso no el origen de esa supuesta política del miedo -como se viene a menudo pensando-, sino, simplemente, un ejemplo más obvio que los demás. No obstante, la radicalización y exacerbación de la misma bajo su mandato crea un punto diferenciador e identificador con respecto a los otros presidentes. Sin embargo, en Japón el caso es muy diferente. Como comprenderemos más adelante, la burocracia es quien ostenta el verdadero control -a todos los niveles- sobre el país del sol naciente. Tiene la principal función de mantenerse a sí misma en el poder, y eso es algo que está dispuesta a hacer a cualquier precio. Para lograrlo necesita una sociedad adormecida e incapaz de quejarse y plantar cara de ninguna manera. Veremos que para ello han mantenido vivo -casi ferozmente-, el modo de pensar y de comportarse de hace apenas un siglo, cuando se encontraban inmersos en pleno feudalismo y el no tocar la frente con el suelo cuando un samurái pasaba, podía costarle la cabeza a cualquier campesino. Los conceptos intrínsecos traídos por la democracia, por los que tanto se ha sangrado en el resto del planeta, tales como el poder sito en manos del pueblo, los derechos del individuo, los sistemas de control de abuso de autoridad, son directamente contradictorios con la función de prevalecimiento antes mencionada, de un sistema de gobierno teóricamente insostenible como es el que existe en Japón. Por tanto, la gran mano jugada por la burocracia consiste en dar a su pueblo esa ilusión de democracia, mientras se anulan a un nivel muy primario, sus capacidades de protesta y lucha. Para ello se necesitan crear dos conceptos fundamentales e íntimamente unidos: la dependencia del grupo, y el miedo a lo que no forme parte del mismo.
Como advertíamos en el primer capítulo, es imposible compartimentar de un modo estanco todos los elementos que estamos viendo, ya que están íntimamente entrelazados. La xenofobia, de la que hablábamos en el capítulo anterior, así como el miedo, son consecuencia del uso de la educación por parte de la burocracia, para lograr el triunfo del mantenimiento de su statu quo en el país. La burocracia, per se, teme profundamente el cambio, pues siempre es sinónimo de peligro para su supervivencia, que, como acabamos de ver, es su función principal -casi podríamos decir que única-. Los vericuetos del sistema burocrático y el porqué de todo esto se estudiarán en el siguiente capítulo. Por ahora necesitamos entender que, por mucho que se esforzaran en mantener el mismo modo de pensamiento que hace 150 años, el mundo ha cambiado, y la información fluye incontroladamente por todas partes. Y de la mano de la información viene la comparación. Si contemplamos el modo de funcionamiento de otras sociedades, ganamos perspectiva y capacidad de autocrítica, lo que son consecuencias altamente indeseables para lograr sus fines. Por tanto, la única manera que tenemos de lograr que, a pesar de la información que llega del exterior, se siga prefiriendo lo malo conocido, es manipular la manera de pensar de la sociedad desde sus edades más tempranas, para lograr un estado de miedo a todo lo extraño, de profunda devoción hacia lo que se tiene y de incapacidad de quejarse o de intentar cambiar las cosas.
Miembros del equipo especial del Ministerio de Asuntos Exteriores, encargados de deportar a extranjeros.
Observemos las metas a lograr en la psique de cada individuo, y que desarrollaremos más profundamente cuando estudiemos la educación. Lo que se desea conseguir es lo siguiente:
- Obediencia. Ante todo y sobre todo. Establece marcadas jerarquías, premia incesablemente la obediencia y castiga duramente toda actitud de duda o rebelión. Machaca reiteradamente la mente del individuo con una filosofía de respeto -rayano en servilismo- a tus superiores y deja muy claro quiénes son. Quien está acostumbrado a seguir órdenes es reticente a la desobediencia. El soldado rara vez planta cara al general.
- Colectividad. Todos somos iguales y debemos ser iguales. Debemos vestir de la misma manera, llevar el pelo de la misma manera, comer la misma comida. Si uno pasa frío, todos los demás lo pasan, si es calor, todos lo sufren por igual. Hay que abortar cualquier comportamiento diferenciador o rasgo de individualismo. Se premia la mediocridad, se castiga la creatividad de cualquier tipo. (La mayoría de las diferentes y excéntricas tribus urbanas japonesas, de las que estamos acostumbrados a ver numerosas fotos y vídeos -como por ejemplo las que se dan cita en ciertos barrios de Tokyo como Harajuku y Shibuya-, son muy excepcionales con respecto al grueso general de la población, y casi siempre están ubicados en un momento vital extraordinariamente determinado: los años de universidad. Se explicará con mucha más precisión en el capítulo dedicado a la educación. Nota del autor)
- Seguridad en el grupo. Consecuencia inevitable de la anterior. Todo se hace en grupo en todo momento, hasta llegar a la circunstancia indefectible del miedo exacerbado a lo que se haga sin él. El principal castigo para el diferente, el desobediente, el curioso, el creativo, es el rechazo del grupo y la separación de él. Si te aterra estar solo, porque así te han enseñado a sentir, harás lo necesario para encajar en el grupo.
- Envidia. Potenciemos la envidia sin control. Envidia a cualquiera que destaque o que sea levemente diferente. El que tenga mejores calificaciones, el que sea más guapo o mejor deportista, o más exitoso en cualquier faceta. Acusémosle de individualismo, de falta de empatía con los menos afortunados que él. De rechazo al grupo. Además, si todos envidian a todos, nosotros también seremos blancos de la envidia, así que la única manera de protegerse, será integrándose aún más con el grupo en el que nos sentimos seguros.
- Autosacrificio. Una manera tan válida como otra de denominar una realidad mucho más oscura: el masoquismo. Acostumbra al pueblo a que la manera correcta de comportarse es sufrir todo lo que sea necesario al obedecer en todo lo que se les pida. Logra que esto se vea normal, y llegarás a conseguir que hagan prácticamente cualquier cosa. El refrán de mal de muchos, consuelo de tontos, cobra aquí su significado más profundo, pues para ello es necesario, una vez más, potenciar mucho la fuerza del grupo. Si sufro, los demás también lo están haciendo, y si no lo hago, me sentiría mal porque ellos sí lo hacen. Además, lo que se consiga a través de ese esfuerzo comunal refuerza la identificación dentro del mismo, y te hace pertenecer más a él al avanzar. De la misma manera, si sufrir es algo que se entiende como natural en el devenir vital y social, quejarse por ese sufrimiento es innecesario, y considerado como una debilidad por los demás miembros del grupo.
- Conformidad. Es el grado hasta el cual los miembros de un grupo social cambiarán su comportamiento, opiniones y actitudes para encajar con las opiniones del grupo. Dentro de las tres subcategorías establecidas por Herbert Kelman (cumplimiento: estar de acuerdo solamente públicamente, pero manteniendo las opiniones propias en privado; identificación: estar de acuerdo pública y privadamente mientras se es miembro del grupo, pero no al abandonarlo; e internalización: estar de acuerdo, pública y privadamente, durante y luego de ser miembro del grupo), en este caso hablaríamos de internalización, pues es la conformidad que procede de la convicción total y absoluta en los propios actos. Si lo hemos hecho bien, es la consecuencia directa de todos los demás pasos: habremos logrado que nuestra sociedad sea conformista, sin ser ni siquiera consciente de ello.
