Elena F. Guiral
Para la mayoría de los mortales Seattle en particular y el estado de Washington en general es sinónimo de café, grunge, Nirvana (si eres mayor de 30), la saga Eclipse (si eres menor de 30)… y lluvia. Pero pocos saben que este estado cuenta también con un lado agrícola y soleado al otro lado de las Cascade Mountains.
Con 300 días de sol al año, veranos cálidos, la misma latitud que las más prestigiosas zonas vinícolas francesas y abundante agua procedente del río Columbia, un paraíso agrícola nos espera casi en el fin del mundo.
No en vano el Estado de Washington produce el 50% de las manzanas de EE.UU. y es también uno de los principales productores de patata, junto con Oregon y Idaho. Y es aquí donde entra en escena nuestro protagonista de hoy, Linhai Zhang, investigador de la USDA-ARS & Washington State University, afincado actualmente en Prosser.
Linhai, nació en China, pero ha desarrollado toda su carrera académica y profesional en EE. UU., aun sin perder el vínculo con su país natal. De hecho es profesor adjunto de la Academia China de Agricultura Tropical, por lo que está a caballo entre las dos principales potencias agrobiotec del mundo.
Aunque ha desarrollado su trabajo como investigador en diversos cultivos, es la patata quien robó su corazón, profesionalmente hablando, hace ya más de una década. En la actualidad trabaja en la investigación de las enfermedades más comunes de este cultivo, concretamente en el nematodo Root-Knot, Meloidogyne chitwood, presente en el valle del río Columbia en Washington y Oregón.Los nematodos son pequeños quistes que se encuentran en general en las raíces con forma de globo y suponen una disminución de crecimiento del cultivo ya que al atacar las raíces de la planta inciden en una disminución de la absorción de agua y minerales.
Las patatas infectadas muestran una superficie rugosa y con quistes. En el interior, los nematodos producen manchas marrones que desaparecen durante su cocción.
La FDA americana, el equivalente al Ministerio de Agricultura español, no permite nematodos en patatas para procesado. Si alrededor del 15% de las patatas de un campo de cultivo están infectadas, la producción completa será rechazada. Dependiendo del precio de las patatas en el mercado las pérdidas podrían superar los 5.000 dólares por hectárea, según datos de la Universidad de Oregón.
Tradicionalmente esta enfermedad se ha tratado con nematicidas químicos, pero su riesgo medioambiental y sanitario podría suspender en un futuro cercano su utilización por parte de las autoridades. Otra de las alternativas es la rotación de cultivos, pero resulta complicado encontrar cultivos alternativos y rentables a la patata.
En su búsqueda de soluciones a esta enfermedad, Linhai trabaja tanto con técnicas de mejora tradicional como biología molecular, siguiendo el proceso de su trabajo desde el laboratorio hasta el campo de cultivo. En la actualidad también se encuentra desarrollando proyectos para mejorar las cualidades nutritivas de la patata y aumentar su contenido en anti oxidantes.
Las investigaciones del equipo de Linhai, que lleva a cabo en colaboración con la Washington State University, están a disposición tanto de entidades públicas como privadas, pero benefician especialmente a las pequeñas y medianas empresas que no tienen la capacidad de desarrollar sus proyectos de I+D+I de forma autónoma.
Pero Linhai trabaja en uno de los Estados más verdes de Norteamérica, por ello tenía curiosidad por saber si su trabajo se ha visto afectado por campañas activistas. “De ningún modo, aquí conviven en armonía las patatas para procesado con variedades de patata ecológica, como la color potato, una variedad de color púrpura” Con un tamaño algo menor esta patata se encuentra con frecuencia en los farmers markets, mercadillos semanales, a los que los seattlelitas son tan aficionados.
Esta tubércula y pacífica convivencia es un ejemplo a pequeña escala de un macro país que en el que el más del 80% de la soja y el maíz cultivado ha sido modificado genéticamente, pero que cuenta con un poderoso mercado alternativo de alimentos ecológicos, con retailers como Whole Foods como el mejor ejemplo.
En los últimos tiempos han surgido algunas voces que piden el etiquetado de todos los alimentos producidos a partir de semillas modificadas genéticamente, algo con lo que este investigador se muestra de acuerdo. “Es un derecho del consumidor y hay que respetarlo”.
Pero tan claro como que la convivencia es posible es su certeza de que la biotecnología agrícola cuenta con unos beneficios indiscutibles. “El siglo XXI nos impone retos complicados, con la necesidad de conservar al máximo nuestros escasos naturales. Aquí las nuevas tecnologías juegan un papel clave”.