En el caso de Japón, pese a la existencia de numerosas subcategorías, tribus, clases sociales, etc, se trabaja en conformar un tipo de grupo mucho mayor, de carácter nacional, que conforma una forma de identidad social muy específica.
Entendemos como Identidad Social a una teoría formada por Henri Tajfel y John Turner1 para comprender los fundamentos psicológicos de la discriminación entre grupos. Se compone de cuatro elementos:
- Categorización: a menudo ponemos a los demás (y a nosotros mismos) dentro de categorías. Etiquetar a alguien como gaijin (extranjero), halfu (mestizo), sempai (tutor) o kohai (tutelado), son formas de decir otras cosas acerca de los demás.
- Identificación: también nos asociamos con determinados grupos (nuestros grupos), para reafirmar nuestra autoestima.
- Comparación: comparamos nuestros grupos con los demás grupos, percibiendo un sesgo favorable hacia el grupo al que pertenecemos. En este caso podríamos hablar de razas o naciones.
- Distinción psicosocial: deseamos que nuestra identidad sea a la vez distinta de y positivamente comparable con otros grupos.
Nos sentimos más seguros en grupo.
Todo esto, sumado a las raíces históricas, geográficas, culturales y religiosas, conforman -a grandes rasgos- las razones de la xenofobia que tratábamos en el capítulo anterior. A los japoneses les enseñan, desde muy niños, que los extranjeros somos diferentes; que somos, en líneas generales, peores que ellos en muchas cosas -razón por la que se producen las microagresiones que tratamos en el apéndice de este post-, y potencialmente peligrosos. Todo esto no es una decisión de cada individuo, sino el resultado de un largo proceso de inculcación de ideas que sufren desde la infancia. Aquí encontramos referencia -como en muchas otras cosas- a lo que mencionábamos, en el primer artículo, de los japoneses suicidándose en masa ante la llegada de las tropas americanas. Preferían la muerte antes que lo que les habían contado que los americanos eran capaces de hacer.
El siguiente vídeo es un anuncio televisivo de JAL (Japan AirLines una de las tres compañías aéreas de Japón, la más grande y poderosa). Los chicos que aparecen al principio están en verano sin saber qué hacer y el alien (extranjero en inglés) extraño los invita a subir en su nave y llevarlos de viaje gratis. Deciden entonces ir con él, aprovechando que es gratis, pero la nave huele mal, hay mucho ruido y la bebida es más que sospechosa. Entonces se arrepienten de no haber ido en JAL, aunque no fuese gratis (y por dios que la JAL está lejos de serlo...) :
No hace falta ser un lince para averiguar a quiénes representa el extraño alien, ¿verdad? El mensaje llega claro: "si vas en una aerolínea de gaijines, espera lo peor".
Resumiendo, en Japón el miedo se crea a partir de la potenciación, incluso exaltación del concepto del grupo nacional, tanto como con la infravaloración -llegando al desprecio- o la creación de temor por difamación, de todo lo que no forme parte del mismo. Cuanto más seguros estemos en la protección de nuestro hogar y nuestra vida, tanto más nos aterra todo aquello que pueda cambiarlo o simplemente alterarlo.
Según Wikipedia, se establecen ciertos ejemplos de técnicas utilizadas para crear lo que se denomina miedo construido. Son las siguientes:
- Cuidadosa selección y omisión de noticias (algunos hechos relevantes son mostrados y otros no).
- Distorsión de estadísticas o números.
- Transformación de eventos aislados a epidemias sociales.
- Corrupción y tergiversación de palabras o terminología conforme a objetivos específicos.
- Estigmatización de minorías, especialmente cuando son asociadas con actos criminales, degradando la opinión pública o las políticas de inmigración.
- Generalización de situaciones complejas y multifacéticas.
- Inversión causal (convirtiendo una causa en un efecto o viceversa).
- Fabricación inmediata de eventos o afirmaciones.
1) Selección y omisión de noticias. Bien, ya pusimos un ejemplo muy claro de esto con el tema de las olimpiadas, en cómo sólo se pueden encontrar en televisión retransmisiones deportivas en las cuales aparezca un japonés ganando una medalla (Gracias a Carmen Cañamero por su comentario en el que confirmaba que ella también lo había visto en las Olimpiadas de Londres 2012. N. del Autor). También estuvimos hablando de la tijera existente a la hora de explicar ciertos acontecimientos históricos en los libros de texto. Encontramos otro muy sencillo en la cobertura mediática, o mejor dicho ausencia de la misma, que existe sobre uno de los grandes tabúes de la sociedad japonesa: la yakuza, o crimen organizado nipón. Pese a que es un hecho conocido por todo ciudadano, nunca se habla sobre ello, y mucho menos se muestra la extensión ni la gravedad del problema. Sí, en cambio, se puede encontrar más información -también con mucha timidez, pues se reconoce la incapacidad estatal al respecto- sobre otras mafias operantes en suelo japonés, como la tríada china, la mafia coreana o la iraní.
Grupo de hipsters japoneses, amantes de los tatuajes.
2) Distorsión de estadísticas o números. Aquí podemos poner el ejemplo claro de los falseos de datos que se dan sobre las cifras de enfermos de SIDA en Japón, que llevan a la población a un desconocimiento profundo de la realidad, del modus operandi del virus y del uso de sistemas de profilaxis adecuados; haciendo que sea el único país desarrollado donde la enfermedad está en aumento en lugar de en retroceso. Por otra parte, mientras se niegan estos datos, se potencia la corrupta idea de que es una enfermedad de los gaijines, cuando, en realidad, los primeros casos de SIDA en Japón vinieron por una cagada del Ministerio de Salud Pública con posterior manipulación de los datos. Esto se puede encontrar aquí. Traduzco un par de párrafos:
"A finales de Julio de 1983, unos de los pacientes hemofílicos del Dr.Abe murió de una enfermedad de apariencia como el SIDA. Consultó el caso con dos médicos del Centro de Control de Enfermedades, y los dos diagnosticaron la causa de la muerte como SIDA, pero este caso no fue registrado como la primera muerte por SIDA en Japón. (...) En Septiembre de 1984, el Dr. Abe confirmó que 23 de sus 48 pacientes con hemofilia habían sido infectados con el VIH, pero esta información no fue hecha pública. En Diciembre de 1984, el Ministerio (de Salud Pública) confirmó que 47 de 183 hemofílicos dieron resultados positivos de VIH. Una vez más, esto no fue hecho público. En Marzo de 1985 el Ministerio identificó a un varón homosexual, que estaba viviendo en los EEUU y que había vuelto a Japón brevemente, como el primer paciente de SIDA en Japón"
El escándalo de cómo se contagiaron los primeros 3400 japoneses con SIDA (con 400 muertes) porque el Ministerio de Salud no quería comprar productos americanos seguros para darle tiempo a las farmacéuticas japonesas a desarrollarlos ellos, es de traca. Recomiendo a los que leéis en inglés, que le déis al tema, porque uno alucina.
3 y 5) Transformación de eventos aislados a epidemias sociales, así como Estigmatización de minorías, especialmente cuando son asociadas con actos criminales, degradando la opinión pública o las políticas de inmigración. Para ilustrar este caso, entre muchos otros ejemplos, podemos poner el que ya anticipamos en el capítulo anterior: el Gaijin Hanzai, revista que estaba a la venta en supermercados -y en Amazon Japón-, donde se incluyen imágenes y descripciones de supuestos crímenes cometidos en Japón por no-japoneses. En la portada se podían ver imágenes caricaturizadas de extranjeros sonriendo como maníacos, con los ojos rojos brillando. Incluía un encabezamiento describiendo a un hombre negro como "negrata", un artículo titulado "persigue al iraní", y describe a Tokyo como "una ciudad desgarrada por los demonios extranjeros". Un cómic interno recrea un asesinato en una granja de cerdos en Chiba -al este de Tokyo-, supuestamente por un hombre chino que había sobrepasado su visa. Más información y fotos, aquí.el Gaijin Hanzai en todo su esplendor.
También podríamos recordar lo que mencionábamos en el capítulo anterior de la recomendación policial a que la población informe cuando vean a tres o más extranjeros hablando en otro idioma que no sea japonés, para que las fuerzas del orden puedan acudir a investigarlos. Si esto no es estigmatización...
4)
Corrupción y tergiversación de palabras o terminología conforme a objetivos específicos. El dr. Miyamoto Masao, del que hablaremos más adelante, pone muchos ejemplos, que se pueden ver en la conferencia de la que añadimos el enlace, incluyendo tergiversaciones en los caracteres de su escritura en la traducción de los acuerdos de comercio entre EEUU y Japón, para que, a partir de los nuevos significados, no haya que hacer los cambios que demandan los americanos. No obstante, como no es difícil encontrar más muestras de cada cosa de la que hablamos, podemos mencionar la justificación de los japoneses sobre las matanzas de ballenas que siguen realizando -yo he visto restaurantes donde anuncian sus platos preparados con su carne-, con el término de "estudios científicos". En este enlace de la BBC, plantean cómo los australianos les explican que pueden estudiarlas sin tener que matarlas...Antes y después de un experimento científico japonés sobre la influencia de metales como el cobre y el zinc en el entorno de los cetáceos.
6) Generalización de situaciones complejas y multifacéticas. Con el fin de ilustrar este caso, me gustaría detenerme en la elaborada fabricación de una afirmación tan peregrina en algunas de sus implicaciones, como lucrativa en su idea general, y es la de la superior calidad de todos los productos alimenticios japoneses. Para el lector profano sobre la geografía del país, conviene explicar que el territorio nipón, levemente mayor que el de Inglaterra, pero dividido en multitud de islas, tiene una orografía muy complicada, dejando tan sólo una cuarta parte del área total del país en suelo llano. Existen dos zonas principales no montañosas, el Kantô y Kansai (llanura de Kinai) en la isla mayor (Honshu), donde se aglutinan varias de las principales ciudades del país. Eso implica que el terreno cultivable, salvo en la isla norteña de Hokkaido, es realmente muy limitado, especialmente para una población tan masiva (el área metropolitana de Tokyo es de unos 30 millones de personas, casi la totalidad de España metida en una megaciudad). Ello hace que haya que aprovechar las colinas y las laderas de las montañas para hacer cultivo en terrazas. Uno pensaría que, con unas condiciones así, tendrán que importar mucha comida, pero esto sólo es aplicable a la carne, pues obviamente carecen de buenos territorios ganaderos. Lo cierto es que -en teoría para proteger a los agricultores-, se hace una campaña sobre la supuesta "calidad" de los productos alimenticios japoneses, que resulta casi irreal a ojos de los extranjeros. Chovinismo debería ser una palabra inventada en Japón. La manipulación y el bombardeo al que se somete a la población a este respecto es incesante, lo que justifica barbaridades tales como que una sola manzana japonesa valga lo mismo que un kilogramo de manzanas americanas. O que una cabeza de ajo japonesa (200¥, aprox 2€) cueste el doble que tres cabezas de ajos chinas (100¥, aprox 1€). La justificación que el gobierno (y por ende, todo ciudadano de las islas) da es que la calidad de la manzana japonesa es tan superior a la de las demás, que justifica la inversión. (Con el ajo no he preguntado, pero vamos, yo he probado las manzanas japonesas y no me han hecho llorar de emoción, ni mucho menos. N. del Autor).
"Japón está lleno de ajos" (hilarante y original broma hispano-japonesa)
Con el arroz tenemos un caso aún más interesante. Pese (o en el caso de Japón, debido) a que es el producto base de la alimentación, el precio del kg de arroz es elevadísimo. En envases de 1 kg, el arroz más barato que se puede encontrar, viene a salir a unos 400-500¥; los más caros (en supermercados, no en tiendas especializadas), llegan a los 1000¥ (casi 10€). En envases de más kgs, el precio se abarata, aunque se mantiene en el orden de los 3€/kg. Por supuesto hablamos de arroz japonés. Si compramos arroces de países cercanos (países con tan poca tradición arrocera como China, Tailandia, Corea...), los precios se desploman. ¿Por qué? Porque nadie quiere otro arroz que no sea el japonés. Antes de que los puristas de la gastronomía japonesa se abalancen sobre mí, diré que toda la pijería del mundo que se quiera aplicar a las diferencias de texturas y chorradas varias, no son válidas cuando hay escasez del producto, como sucedió algunos años de la década de los '90 del s.XX, cuando por temas climatológicos, de repente hubo una considerable falta de arroz en el mercado japonés. El gobierno importó arroces de estos países para compensar la carencia, y se encontraron con que la gente prefería comprarlo en el mercado negro a más de 20 veces el precio del resto de los arroces, con tal de que siguiera siendo japonés. . Y, para hacernos cargo, estamos hablando de la base alimenticia del país. E insisto, chinos, tailandeses, etc no es que sean países que carecen de buenos arroces, precisamente. Es, simplemente prueba del nacionalismo feroz, y de la equivocada idea, construida artificialmente, de que la calidad del producto roza lo legendario. Así que, para evitar esto en el futuro, el gobierno almacena enormes cantidades de arroz con la excusa de tener reservas en el futuro y proteger a los agricultores japoneses, hecho que, mientras tanto, deriva en un aumento de los precios anuales para compensar la disminución de las toneladas de producto base. ¡Así se lucha por la economía!
Tenemos miles de ejemplos más, como "el primer melón de Hokkaido", que es la idiocia supina hecha concepto, que les lleva a los japoneses a pagar verdaderas barbaridades (hablamos de unos 400€) por un ejemplar de la primera tirada de melones de cada año. (Teniendo en cuenta que Hokkaido está más o menos a la altura de Siberia, ese sitio donde el sol sale menos y con menos fuerza, y que hablamos del primer melón del año, imaginaos lo dulce que está. Yo tuve el honor de que me invitaran a probar uno, y llamadme español, pero he comido limones más dulces que eso). Sin embargo, de todos los casos, para mí el más hilarante de todos es el de las almejas norcoreanas. Se ve que Corea del Norte tiene unas almejas muy del gusto de los japoneses. El problema es que los japoneses no quieren productos no japoneses -además de que se supone que Japón tiene un embargo económico a Corea del Norte-, así que lo que se hace es lo siguiente. Pescan -no tengo claro si barcos japoneses o coreanos, pero es lo menos importante- las almejas en Corea. Llegan a aguas japonesas, las tiran al mar, y las vuelven a pescar barcos japoneses. Por tanto, las almejas que llegan al supermercado oficialmente han sido pescadas en Japón, lo que justifica un lindo sobreprecio sobre el resto de almejas, además de la satisfacción del consumidor debido a que los productos del país del sol naciente son los mejores del mundo.
Campesinos japoneses iniciando la recolecta del arroz.
7)
Inversión causal. El actual primer ministro japonés -ocupando por segunda vez el cargo-, Abe Shinzo, es en muchos aspectos, lo que llamaríamos un radical. Es de los revisionistas de la historia de la Segunda Guerra Mundial. Declara que las mujeres de confort (ver primer artículo de esta serie) no eran esclavas sexuales, visita el santuario Yasukuni (también en el primer post), niega que los criminales de guerra japoneses lo sean, y está luchando denodadamente por abolir el artículo 9 de la Constitución japonesa, el que marca que Japón no puede volver a tener un ejército. Está rearmando el país, mantiene una fuerte posición contra Corea -tanto del norte como del sur- y China, y los partidos ultranacionalistas están exaltándose más y más bajo su mandato, generalizándose los llamados "discursos del odio". Vamos, lo que siempre he dicho, que el día que se vuelvan a armar, la vuelven a liar de inmediato. Obviamente, está habiendo una escalada de tensión en la zona del lejano oriente asiántico, de órdago, con Corea del Norte, China y, ahora Corea del Sur, posicionándose frente a Japón y su agresividad, xenofobia y ejército aumentando paralelamente. Por supuesto la versión oficial es la contraria. Como los otros están cada vez más tensos, Japón se está armando para su autodefensa -eso sí, Abe es partidario de lo que se llama teoría del primer golpe-, y el odio racial en Japón es sólo la consecuencia de su protesta por el racismo que tienen contra ellos. Olé y olé.Me estoy armando y es tu puta culpa.
8) Fabricación inmediata de eventos o afirmaciones. Como última alusión al Doctor Miyamoto antes de profundizar más en su figura, añado un extracto de la conferencia anteriormente mencionada sobre el SIDA, que ilustra perfectamente este punto que estamos intentando demostrar
"Volvamos a las pruebas clínicas, a las que veo como una forma de barrera comercial. Esta barrera arroja luz sobre la visión de los burócratas de que los japoneses son especiales. Con el fin de comercializar medicamentos en Japón, incluso aquéllos desarrollados en América y aprobados por la FDA (Food and Drug Administration), tienes que pasar por años de testeos clínicos. Pero si comparamos la calidad de las investigaciones y de los cuidados médicos, no hay duda de que los EEUU son superiores, así que no hay razón para tales pruebas. Sin embargo, cargos del Ministerio de Salud y Bienestar justifican la importancia de hacer esos testeos en Japón (que van a seguir exactamente el mismo procedimiento que ya han sufrido en los EEUU) , alegando que "los japoneses somos diferentes, y por tanto los nuevos medicamentos tienen que pasar nuestras propias pruebas". Lo que los cargos del MSB parecen haber olvidado es que America es una sociedad multirracial. A esto me refiero cuando digo que la realización de pruebas clínicas es una barrera comercial. Lo que se oculta tras la palabra "diferentes" es la protección de la industria farmacéutica.
Esta mentalidad de que "los japoneses son especiales" se pudo percibir claramente tras el terremoto de Kobe el año pasado. Cinco médicos de los EEUU viajaron a Japón para hacer una ayuda de emergencia, pero el MSB les dijo que no podían tratar a las víctimas porque no tenían licencia para ejercer en Japón. Añadido a esto, tras el terremoto, Americare donó una gran cantidad de Tylenol, pero el MSB dijo que el efecto analgésico del Tylenol era muy fuerte para los japoneses. Una vez más, debido a la torcida mentalidad de la burocracia japonesa, el Tylenol fue rechazado, y la gente tuvo que sufrir. (Esto no es nuevo. Cualquier extranjero puede atestiguar las dificultades para conseguir un simple ibuprofeno 600mg, bajo la premisa de los médicos japoneses de que ese medicamento es tan fuerte que es peligroso. Imaginaos la gente que padece de migrañas o de dolores fuertes de cualquier tipo, las posibilidades que tienen de encontrar medicinas acordes. N. del Autor).
La mentalidad burocrática de que los japoneses son especiales no está limitada al MSB. En 1987, cuando hubo una cierta presión del gobierno de los EEUU para que Japón abriera el mercado de la carne de vaca, un grupo de políticos americanos invitó a sus homólogos japoneses a un festín de carne de ternera. En dicho almuerzo, el Sr. Hata, un ex-primer ministro y entonces líder de la delegación que representaba al Ministerio de Agricultura, declaró que sería difícil lograr un aumento del consumo de ternera en Japón, debido a las restricciones budistas y a que los intestinos japoneses eran más largos.
El senador Phil Gramm de Texas dijo que "la apertura de los mercados probaría si, tanto los intestinos más largos o las enseñanzas budistas eran lo que estaba impidiendo el aumento del consumo de ternera". Japón abrió sus mercados y, efectivamente, el consumo de carne se cuadruplicó. El sr Hata es también conocido por su declaración de que como la nieve es diferente en Japón, los esquíes extranjeros debían ser prohibidos. El razonamiento tras tales restricciones sobre las capacidades médicas, el Tylenol, la ternera y la nieve son tan poco científicas como risibles".
Representación gráfica de los problemas que conlleva el sobredimensionamiento intestinal
Más allá de todo esto -y cosas hilarantes aparte-, el miedo, tal como lo hemos definido, es algo presente en Japón, aunque se manifiesta de muchas formas. Por parte de los extranjeros residentes allí, hay miedo a las represalias por expresar sus opiniones -razón por la que en los artículos sólo menciono las siglas, amén de que en otros blogs de diversas nacionalidades hacen lo mismo-, porque la libertad de expresión es un artículo inexistente en la Constitución japonesa. Hay miedo a perder los nervios un día, a pesar de las constantes provocaciones, porque pueden ser encerrados semanas sin tener en cuenta sus derechos, o peor aún ir a una cárcel japonesa.
(el que tenga tiempo, que vea este magnífico documental, Japón entre rejas, pues entenderá mucho de lo que se viene hablando en estos artículos. Especialmente significativos son los comentarios de la gente que lo ha visto en youtube, demostrando que, como decíamos en el primer post, no hay mayor ciego que el que no quiere ver. Probablemente muchos de ellos ni siquiera sepan que Japón es con EEUU el único país desarrollado que mantiene una pena de muerte activa, con varias ejecuciones cada año. N. del Autor)
El extranjero, en resumen, tiene miedo principalmente a ser deportado. Y cualquier excusa es buena. Poniendo un ejemplo: estás con un grupo de amigos y uno de ellos comete un delito, por ejemplo, fumarse un porro, tu sola presencia es motivo suficiente como para que la policía te haga una ficha policial. Una ficha policial supone el fin de tu futuro en Japón.
Sabes que el país te quiere fuera, y cualquier desliz es suficiente. Para los que entendáis inglés, aquí tenéis los consejos de un extranjero hablando sobre ello:
Hablamos de un 98% de condenas a extranjeros -recordemos lo que explicábamos en el post anterior de las retenciones que te hacen durante semanas hasta que logran una confesión-. Total, nada...
Aquí tenemos una manifestación de nacionalistas exigiendo la deportación de todos los extranjeros. Su grito "Gaijin kaere" (extranjeros, volveos). Si alguno ha visto alguna vez una manifestación de, digamos, ultraderechas en España, notará con mucha facilidad las diferencias entre ambas. Los números no son grandes, pero lo perturbador es la diferencia entre los tipos de manifestantes.
Pero no sólo los extranjeros tienen miedo en Japón. En una sociedad ultraconsumista en la que es prácticamente imposible encontrar trabajo a partir de los 30 años, o si has pasado un año sin trabajo -hablaremos de ello en el post sobre la educación-, la presión laboral llega a grados infernales. No existe ningún tipo de defensa de los trabajadores, ni sindicatos, y no nos olvidemos que es gente educada para aguantar el sufrimiento, pero aún así roza los límites de lo inhumano. Abusos de todo tipo -horas extras no remuneradas, vacaciones solamente nominales, jefes tiranos, amenazas, políticas empresariales esclavistas- se suman al enorme precio que los ciudadanos tienen que pagar: la carencia de una vida personal, el fracaso de sus relaciones familiares y la pérdida de la salud que tan desorganizada vida conlleva. Pero deben elegir entre todo ello o la pérdida de aceptación social y el ostracismo, que, como hemos visto, supone su mayor miedo.
En numerosas conversaciones he tenido que explicar la diferencia entre el concepto que se tiene en España de que los japoneses son la gente que más trabaja en el mundo, y el más acertado de los japoneses son la gente que más horas se pasa en el trabajo. Esta diferencia es perfectamente comprensible: dado el ritmo de vida que llevan, es prácticamente imposible rendir con excelencia a nivel laboral. Japón está concebido para que los trabajadores -principalmente los hombres, las mujeres llevan un ritmo muy diferente-, vivan en el trabajo. Las jornadas laborales se extienden hasta infinito, sumado a que, como las empresas se encargan bien de romper las previas relaciones de amistad de sus trabajadores, al acabar las horas, casi se exige que vayas con tus nuevos amigos, tus compañeros de trabajo, a emborracharte. Añadamos las horas de desplazamiento diarias, que en Japón tienen medias asombrosamente altas, y a que la mayoría de los trabajos tienen un sólo día libre por semana, y entenderemos que, con la falta de sueño habitual, se lo suelan pasar durmiendo. Así pues, los lazos familiares suelen ser prácticamente inexistentes. Las familias casi nunca comen juntas, los padres prácticamente no ven a sus hijos, y las relaciones maritales son, en el mejor de los casos, escasísimas. Por eso el amor no es un valor en las relaciones de pareja japonesas.
Familia típica japonesa disfrutando de su mes de vacaciones juntos.
En parte, es eso lo que se pretende. Una sociedad sin vida personal es una sociedad sin cultura, sin capacidad de acumulación de datos, de comparación, de crítica. Un ejemplo: cuando vivía allí, recuerdo que no entendía cómo un país con un consumo eléctrico tan descomunal como aquél, no se habían adaptado a algún cambio de hora de verano -en los meses estivales amanece entre las 4:30 y las 5:00 am, al menos tres horas antes de que se ponga todo el mundo en funcionamiento, y el sol se pone sobre las 19:00, al menos 5 horas antes de que la mayoría de la gente se retire-, teniendo en cuenta el enorme ahorro que supondría, me resulta incomprensible. Tras cientos de japoneses sin saberme responder, una tarde, hablando con A.D. un amigo español, llegamos a una simple conclusión: al gobierno le interesa que los trabajadores salgan de las oficinas de noche. Salir de día implicaría una sensación de tiempo de disfrute, de poder hacer planes. Quizás daría igual. Es posible que si terminaran de día, lo único que les supondría sería quedarse a hacer aún más horas hasta la noche...
Cuando hablamos de trabajadores corrientes, de oficina, la falta de sueño sólo supone un peor rendimiento laboral. Cuando hablamos de otros trabajos, en los que son responsables de cientos de vidas, la cosa no es para tomársela a broma. Recomiendo muchísimo la lectura de este blog. Sus autores me parecen dos tíos extraordinariamente inteligentes y sensatos, además de que aportan una información impagable. Les robo, con su permiso, algunos fragmentos de uno de sus muchos y fabulosos artículos:
"¿Humanos o Máquinas?" (por Coelacanth)
Me sorprende ver como en Japón, ya no solamente con las horas de sueño, parece que se ignore por completo que los humanos, físicamente, tenemos unos límites bien sean físicos o psíquicos, y cuando éstos se sobrepasan las cosas no van como deberían ir.
En las empresas japonesas el descanso de las personas es algo que no tiene la más mínima importancia. Muchas empresas piden a sus empleados que trabajen hasta altas horas de la noche para volver a estar en el puesto de trabajo listo para otra jornada laboral el siguiente día a primera hora de la mañana. Otras piden a los trabajadores que se queden a dormir en la misma oficina para acabar el trabajo, y algunas otras establecen unos horarios en los que se permite a los empleados dormir solamente dos horas dependiendo del día de trabajo. (...) Los conductores de JR se ven sujetos a los mismos horarios que el resto de empleados. Ya no estoy hablando solamente de JR Tokai, sino también de JR West y JR East. No es de extrañar que los conductores que se encargan de conducir los primeros trenes de la mañana hayan trabajado hasta altas horas de la noche y dormido solamente 2 horas en los dormitorios de la compañía. He visto varios reportajes al respeto de conductores diciendo que no estaban preparados para ser responsables de las vidas de cientos de personas después de haber dormido solamente dos horas. Por temor a represalias por parte de la empresa, estos conductores siempre aparecían por televisión con un mosaico en la cara y con la voz distorsionada. (...) Me parece muy grave que las empresas no sepan ver por si solas que reducir las horas de sueño de sus empleados hasta límites que rozan la tortura repercute directamente sobre el rendimiento de éstos, aumenta considerablemente el riesgo de accidentes laborales y no resulta más que contraproducente.
Recordemos que si todo esto se puede hacer, es porque es completamente legal. Si bien es verdad que existe una legislación al respecto, no es más que un mero farol para que parezca que se hace algo para regular el trabajo como en cualquier otro país que se considere a sí mismo civilizado.
-Te quiero. -Yo más. -No, yo más. - Eso es imposible...
A diferencia de las máquinas, cuyos límites están regidos solamente por factores físicos, las personas estamos también condicionadas por factores psicológicos. Estos factores, como el estado de ánimo, el stress y la presión que el entorno que nos rodea genera sobre nosotros, están relacionados entre sí, de manera que la alteración de uno de ellos influye en el resto y puede llegar a condicionar aspectos que van desde el apetito hasta nuestra capacidad para tomar decisiones.Constantemente pienso que en Japón se ignora la diferencia que existe entras las máquinas y las personas. Se nos niega la condición de humanos y se nos exigen unos resultados perfectos sin tener en cuenta factores como la presión o privación del sueño. Cualquier enfermedad psicológica no es reconocida y el trabajador tiene que cargar con ella sin poder pedir la baja laboral para seguir un tratamiento médico adecuado como pasaría en cualquier país europeo. Muchas empresas no solamente ignoran estos factores, si no que además se encargan de empeorarlos, torturando psicológicamente a sus empleados para que cumplan a rajatabla con unos requisitos irrealistas que ni una máquina podría llevar a cabo. (...) Si por un fallo de éste el tren llega tarde o se pasa algunos metros del punto donde tiene que parar el tren, el pobre hombre es sometido a algo que llaman nikkin kyouiku (日勤教育) que traducido sería algo como “re-educación laboral” pero que a vistas de cualquier persona en sus sanos cauces se llamaría tortura psicológica. Ésta normalmente se prolonga durante 15 días durante los cuales se aparta al conductor expedientado de su puesto de trabajo y se le somete a castigos físicos, psicológicos y económicos. Por ejemplo, se le obliga a realizar tareas como recoger malas hierbas de las vías, ponerse de pie en la estación diciendo “Soy un trabajador pésimo. Por mi culpa tal tren se ha retrasado tantos minutos” o mi preferida: sentarse delante de la mesa del jefe 8 horas diarias a escribir una redacción por hora con temas asignados por éste. Entre los que he tenido el privilegio de ver se encontraban temas tan relacionados con el mundo ferroviario como “por qué soy escoria” o “qué le pasará a mi familia si me echan del trabajo”. La presión llega a ser tal que algunos trabajadores se han acabado suicidando porque no han sido capaces de soportar la situación, y aun habiendo grabaciones y pruebas que demuestran la crueldad con la que éstos son tratados, todos los intentos de llevar el caso a juicio han sido desestimados por los tribunales.
-Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa...
Tras este periodo se devuelve al conductor a su puesto habitual. Habiéndosele ya bajado el salario y estando amenazado de despido, se le vuelve a pedir precisión milimétrica en su trabajo. Toda esta presión a la cual es sometido afecta a su capacidad de reacción y pensamiento, y es normal que a la más mínima se ponga más nervioso que un flan, no pueda ver un metro más allá de sus ojos y cometa sistemática un fallo tras otro. De ser una oficina las consecuencias serían males menores, pero en el caso de trenes se está jugando con cientos de vidas humanas. (...)
En Japón ninguna excusa es buena para faltar al trabajo. No solamente se niega toda importancia a cualquier problema psicológico o neurológico, sino que cosas tan evidentes como la fiebre no son suficientes para quedarte en casa reposando. Si en Europa uno se pone enfermo y va al médico, puede obtener una baja laboral que lo exime de sus obligaciones laborales y le permite quedarse en casa durante un tiempo determinado durante el cual no puede ser despedido y sigue percibiendo su salario. En Japón la baja laboral no existe. En caso de estar uno enfermo lo que diga el médico no importa lo más mínimo. La última palabra la tiene siempre la empresa, que dependiendo de como vayan de trabajo, deja al enfermo quedarse en casa o le obliga a ir a trabajar.
(...) En la mayoría de empresas, los días que te quedas en casa por estar enfermo te los descuentan de los días que te corresponden de vacaciones al año, que ya de por sí son pocos. Es por esto que mucha gente decide no ir al médico, automedicarse e ir a trabajar pase lo que pase. Así como en España se intenta concienciar a las personas para que no se automediquen, en Japón he visto anuncios por televisión que invitan abiertamente a lo contrario con slogans tan chocantes como “Para ti, que no puedes faltar al trabajo. Medícate tú mismo”. Esto se permite también porque la mayoría de ingresos que tienen las empresas farmacéuticas japonesas vienen de medicamentos que no precisan prescripción médica para ser comprados."
Recomendación del gobierno japonés para cuando uno está enfermo.
Pero ¿por qué se aguanta lo que se aguanta en Japón? ¿Por qué no se rebelan, o surgen grupos que se enfrente contra un escalvismo tan aparente? La respuesta es muy sencilla. Porque los japoneses están castrados. Ha llegado la hora de presentar a uno de los pocos, y sin duda más brillantes, japoneses que han sabido, o se han atrevido, a elevar una voz de protesta y denunciar todo lo que sucede en la sociedad nipona. Terminamos este artículo presentándoles al doctor Miyamoto.
El doctor Miyamoto Masao fue un psiquiatra, crítico cultural y subdirector (brevemente) del Ministerio de Salud, Trabajo y Bienestar japonés. Tristemente, falleció por un cáncer con tan sólo 51 años, en el año 1999. Se graduó en mecidina en la Universidad Nihon Daigaku, en Tokyo, y al poco de acabar la carrera, marchó hacia Estados Unidos, donde pasó tres años estudiando Psiquiatría y Psicoanálisis en la Universidad de Yale. Al finalizar, se convirtió en profesor adjunto de la Universidad de Cornell, desde 1980 hasta 1984, año en el que aceptó el puesto de profesor adjunto en el New York Medical College. En 1986, entró en el Ministerio de Salud, Trabajo y Bienestar como subdirector del Departamento de Salud Mental.
Miyamoto Masao, todo un hombre tras su bigotito.
En 1992 comenzó a escribir una serie de artículos para la revista mensual Gekkan Asahi, en los que criticaba la cultura burocrática de Japón. Después fueron publicados y se convirtieron en el best-seller Oyakusho no Okite (お役所の掟), o "Código de los Burócratas", que posteriormente fue publicado en inglés bajo el título de Straitjacket Society, o "La Sociedad de la Camisa de Fuerza", que es como más popularmente se lo conoce. A raíz de sus artículos experimentó todo tipo de vejaciones, degradaciones y, finalmente, fue despedido del ministerio en febrero de 1995. Tras esto, publicó un segundo libro en 1997, titulado Oyakusho no Seishinbunseki (お役所の精神分析), o "Psicoanalizando a los Burócratas", el cual no ha sido aún traducido al inglés. A partir de ahí continuó dando conferencias sobre la sociedad y sobre la burocracia japonesas hasta que falleció en París por un cáncer de colon el 18 de julio de 1999.
Por lo que se ve, todo empezó cuando, tras tres años de su vuelta a Japón, trabajando para el Ministerio de Salud, quiso tomarse un par se semanas de vacaciones para viajar a Europa. Tal acción fue percibida como poco japonesa, y al principio, sus superiores intentaron hacerle desistir de tomarse una vacaciones tan largas. Aquí es importante explicar que, en contra de lo que la gente piensa, oficialmente los japoneses disponen de un mes de vacaciones, como en todos los países desarrollados. No obstante es inconcebible que se tomen más allá de 5 días o una semana a lo sumo. Por encima de eso se considera una grave falta de respeto hacia la empresa y los otros compañeros, que están trabajando mientras tú estás con la panza al sol. En cualquier caso, Miyamoto se negó a ceder. Como Japón es una sociedad jerárquica, con un tipo de estructura parecida a la militar, no ceder a las presiones de sus superiores les hizo tener la impresión de que era un inadaptado rebelde.
No obstante, según explica Miyamoto, sus jefes y colegas trataron de racionalizar su comportamiento, diciendo que había pasado en América demasiado tiempo. "Intentaron convencerme de que, dado que ya estaba de vuelta en Japón, debería alterar mi comportamiento y abrazar la filosofía del sacrificio. También fui sutilmente amenazado con que, de no cambiar mi actitud, podría ser sometido a un traslado a la División de Cuarentenas, la cual es un callejón sin salida para la carrera de un burócrata".
Dos años después del incidente de las vacaciones, Miyamoto escribió un artículo para el Asahi Mensual, una revista publicada por el grupo de prensa Asahi, acerca de lo difícil que resulta tomarse unas vacaciones si estás dentro del sistema. Según declara, nunca esperó que ese artículo supusiera un punto de inflexión en su vida, ya que el artículo recibió una respuesta positiva por parte de los lectores, inversamente proporcional a lo mala que fue la reacción de ministerio. Cuando mostró un borrador a sus jefes, la respuesta fue: "¡Dimite de inmediato! ¡Dile al periódico que cancele la impresión!" Según sigue contando, Miyamoto pensó que sus exigencias eran una violación a su libertad de expresión, así que, ni corto ni perezoso, decidió incluirlas en otro artículo para el siguiente mes. De nuevo fue recibido de un modo positivo por los lectores, de tal modo que se le pidió escribir una serie de artículos, los cuales fueron un análisis clínico de la psicología de la burocracia japonesa, y cuyo tema principal fue la importancia de la libertad y el individualismo. Ahí comenzó a recibir atención tanto doméstica como internacional, incluyendo una entrevista con el Independent y con la BBC, y cuanto más se convertía en el foco de atención, tanto más le urgía el ministerio para que dimitiera.
La presión fue a muchos niveles, incluyendo órdenes de su jefe de que no se le hablara, e incluso que las camareras que servían el té no se lo acercaran a su mesa. Por muy infantiles que puedan parecer estas técnicas, en un país en el que al ciudadano medio le hacen depender desde la más tierna infancia -se verá con profundidad en el apartado de educación- de la aceptación del grupo, no existe una defensa psicológica contra ellas. Los burócratas temían que su manera de pensar fuera contagiosa y le pusieron en cuarentena, convirtiéndole en el Director de la División de Cuarentenas.
La publicación de "La Sociedad de la Camisa de Fuerza" trajo una tensión incluso mayor en el ministerio, dado que reveló la realidad del día a día y la interacción pesonal de los burócratas a los no japoneses. "El modus vivendi de la burocracia japonesa es 'no mires, no oigas y no hables' y yo pisoteé este tabú". Si contar la verdad a la sociedad japonesa era vergonzoso, revelarlo a una audiencia extranjera traía incluso más deshonra. Por tanto, no era de extrañar que el Ministerio de Salud y Bienestar quisiera deshacerse de él. Finalmente lo lograron cuando fue a Washington D.C a dar una conferencia en el National Press Club. No tenía permiso para salir fuera del país, y el ministerio utilizó tal tecnicismo para despedirle. Por supuesto, si le hubiera comunicado a su superior, un firme defensor de la tradición burocrática, que iba a Washington para dar una conferencia que era crítica con la burocracia, jamás hubiera recibido permiso.
Como el periódico francés Libération lo definió, el pulso entre Miyamoto y el ministerio, se convirtió en "una batalla entre la libertad y el conformismo". Aunque el MSTB japonés declaró que la razón de su despido fue un problema de personalidad y no de principios, pronto quedó claro que, de haber sido así, la presión del ministerio hubiera cesado al ser despedido del mismo, y la realidad difería mucho.
Según Miyamoto se fue haciendo más y más popular en el extranjero, las invitaciones para impartir charlas se multiplicaron, aunque, como él comentaba, con enorme diferencia entre las que recibía para dar en Japón -mayoritariamente en espacios pequeños y ante audiencias muy limitadas, formadas principalmente por individuos disidentes con la sociedad en la que vivían-, y las de los demás países, que se localizaban en las principales universidades y en foros con amplia cobertura mediática y gubernamental. El gobierno de Japón intentó abortar estas conferencias con todos los medios a su disposición. Desde exortando a los centros para que las cancelaran -en una que se iba a impartir en la Biblioteca del Congreso de los EEUU la presión fue tan grande para que no la diera, que tuvieron que intervenir un congresista y la BBC para que finalmente se celebrara-, a negándole el pasaporte para que no pudiera salir del país. El despido, el rechazo público, presiones de todo tipo... son parte del pago que recibe un individuo por decir la verdad sobre el poder de la burocracia, del miedo y la realidad de la educación que existen en este país.
Salary man sumamente contento con su vida.
Está claro que, en muchos aspectos, el doctor Miyamoto fue una excepción dentro de la norma japonesa. Era inconformista, que ya en sí mismo es un rasgo heroico para un miembro de la sociedad del país del sol naciente. Se escapaba de las "horas extras voluntarias" -se tratará esto más adelante-, para quedar con su novia. Insistía en que el derecho a las vacaciones estaba garantizado, aunque sólo fuera teóricamente. Directamente se negaba a ir a las copas voluntarias con sus compañeros, a la salida del trabajo, a menos que se le abonaran esas horas. Quemaba viejos documentos que contenían protocolos anticuados, forzando a sus compañeros a crear nuevos más modernizados. Se atrevió a viajar al extranjero para dar conferencias relacionadas con los sistemas de trabajo en Japón a gaijines . Se apuntaba a los Domingos de Trabajo voluntarios, pero se pasaba el día haciendo recados y tomando café en restaurantes, volviendo por la noche a la oficina para firmar. Se negaba a ayudar voluntariamente a sus superiores a mudarse cuando se cambiaban de apartamento. Y, lo que es peor, escribió artículos detallando las "travesuras" de sus colegas burócratas borrachos, pagadas con el dinero de los contribuyentes: los ejecutivos desnudos bailando y haciendo el payaso, las fiestas en las que hacían vídeos porno, la transcripción de comentarios de los que nunca aparecen en las declaraciones "oficiales", del tipo "¿Eh? ¿Te vas a casar con una gaijin? Eso no es bueno... tus hijos no tendrán sangre pura... nunca serán burócratas. ¡Tendrán que prepararse para formar parte del mundo del espectáculo!" - Para más información, leer "The Straitjacket Society" (N.del A.) --¡Moriremos solos, pero al menos las cerves las paga el contribuyente!
Es fácil imaginarse que cualquier japonés que leyera estas líneas, inmediatamente pensaría que el Dr. Miyamoto Masao era un vago, un impresentable, alguien sin capacidad de sacrificarse y que desconocía la esencia del esfuerzo y el trabajo. Definiciones que, casualmente, corresponden punto por punto con las ideas que les vienen a la cabeza cuando piensan en un gaijin -con excepción de las físicas, el miedo, el disgusto de los rasgos y la apariencia-. El comportamiento que mostraba Miyamoto es el mismo que se espera de un extranjero: incapacidad para trabajar, desconocimiento del sacrificio, falta de respeto hacia sus compañeros, deseo de escaquearse... La enfermedad de la que adolecía no es otra que el inconformismo -también podría definirse como individualismo-. Miyamoto no estaba dispuesto a aceptar el estado de constante extorsión, camuflada de auto-sacrificio, al que se somete y para el que se educa a toda la población japonesa, debido a que no tenía miedo al castigo de la separación del grupo al que se le sometería. Como menciona: "abusar del débil está considerado en Occidente como una conducta psicológicamente anormal y un signo de inmadurez. Pero en Japón está perfectamente aceptado"
Un trabajador gaijin en Japón no está obligado a quedarse en la oficina, aunque haya terminado su jornada, hasta que el jefe se marche a casa, como el resto de trabajadores japoneses. A menudo nadie le informa de que a pesar de ser fiesta nacional, van a trabajar todos a la oficina, y no se cuenta con él muchos de esos domingos voluntarios. En primera lectura podría parecer que esto es un trato de preferencia para con los extranjeros, pero sin embargo, muestra otra realidad bien distinta. No se hace porque se da por hecho que el gaijin no es capaz de trabajar como un japonés. Y es bien cierto, aunque por razones muy distintas a las que piensan. Está más relacionado con conocer los propios derechos y con el deseo de tener una vida propia.
Bastante acertado, aunque yo le habría quitado algo de espaldas.
Miyamoto lo ejemplifica de esta manera: "Esta filosofía se podría observar claramente en la fiesta de jubiliación de uno de mis superiores. Durante su discurso de despedida, señaló a los asistentes que no había tomado ningún día de vacaciones durante sus 25 años de carrera profesional. Si hubiera de tomarse todas las vacaciones que había acumulado durante ese tiempo, equivaldría a dos años de permiso. Quedó muy claro que él estaba orgulloso de su comportamiento y la mayoría de la gente que le estaba escuchando admiró su capacidad de autosacrificio. Por mi parte, pensé que estaba loco. Me gustaría recalcar que esta filosofía de autosacrificio no es nada nuevo. Hace 50 años esa misma mentalidad condujo a los infames ataques kamikaze."El Dr. Miyamoto define en esta conferencia impartida el 20 de Octubre de 1995 en Oxford, el término a través del cual establece el punto de partida de esta política del miedo, y que no es otro que el de "castración" de la sociedad japonesa. La conferencia es brillante, pero algo larga y en inglés, así que, pese a que recomiendo encarecidamente su lectura -mucha de la información anterior está extraída de ahí-, para los que no puedan leer en lengua inglesa, y con la venia de todos los traductores del mundo -y en especial algunas que conozco-, me permito traducir ciertos fragmentos de ella. No obstante, en adelante, nos referiremos frecuentemente a la misma.
"Conduciendo a través de la campiña inglesa se pueden ver muchas ovejas pastando en las laderas de las colinas, lo que trae una sensación de paz. Esta tranquilidad es exactamente lo que los burócratas quieren conseguir en la sociedad japonesa. Pero yo quiero enfatizar que desean esta tranquilidad porque su imagen mental de la población es una en la cual la gente es sumisa y servilista. Una sociedad así es fácil de manejar y, por tanto, el sistema no necesita cambiar. ¿Cómo logran los burócratas castrar a los japoneses de un modo tan efectivo? Las escuelas son el lugar donde llevar a cabo este proceso. Para lograr ser un individuo castrado uno debe cultivar el masoquismo, y ésta es la razón por la cual el concepto de auto-sacrificio ha calado con tanta profundidad en la sociedad japonesa. El autosacrificio puede ser observado en comportamientos tales como la reticencia a tomarse vacaciones, la voluntariedad en participar en horas extras no remuneradas, la ausencia de una vida personal y la muerte por exceso de trabajo. Pero el verdadero daño del auto-sacrificio radica en el hecho de que, a través de ello, la gente carece de tiempo libre, lo que hace que les resulte extraordinariamente difícil acumular conocimientos. Como dijo Francis Bacon, 'el conocimiento es poder', pero el sistema impide que la gente pueda acumular conocimientos propios; el tipo de conocimientos que tienen la capacidad de llevar a un cambio."
Caja de 500 profilácticos japoneses.
En otra parte, comenta: "Cuando uno observa el patrón de comunicación de la sociedad japonesa, se reconoce la ambigüedad del sí y el no. De hecho, rara vez oirás un 'no'. La razón tras todo esto se encuentra en que hay una creencia en la sociedad japonesa de que uno debería intentar evitar siempre cualquier tipo de disputa o confrontación. Uno podría decir, quizás, que ésta es la creencia más arraigada en la sociedad japonesa.
Muchos de uds. están al tanto de que los japoneses dan una enorme importancia a la armonía. Yo mismo la respeto profundamente, pero tras mi regreso a Japón me di cuenta de que lo que yo considero armonía y lo que la sociedad japonesa percibe como tal son dos cosas bien distintas. A mis ojos, el concepto de armonía significa una aceptación de las diferencias, pero cuando los japoneses hablan de ella, se refieren a un concepto basado en negar las diferencias y abrazar la igualdad. La igualdad en las relaciones interpersonales significa ser un reflejo del otro, concepto básico que deriva del narcisismo. Cuando se quiere alcanzar la armonían en Japón, la gente dentro del grupo debe comportarse como si fueran Narciso observando su reflejo en el agua. En el caso del reflejo de Narciso, una pequeña onda puede destruir la refracción. Para los japoneses, dado que la imagen reflejada funciona como un elemento de cohesión del grupo, una disputa o confrontación, aunque sean pequeñas, pueden romper la identificación narcisística. Ésta es la razón por la que la sociedad japonesa atribuye tanta importancia a la armonía y por la que los japoneses hacen todo lo posible para eliminar la agresividad en sus relaciones interpersonales, dado que el enfrentamiento, como las ondas, destruirá la imagen reflejada. Los japoneses son educados para no quejarase, para abandonar sus deseos y para comunicarse con ambigüedad, todo ello como distintos métodos para evitar dichas ondas.
La sociedad japonesa de acuerdo con la visión de Masao Miyamoto.
No quiero que se piense que yo defiendo las disputas, pero cuando la armonía se convierte en la meta suprema, hasta el punto de que uno tiene que cerrar sus ojos a la realidad, o que la confrontación deba ser evitada, entonces creo que existe un problema, dado que eso significa que el grupo sólo puede funcionar en un mundo ilusorio. A fin de que una sociedad pueda cambiar, los enfrentamientos y los retos son inevitables, de tal modo que cada individuo debe desarrollar la capacidad de lidiar con las agresiones.
Cuando uno observa la tendencia japonesa a evitar las disputas, se podría decir que Japón, como sistema, no desea cambiar. Los japoneses quieren permanecer en un mundo de imágenes reflejadas, donde el principio de competitividad o el concepto de libertad, ambos funcionando como ondas, no tienen cabida".
"La verdad puede ser misteriosa. Puede que tome algo de trabajo aceptarla. Puede ser contraintuitiva. Puede contradecir prejuicios profundamente arraigados. Puede no ser consonante con lo que desesperadamente queremos que sea cierto.
Pero nuestras preferencias no determinan lo que es cierto" (Carl Sagan)
(Continuará en el IV)
Igor Yglesias-Palomar